El punto Omega de la evolución

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Impulsados por el amor,
los fragmentos del mundo se buscan mutuamente,
de manera que el mundo pueda llegar a ser.
 Pierre Teilhard de Chardin

… os habéis revestido del hombre nuevo,
que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto,
según la imagen de su Creador …
Col 3, 10

 

En medio de la inmensidad del universo misterioso, en el centro mismo de la contradicción permanente que palpita en la condición humana, extremada en la tensión entre sus bestiales imperfecciones y sus magníficas potencias, nada nos es más natural que plantearnos la pregunta acerca del fin de la existencia que nos ha sido regalada.

La ciencia y la religión no siempre se han esforzado por hacer confluir sus puntos de vista sobre una realidad tan alucinante y enigmática, lo que ha sido negativo para ambas y frustrante para una humanidad que debe conformarse con visiones parciales y a veces contradictorias sobre el origen, el desarrollo y el futuro del cosmos, de la vida y del hombre, cuando de lo que de verdad está sedienta es de un panorama integral conciliador. Particularmente interesante en este sentido es la propuesta formulada por el geólogo y paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), sacerdote jesuita.

Según Teilhard el universo se explica en términos de una transformación evolutiva que se inicia con la extrema simplicidad derivando hacia estructuras crecientemente complejas, en un proceso que da origen a la materia y al cosmos, a las especies  de la vida vegetal y animal, y más adelante al hombre consciente y pensante.  En esto se ajusta plenamente a las modernas teorías científicas. Pero la evoluteilhardción no es un proceso que sólo sea producto del azar. Lo anima una potencia superior, la cual hace posible su creciente diversificación y su maravillosa complejidad,  que llega a un momento decisivo con la aparición del hombre y el desarrollo progresivo de su mente y de su conciencia, que continúan creciendo en finura y profundidad, hasta convertirse en lo que ya hoy día podemos atisbar como el surgimiento de un alma, de una mente de la entera Humanidad y de una conciencia planetaria. Es que la misma potencia que ha llevado al universo a su expansión y a su multiplicidad, lo hace converger hacia una totalidad unitaria que es pleromática consumación. Tal es la base de la teoría del ilustre científico y místico francés.

Recapitulo: se impone a la observación una ley según la cual la trama cósmica, crecientemente compleja, se enrolla cada vez más estrechamente sobre sí misma, siguiendo un proceso de organización medido tanto por una creciente complejidad de las estructuras físicas y de las formas de vida, como también y sobre todo por un progresivo refinamiento de la potencia psíquica, que tiene un momento muy significativo en la mente del Hombre reflexivo, es decir, de aquel que a través de la introspección y del ejercicio espiritual ha llegado a ser capaz de concebirse a sí mismo, más que como un simple individuo, como parte de un todo destinado a realizarse en una armonía y una plenitud que son totalidad y unidad. Ahora bien, para que ello sea posible es preciso que, por encima del Hombre individual, la convergencia cósmica se manifieste también como fenómeno social y psicológico en la Humanidad inmersa en un colectivo proceso de reflexión, previo a la consumación en un centro trascendente de unificación, que es lo que Teilhard denomina el punto Omega.

La creación tiene un un punto Alfa (Α), que corresponde al principio -míticamente simplificado en el Génesis-, un desarrollo progresivo, y un punto Omega (), equivalente a la consumación final, alegóricamente expuesta en el Apocalipsis de Juan. De este libro, nada más apropiado que recordar las palabras de Jesucristo en su capítulo primero: Yo soy el A y la Ω, el Primero y el Último, el que es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso (Apoc 1, 8.17).   La potencia creadora y reveladora de Cristo, que existe con anterioridad a todo (Col 1), opera al comienzo de los tiempos, ilumina a la creación entera atrayéndola hacia la plenitud, que alcanza su realización en la parusía, el advenimiento glorioso merced al cual el cosmos entero y la Humanidad alcanzan su plenitud unitaria en el mismo Mesías y con él en Dios.

