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¡Oh, tú!, a quien llamaba como si estuvieras sobre las estrellas, a quien llamaba creador del cielo y de la tierra, ídolo amigo de mi infancia, ¡no te enfades porque te haya olvidado! … ¿No es el mundo lo bastante mezquino, como para buscar todavía fuera de él a Algún Otro?

¡Oh!, si la naturaleza soberana es hija de un padre, ¿no es el corazón de la hija su corazón? Lo más interno de ella, ¿no es Él? ¿Pero acaso lo he resuelto? ¿Es que lo conozco?

Es como si viera, pero entonces me asusto otra vez, como si fuera mi propio rostro lo que hubiera visto; es como si lo sintiera, al espíritu del mundo, como la cálida mano de un amigo, pero despierto y son los míos, son mis propios dedos los que he asido.

Friedrich Hölderlin
(Hiperión o El Eremita en Grecia)
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Jan van Eyck - Dios Padre (detalle del altar de Gante) - wikipaintings.org

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El Dios extraño y trascendente, el Padre bueno de los gnósticos, el inefable e inconcebible del Maestro Eckhart, mal se aviene con su imagen humana, minuciosamente definida, vestida con el máximo lujo, coronada en toda majestad. Solemos los hombres sentir nostalgia por el Dios de la infancia, tan familiar y al alcance de la mano. Sin embargo, la mente crecida del adulto, su conciencia más desarrollada, no se contenta con esa imagen. No es compatible con la chispa divina que ve crecer en su alma. Además, le recuerda a un dios riguroso y necesitado como es el del Antiguo Testamento, que no lo ve muy parecido al Padre de Jesús. El hombre busca entonces ‘Algún Otro’, como dice Hölderlin, el que es completamente Otro, inimaginable, imposible de representar.

El poeta cree intuir a Dios en el corazón de la naturaleza, a la cual ve como una hija de aquel Padre. Éste se encuentra, entonces, en lo más interior de su hija.

Tan poderosa es su intuición que cree verlo de verdad. Más luego se horroriza: lo que ha visto no ha sido sino su propio rostro. Los dedos cariñosos que ha creído palpar no son sino sus propios dedos. Teme que su intuición no haya sido una jugarreta de su imaginación.

Pero la sed de Dios que siente, es del todo real. Sigue estando presente.

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© 2012 Lino Althaner