Es esta, una imagen cosmológica. La figura del hombre ígneo de la visión anterior, se abre ahora -en la segunda de la primera parte del ‘Liber divinorum operum’, de Hildegarda de Bingen- en un círculo de fuego que abraza al macrocosmos compuesto por los cuatro elementos (aire, tierra, fuego y aire) , los cuatro puntos cardinales, los vientos y los astros, incluyendo como figura central la imagen de un hombre, es decir, el microcosmos. La imagen del círculo de fuego se relaciona con la del huevo que se muestra en la tercera figura del libro «Scivias».
Todos los elementos se relacionan entre sí, influyéndose recíprocamente para mantener el equilibrio cósmico, material y espiritual, tanto en el nivel macrocósmico como en el humano.

Liber Divinorum Operum, segunda visión de la primera parte
El universo es mostrado como un todo orgánico surgido de la presciencia divina, en el cual participa, de alguna manera, la propia divinidad. Seis círculos concéntricos derivados de la divinidad amparan el entorno en que el hombre tiene su morada. Uno de fuego brillante, bajo él otro de fuego negro y bajo éste uno de éter puro; luego un círculo de aire acuoso, otro de aire fuerte y blanco y brillante, y uno de aire tenue. En el contorno del círculo, hacia los cuatro puntos cardinales, unas cabezas animales -de leopardo, de león, de lobo y de oso- soplan ejerciendo su influencia en distintas direcciones. Son los vientos de la tierra, que corresponden a otras tantas fuerzas espirituales.
«Así el hombre, que está en la encrucijada de los cuidados del mundo, es acometido por muchas tentaciones, que se representan en la cabeza del leopardo, esto es, con temor a Dios; y en la del lobo, el temor a los castigos infernales; y en la del león, el temor al juicio de Dios; y en la del oso se agita el tormento del cuerpo en medio de numerosas tempestadas.»
En los círculos de fuego brillante, de fuego negro y de éter puro, se ubican siete planetas que emiten sus radiaciones hacia el ámbito circundante. Dieciséis estrellas principales aparecen en la circunferencia del círculo. De la boca de la imagen en cuyo pecho se abre la rueda sale una luz más clara que la luz del día que calibra en recta y justa medida la acción de los distintos elementos que se despliegan en su interior.

«Y nuevamente escuché una voz del cielo que me decía:
«Dios, que para gloria de su nombre, dispuso el mundo con los elementos, lo consolidó con los vientos, lo iluminó entrelazándolo con las estrellas, lo completó con las restantes creaturas, y puso en él al hombre rodeándolo de todas estas cosas, fortificándolo allí con la mayor fortaleza, para que lo asistieran en todas las cosas y lo ayudaran en sus obras, de manera que obrase con ellas; porque el hombre sin ellas no puede vivir ni tampoco subsistir, como se te manifiesta en la siguiente visión.»
Así, pues, dispuso la forma del mundo, que es «admirable para la naturaleza humana» y «no es consumida por ninguna edad, no es aumentada por ningún suceso nuevo, sino que al ser creada por Dios, así perdurará hasta el fin del mundo. En efecto la divinidad, en su presciencia y en su obra, es entera como la rueda y de ningún modo dividida, puesto que no tiene ni comienzo ni fin, ni puede ser abarcada por nada, porque no tiene tiempo. Y como el círculo abarca todas las cosas que se ocultan en su interior, así la sagrada divinidad abarca y sobrepasa infinitamente todas las cosas, porque nadie podrá dividir su potencia, ni superarla ni agotarla».