Por cierto, Teilhard asocia tanto el punto A con el Ω con Cristo-Universal de la Revelación. Él es también la presencia permanente que impulsa al universo hacia su momento culminante. En su manifestación reflexiva sobre la conciencia humanaLa evolución entera, al verse llamada a un proceso de unión (de comunión) con Dios, se vuelve integralmente amante y amable en lo más íntimo y lo más terminal de nuestro desarrollo.En su manifestación reflexiva sobre la conciencia humana es la influencia de la gracia divina que conduce al ser humano a la redención.

El pensamiento de Teilhard no ha dejado de seducirme desde aquellos lejanos tiempos universitarios en que por primera vez llegó a mis manos El fenómeno humano, que como las demás obras de este autor, no contaba precisamente con el beneplácito del Santo Oficio romano. En próximos artículos allegaré antecedentes y puntos de vista adicionales con el objeto de profundizar en los fundamentos científicos de su teoría como también en su eventual disconformidad -que por ahora no advierto- con la revelación cristiana. Habría que decir que para fundamentar la ortodoxia de la visión de Teilhard, se han invocado diversos pasajes de las epístolas paulinas, los cuales parecen ciertamente iluminadores de la cuestión.

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El que sigue, por ejemplo:

Él (Jesucristo) es imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron hechas todas las cosas,
 en los cielos y en la tierra,
las visibles y las invisibles,
tronos, dominaciones, principados, potestades:
todo fue creado por él y para él,
él existe con anterioridad a todo,
y todo tiene en él su consistencia.
Él es el Principio,
el Primogénito de entre los muertos,
para que sea él el primero en todo,
pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud,
y reconciliar por él y para él todas las cosas,
pacificando mediante la sangre de su cruz,
los seres de la tierra y de los cielos.

Col 1, 15-20

(Dios) nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad
según el benévolo designio
que en él (esto es, en Cristo) se propuso de antemano,
para realizarlo en la plenitud de los tiempos:
hacer que todo tenga a Cristo por cabeza,
lo que está en los cielos y lo que está en la tierra
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Ef 1, 9-10

© Lino Althaner
2015

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Y brotará una rosa…

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Ha brotado una rosa,

de una tierna raíz.
Decían los ancianos
que venía de Jesse.
Y surgió este capullo
en medio del invierno
justo a la medianoche.

De esta florecilla
profetizó Isaías.
Por la Virgen María,
por ella nos llegó.
Sin perder su pureza
dio ella a luz un niño
cuando Dios lo ordenó.

Jesús, mientras sigamos
en este triste valle
que tu guía nos lleve
a la eterna morada. 
Que en el reino del Padre
por siempre te alabemos 
permítenos, oh Dios.

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Es ist ein’ Ros’ entsprungen,

aus einer Wurzel zart.
Als uns die Alten sungen,
von Jesse war die Art.
Und hat ein Blüm’lein ‘bracht;
mitten im kalten Winter,
wohl zu der halben Nacht.

Das Röslein, das ich meine,
davon Jesaia sagt,
hat uns gebracht alleine
Marie die reine Magd.
Aus Gottes ew’gem Rat,
hat sie ein Kind geboren,
welches uns selig macht.

O Jesu, bis zum scheiden
aus diesem Jammertal
lass dein Hilf uns geleiten
hin in den Freudensaal.
In deines Vaters Reich
Da wir Dich ewig loben.
O Gott, uns das verleih.

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Cantoral de Speyer

Cantoral de Speyer


Esta canción navideña, una de las más hermosas que conozco, fue compuesta en el siglo XVI. Aparece ya en el Cantoral de Speyer, impreso en Colonia en 1599. Fue luego armonizada por Michael Praetorius (1571-1621) en 1609, alcanzando así la forma en que hoy día se la conoce. La letra, que tiene muchas variantes, es de autor desconocido.  Es cantada tanto en la liturgia católica como en la protestante. 

La versión que arriba presente es de The King’s Singers (Los cantores del Rey), un conjunto inglés merecedor de su nombre. Enseguida adjunto la del Ensemble Amarcord, con sede en Leipzig.

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La melodía fue usada por Johannes Brahms (1833-1897) como base para su preludio coral para órgano, transcrito luego para orquesta por Erich Leinsdorf. También por Hugo Distler (1908-1942) en su oratorio Die Weinachtsgeschichte (La historia de Navidad), y por el músico sueco Jan Sandström (1954) para una composición para dos coros a capella. 

© Lino Althaner
2014

El niño dentro de nosotros (3)

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No quiero ser para vosotros un redentor, ni un legislador,
ni un educador. Pues ya no sois como niños.

C. G. Jung

En El Libro Rojo nos muestra Carl Gustav Jung como el espíritu de la profundidad le enseña a  decir, en medio de su experiencia de profunda introspección psíquica: Yo soy el servidor de un niño. Así, afirma, aprende la humildad extrema cuando más la necesita. Pues su alma es un niño y mi Dios en mi alma es un niño. El espíritu de la profundidad le enseña que la vida está circundada por el niño divino. De su mano -asevera- me vino todo lo inesperado, todo lo viviente. Y continúa: Este niño es lo que siento como una juventud que brota eternamente en mí. El niño es futuro en potencia.


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La imagen del niño importa humildad, inocencia, armonía y confianza. Proyecta una paz indescriptible. Es en ese sentido arquetipo del inconsciente y modelo para el hombre. También porque el niño ejercita activamente su imaginación y ama, en su pequeño mundo, hacer realidad sus fantasías.  Es un aventurero potencial.  Es pura espontaneidad.  No se encuentra atado al mundo.

El niño es imagen de plenitud y apunta hacia el futuro, hacia la restauración definitiva de los tiempos, cuando los  cielos y la tierra se renueven, y surja el hombre nuevo.  No está atado al presente.

El niño tiene un inconsciente muy poderoso. Viene el niño emergiendo de la pura inconsciencia, repleto de imágenes que pugnan por darse a conocer. Siente entonces a su alma cercana. No ha sido aun alejado de ella por las apariencias y los convencionalismos de lo que llamamos el mundo real. La imagen del niño, estaría aludiendo, por lo tanto, a un estado en que la vida del hombre se desarrolla sin desconocer el aporte de la mente inconsciente. De esta se derrama el espíritu de la profundidad para enfrentarse con la superficialidad conformista del espíritu del tiempo, que espera sobre todo sumisión a lo establecido. 

 

Fotografía por Bill Gekas

Fotografía por Bill Gekas


Pero no nos equivoquemos: Jung no postula el infantilismo como modelo. La imagen a que se refiere no debe ser relacionada ni con la falta de madurez, ni con la imprudencia, ni con la irresponsabilidad propias de la infancia. El hombre infantil es, según Jung, transitoriedad sin esperanza.

Este Libro no es uno fácil de entender. Es un libro sujeto a interpretaciones encontradas, como los libros que escriben los poetas, O como los libros proféticos. No son un producto de la razón ni de la lógica común.  Por ello es que el texto de Jung abunda en paradojas, en ambigüedades, en símbolos e imágenes oscuras. Porque ha sido extraido desde la imprecisión del inconsciente psíquico.

Si sois seres adultos, que han engendrado o dado a luz, sea en el cuerpo o en espíritu, entonces vuestro Dios asciende desde una cuna resplandesciente hacia la inconmensurable  altura del futuro, hacia la madurez y completitud del tiempo venidero.

Es el hombre maduro el que ha de hacerse servidor del niño divino que habita en su alma. El que sigue los pasos de ese niño es el hombre maduro que aspira a la plenitud; no solo tal vez a la plenitud personal sino también a la plenitud de la humanidad. Ese niño, ciertamente, no es un niño cualquiera.