Y los seis círculos que rodean la morada terrestre del hombre se hallan unidos «entre sí sin ningún intersticio, porque si la disposición divina no los apuntalase así con esta unión, el firmamento se despedazaría y no podría sostenerse; esto muestra que las virtudes perfectas unidas entre sí en el hombre fiel son reforzadas por inspiración del Espíritu Santo, de manera que, luchando contra los vicios del diablo, realizan unánimemente toda obra buena».
Y también se distingue un globo en medio del aire tenue, «mostrando la tierra que existe en medio de los restantes elementos, en la medida en que está compuesta por todos ellos. Por esto también, sostenida de igual modo aquí y allá por los elementos y unida a ellos, recibe continuamente de ellos el verdor y la fortaleza para su sustento».
«También la vida activa, que aquí representa la tierra, girando como en medio de los rectos deseos y corriendo de aquí para allá en rededor, mantiene con igual moderación la devoción junto a las fuerzas de la discreción, cuando persevera en los oficios espirituales o en las necesidades corporales a través de los hombres fieles; puesto que los que aman la discreción dirigen todas sus obra hacia la voluntad de Dios».
«Y también en el medio de esta rueda aparece una imagen de hombre, cuya coronilla más arriba y las plantas de los pies más abajo, se alargan hasta el mencionado círculo como de aire fuerte y blanco y brillante… En la estructura del mundo, el hombre está como en el centro, puesto que es más poderoso que las creaturas que en él habitan; ciertamente es modesto en estatura, pero grande por la visión del alma; y tiene capacidad de… dirigirse tanto a los elementos superiores como inferiores, y penetrarlos con las obras de la derecha y la izquierda; en este poder de actuar reside la fuerza del hombre interior. Igual que el cuerpo del hombre excede en magnitud su corazón, también las fuerzas del alma superan en eficacia al cuerpo del hombre; y como el corazón del hombre se oculta en su cuerpo, así también el cuerpo del hombre está rodeado por las fuerzas del alma, cuando se extienden por todo el orbe de la tierra.
«Y el hombre fiel, estando en la ciencia de Dios, se dirige a Dios para reconocer las propias necesidades, tanto las espirituales como las seculares; y lo anhela en la prosperidad y en la adversidad de sus hechos, cuando expande incesantemente su devoción hacia Dios. Pues así como el hombre ve en todas partes con ojos corporales a cada creatura, también ve en la fe en todas partes a Dios y lo conoce a través de las creaturas, cuando comprende que Él es su Creador.»

«Ves también que desde la boca de la ya citada imagen, en cuyo pecho aparece la rueda ya mencionada, surge… una luz más clara que la luz del día; ya que por la virtud de la verdadera caridad, en cuya ciencia está la circunferencia del mundo, avanza su disposición más delicada brillando sobre todas las cosas y conteniéndolo y constriñéndolo todo.»
«Yo, el Señor,… doy a cada cual según su camino y según el fruto de sus obras». «Yo, Señor de todas la cosas, escudriño los corazones contritos, que desprecian los pecados, y pruebo los riñones, que se reprimen del gusto de los deseos; Yo que devuelvo al hombre la recompensa según el esfuerzo de sus pasos y según produce frutos en la consideración de sus pensamientos, porque tengo todos los frutos del hombre escritos delante de Mí. Pues el hombre que abandona los deseos de sus concupiscencias es justo; y el que sigue todo deseo en las concupiscencias no podrá ser llamado justo, mas si retorna al bien sus cicatrices se lavan en la sangre del cordero; y entonces también el ejército celestial, viéndolas curadas, se levanta en admirable alabanza a Dios.»
«Por lo tanto, que todo hombre que teme y ama a Dios abra la devoción de su corazón con estas palabras, y sepa que estas cosas han sido proferidas para la salvación de los cuerpos y almas de los hombres, no ciertamente por un ser humano, sino por Mí.»
Dixit Dominus.

Hasta aquí la selección de textos que he efectuado con respecto a la segunda visión de la primera parte del «Liber Divinorum Operum».
El análisis de esta visión podría ocupar volúmenes completos. Se resume en ella una comprensión de la divinidad, una imagen de la estructura cósmica como emanación de Dios y una concepción del hombre como figura central del cosmos. La dignidad humana es encumbrada al máximo. Son destacadas las capacidades activas y contemplativas del ser humano, sus atributos corporales y anímicos, su vulnerabilidad y su tendencia a renegar de su esencia pero también la gran fortaleza que le permite superar las dificultades y volver al camino justo. O acogerse a la misericordia divina.
Se trata de documentos de gran importancia para ayudar a iluminar y a entender el ambiente intelectual y espiritual de los siglos XI y XII, aquellos en que el medioevo llega a su plenitud.
Incluyo un par de buenos vínculos para obtener muy buena información adicional acerca de Hildegarda de Bingen y su obra:
El bosque de la larga espera
http://hesperetusa.wordpress.com/2012/03/15/la-paloma-miro-a-traves-de-la-verja-de-la-ventana/
Fragmentalia
http://barzaj-jan.blogspot.com.es/2010/10/la-zona-intermedia.html
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© 2014
Lino Althaner
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