 

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Max Liebermann – Jesús en el templo a los 12 años

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El niño tiene el futuro a su disposición. En esto debería asemejarse a él el ser humano en su madurez. En el no tener un futuro constreñido. En ser libre como un niño. En no hallarse esclavizado por las ataduras sociales. En vivir, como afirma Jung, hacia el otro lado, esto es, hacia lo que está más allá de las palabras ya dichas, de los convencionalismos, de los destinos prefabricados, Y por cierto, más allá también de la superficie de la conciencia, es decir, en contacto permanente con el alma.

Tu seguir viviendo es vivir hacia el otro lado.

Viviendo hacia el otro lado, engendra el ser humano  y da a luz lo venidero. Es fecundo. 

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Para el lector interesado adjunto una nómina de las entradas publicadas acerca de Carl Gustav Jung y su Libro Rojo, sin incluir la presente:

15.11.  El Libro Rojo – Das Rote Buch – The Red Book 
20.11. Las palabras de la profundidad
22.11. El sacrificio y la soledad
23.11. No es la voz del espíritu del tiempo
26.11. El sueño que es mi sueño
30.11. El niño dentro de nosotros
1.12.   El niño dentro de nosotros (2)

Todos no más que ejercicios de interpretación.

© Lino Althaner
2014

El niño dentro de nosotros (2)

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Un libro es capaz de empujar al mundo

en otra dirección, cuando está escrito con sangre y fuego.
(Cary Baines, sobre El Libro Rojo, de C. G. Jung)


Algo más acerca de nuestro niño interior, conforme a la psicología junguiana.

Es bastante sabido que Carl Gustav Jung entiende al alma como una entidad sustancial y autónoma, distinta de la conciencia e inaccesible a la voluntad, en la cual se acumula de manera inconsciente la experiencia ancestral del ser humano. Es el alma, según él, una cantera inagotable de imágenes y de símbolos, que suele expresarse en la imaginación, en la visión, en el sueño. Es el ámbito en que habitan los arquetipos, motivos universales, frecuentemente expresados en la religión, en el mito, en la leyenda y en la poesía, que apuntan a la esencia común de la humanidad.  

Aquí nos cuenta Jung cómo, después de haber perdido el contacto con su alma, en la enajenación mundana del reconocimiento y de la fama, ha llegado a reencontrarse con ella. Una buena estrella lo guía de regreso hacia ella, lo que Jung celebra, pues ha llegado a intuir que no en el mundo sino que en la soledad profunda de su alma, allí ha de encontrarse con la esencia de sí mismo, con su auténtica individualidad.  Pues allí reside la sola posibilidad de realización plena. Dice entonces a su alma:

Dame tu mano, mi alma casi olvidada. Cuán cálida la alegría de volverte a ver, a tí, alma largamente negada. La vida me ha llevado nuevamente hacia tí. Queremos agradecerle a la vida, agradecerle todas las horas alegres y todas las horas tristes, agradecerle la alegría y el dolor. Alma mía, contigo he de continuar mi viaje. Contigo quiero ascender hacia mi soledad. (1)


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Pero ¿a quien encuentra Jung en lo más profundo de su alma? En el capítulo 2 (Alma & Dios) explica su descubrimiento de la imagen de Dios. ¿Y qué le muestra la imagen de Dios? La imagen de Dios es la de un niño. Se admira por cierto de esto y no puede sino preguntar:

¿Quién eres tú niño? Como niño, como niña, te han representado mis sueños; no sé nada de tu misterio. Disculpa si hablo como en sueños, como un borracho, ¿eres Dios? ¿Es Dios un niño, una niña? Perdona si hablo algo confuso. Nadie me oye. Hablo en voz baja contigo y tú sabes que no soy un borracho, un hombre confundido. … Qué asombroso me suena llamarte niño, tú que aun así sostienes infinitudes en tu mano. (2)

Dean White - Father & child

Dean White – Father & child


Lo que sigue es ya una alocución ejemplar de las que los hombres dirigen a Dios, cuando advierten su presencia en ellos mismos o en las circunstancias de la vida. Atisbamos una auténtica y profunda espiritualidad en estas hermosas palabras que Jung dirige a la imagen del niño que impera en su alma en forma de arquetipo, y que es un modelo para los seres humanos de todos los tiempos:

Yo andaba por el camino del día y tu ibas invisible conmigo juntando una parte y otra con sentido, y me dejaste ver en cada parte un todo. Quitaste allí donde yo pensaba retener, me diste donde nada esperaba, y una y otra vez causaste destinos desde flancos nuevos e inesperados. Donde sembraba, me robabas la cosecha, y donde no sembraba me dabas miles de frutos diversos. Y una y otra vez perdía el sendero para volver a encontrarlo. Allí donde nunca lo hubiera esperado. Sostuviste mi fe cuando me encontraba solo y cerca de la desesperación. Me permitiste, en todos los momentos decisivos, creer en mí mismo. (3)

Imagen policromada, Italia septentrional, segunda mitad s. XVIII

Imagen policromada, Italia septentrional, segunda mitad s. XVIII


Parece evidente. La imagen de Dios es aquí para Jung la imagen de un niño. El que vive en la profundidad de nuestra alma, en su realidad. Un supremo arquetipo de nuestra mente inconsciente.

(1) Gib mir deine Hand, meine fast vergessene Seele. Welche Wärme der Freude dich wiederzusehen, dich längst verleugnete Seele. Das Leben hat mich dir wieder zugeführt. Wir wollen das Leben danken, dass ich gelebt habe, für alle heiteren und für alle traurigen Stunden, für jegliche Freude und jeglichen Schmerz. Meine Seele, mit dir soll meine Reise weitergehen. Mit dir will ich wandern und aufsteigen zu meiner Einsamkeit.

(2) Wer bist du, Kind? Als Kind, als Mädchen, haben meine Träume dich dargestellt; ich weiss nichts von deinem Geheimnis. Verzeih, weil ich wie im Träume rede, wie ein Trunkener. Bist du Gott? Ist Gott ein Kind, ein Mädchen?. Vergieb, wenn ich verwirrtes rede. Niemand hört mich. Ich rede still mit dir, und du weisst dass ich nicht ein Trunkener, kein Verwirrter bin… Wie wunderlich klingt es mir dich Kind zu nennen, wenn du Unendlichkeiten in deiner Hand hältst.

(3) Ich ging auf dem Wege des Tages und du gingst unsichtbar mit mir, sinvoll Stück zum Stücke fügend, und liessest mich in jedem ein ganzes sehen. Du nahmst wo ich festzuhalten gedachte und du gabst mir wo ich nichts entwartete; und immer wieder von neu und unerwarteten Seiten führtest du Schicksale herbei. Wo ich säete raubtest du mir die Ernte, und wo ich nicht säete gabst du mir hundertfältige Frucht.



© Lino Althaner

2014

El sueño que es mi sueño

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Carl Gustav Jung, El Libro Rojo


Tengo el sueño de un sueño,
es el sueño del siervo, mi señor,
que sólo si yo quisiera
podría llegar a ser.



© Lino Althaner

2014

El sonido del rocío

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Ahora que soy sordo

puedo oír claramente 
el sonido del rocío.


(Now that I am deaf/ I can hear clearly/ the sound of the dew).

 

Sumido en el vacío, el hombre es capaz de acceder a la esencia misteriosa de sí mismo, para desde allí quedarse contemplando el ser, la esencia de las cosas y la esencia de sí mismo. 

Este haiku, de autor desconocido, lo hallé citado en el libro La religión y la nada, del filósofo de la escuela de Kioto Keiji Nishitani (1900-1990). A juicio de este, el breve ilustra la potencia de la supraconciencia, que trasciende lo consciente y lo inconsciente, que se vive en la cercanía del sí mismo, el vacío de toda figura y de todo concepto. Nishitani, es un filósofo nihilista en el sentido de Eckhart y de Heidegger, que cree por lo tanto que la posibilidad de la existencia del ser descansa en el vacío. Se encuentra influido poderosamente por el pensamiento cristiano occidental pero desarrolla su filosofía en el ámbito del budismo.


© Lino Althaner
2014

El jardín que satisface cualquier ansia

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Como los muros de un baluarte

espeso de verdor
los árboles circundan el jardín
por los cuatro costados.

Aquí nacen las palabras
sin quererlas
sin pensarlas
y nacen tan solo para mí
las palabras que nadie podría refutar.
Pues son esas palabras lo que soy.

El cielo está ciego
u hoy día muy lejano.
Mas las flores de este mi jardín
satisfacen cualquier ansia.


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© 2014
Lino Althaner

Una mano maestra

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Toda herida curada

ni un rasguño.
Pensamientos y afanes de otros días.
reviven en perfecta levedad.

Retornan miradas perdidas
ninguna indeseada.
Nada falta en el paisaje.
Nada excede.

Una pátina de oro de verdad
cubre errores y aciertos.
Ha pulsado la cuerda
una mano maestra.


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Todos los contrarios se hacen uno.

 En un círculo se hermanan 
la cumbre y el abismo, 
y bailan los dioses con los diablos.


© 2014
Lino Althaner

Lux et tenebrae (Catedrales versus cruzadas)

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Cuando las cuerdas que lo retenían estuvieron devoradas por el fuego,
llevó las manos ante sí y las elevó para rezar y bendecir a la multitud. «Es un
crimen quemar a tan buen cristiano», bramaba la gente.
(Ejecución de Raimond de la Coste, Registre Fournier, siglo XIV)


Pero no dejemos que la luz de las catedrales nos enceguezca. O que las voces del coro con sus sones angelicales nos ensordezca. El contacto con la belleza, la más sublime, no produce un cambio en la humanidad. Esta sigue siendo un conjunto de individuos habitados por el ángel y la bestia. El ángel y la bestia que conviven también en las instituciones. Sobre todo en ellas.  

Asistimos a un desconcertante espectáculo. Al mismo ser humano que un día planifica obras de sublime belleza o se conmueve en la contemplación espiritual, lo encontramos al siguiente regocijándose en el sufrimiento ajeno, en el incendio, en la tortura, en el derramamiento de sangre. Y así ocurre también con las instituciones, y señaladamente con los gobernantes y hasta con los representantes de Dios en la tierra.

 

Catedral de Beauvais (siglo XIII)

Catedral de Beauvais (siglo XIII)


He seguido avanzando en la lectura del libro de Georges Duby «La época de las catedrales», con una lentitud autoimpuesta, matizada ciertamente por lecturas paralelas relacionadas, tan importantes para verificar contradiciones o confirmaciones. En el paso del siglo XII al XIII me encuentro con San Francisco de Asís y su predicación de pobreza y de renuncia, de amor a los hombres y de amor a la creación. Contemplo como continua la febril empresa de arquitectura sagrada, que en Francia evoluciona hacia el estilo gótico radiante que se impone en Francia y que tiene en la Sainte Chapelle una de sus más brillantes manifestaciones.  Pero también hallo al poder espiritual confabulado con el poder temporal para desplegarse en feroces carnicerías en contra de los infieles y de los herejes. La época de las catedrales es también la de las cruzadas.

Parece haber tiempos históricos en que el contraste entre la luz y las tinieblas se hace más marcado. Esta sería una de ellas. Al monumento ligero y luminoso de las catedrales se opone la siniestra empresa guerrera que se organiza desde la cátedra de Pedro, pensada para colaborar con Jesús de Nazaret, el Mesías cristiano, en la redención de la humanidad. Unos pontífices ofuscados por la soberbia, enceguecidos por el poder, inconscientes tal vez de la grandísima traición que están perpetrando, son el supuesto instrumento de la ira de Dios.

No solamente los musulmanes supieron de los extremos a que puede llegar la crueldad en manos de hombres belicosos y de instituciones desviadas de su misión espiritual. Del inconcebible despliegue de violencia supieron los mismos cristianos, que lo eran los cátaros, los también llamados albigenses. Contra ellos precisamente, por constituir un obstáculo para imponer el poder temporal del rey de Francia en la región meridional de Languedoc y por atreverse a pensar en contra del dogma religioso, la furia se desplegó multiplicada, con pretensiones de aniquilamiento total.

 

Conques, en el Languedoc, escenario de la cruzada contra los cátaros - Iglesia de la abadía de Saint Foy (Languedoc), escenarios de la cruzada contra los cátaros.

Conques, en el Languedoc, el país de los cátaros – Iglesia de la abadía de Saint Foy


Una de las características de la doctrina cátara, típica de las tendencias religiosas gnósticas, es el dualismo, que afirma la radical oposición entre el bien y el mal, entre el espíritu y la materia. Esta idea es llevada al extremo de afirmar que el mundo material no es creación de Dios, el Padre de Jesucristo, sino del demiurgo, tenido como una especie de ángel caído, confinado a la tierra.

¿Se le ocurriría a alguno de los promotores y ejecutores de la siniestra cruzada, pensar que con su acción la más impía, la más cruel, la más contraria al pensamiento de Jesús de Nazaret, estaban de algún modo dando razón a la doctrina de quienes eran objeto de tan implacable persecución? ¿No confirmaban acaso con su acción que la luz y las tinieblas no sólo se oponen en el cosmos y en la tierra, sino que también en el bipolar comportamiento de los hombres?

¿Eran los cátaros unos seres perversos, apóstoles acaso de Satanás?

 

Carcasonne, otro escenario de la cruzada

Carcasonne


Acerca de los miembros de un movimiento germano similar al de los cátaros albigenses, análogamente también disciplinado, informaba el abad Evervin de Steinfeld en 1143 a Bernardo de Claraval, de la Orden del Cister:

Entraron a las llamas y soportaron su suplicio no sólo con paciencia, sino incluso con regocijo. ¿Cómo explicar que estos hijos del Diablo encuentren en su herejía coraje similar a la fuerza que la fe en Cristo inspira a los verdaderos religiosos?… Defendían su herejía con las palabras de Cristo y los apóstoles.

Dicen de sí mismos: Nosotros, pobres de Cristo, errantes, huyendo de ciudad en ciudad (Mt 10:23), como las ovejas en medio de lobos (Mt 10:16), sufrimos la persecución con los apóstoles y los mártires; sin embargo, llevamos una vida muy santa y muy estricta en ayunos y abstinencias, dedicando noche y día a rezar y a trabajar, sin pretender obtener de este trabajo más de lo necesario para vivir.

Soportamos todo esto porque no somos del mundo; pero vos, que amáis el mundo, estáis en paz con el mundo porque sois del mundo (Jn 15:19). Para distinguirnos los unos de los otros, Cristo ha dicho: Por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 16). Nuestros frutos son las huellas de Cristo.

Un capítulo oscuro de la historia humana y de la historia eclesiástica, que no es posible silenciar, Tampoco escribiré mucho más sobre el particular, porque la verdad es que me produce una desazón muy profunda, que amenaza con convertirse en depresión.

Una ilustración más de la grandeza y de la miseria de la condición humana. 



Debe haber sonado así la música sagrada de los cátaros de Occitania.

© 2014
Lino Althaner

El deber más urgente

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Ester Gurevich – Ilustración para Pirkei Avot – פרקי אבות‎ – Máximas de los Maestros

*

El deber más urgente de cada ser humano no se limita a imitar lo que otro, aunque fuere el más grande, ha realizado, sino que consiste en actualizar sus propias potencialidades, únicas, sin precedentes e irrepetibles. 


Martin Buber

 

© 2014
Lino Althaner

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