El hombre puro, sentado en su casa y pensando los rectos pensamientos, será oído a mil millas de distancia.
Proverbio chino
Christopher Beikmann
No importa cuan alejado estés y cuan solitario te sientas; si realizas tu trabajo a conciencia y verdaderamente, amigos desconocidos te buscarán y llegarán a tí.
Proverbio alquímico
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Solamente aquellos que han aprendido el arte de retirar sus ojos de la luz cegadora de las opiniones corrientes y que cierran sus oídos a los slogan efímeros, pueden recobrar lo esencial.
Carl Gustav Jung
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Los textos seleccionados corresponden a una carta de Carl Gustav Jung al escritor, poeta y diplomático chileno Miguel Serrano, entonces embajador en la India. Está fechada el 14 de septiembre de 1960, ocho meses antes del fallecimiento del psiquiatra y psicólogo suizo, y se incluye, junto con otros interesantísimos documentos, en el libro de Serrano El círculo hermético (Editorial Kier, Buenos Aires 2004), en que relata su experiencia de amistad con Jung y Hermann Hesse, unidos los tres por su su empeño en preguntarse acerca de los misterios insondables del alma humana y del eventual poder de la filosofía oriental como instrumento para enriquecer la civilización cristiana de occidente. .
Los traigo a colación por su relación con la lectura del Libro Rojo, de Jung, que he comenzado recientemente.
Los dos primeros proverbios dicen, a mi entender, del supuesto poder de la mente profunda del hombre iluminado para proyectarse hacia otras mentes sin límites espaciales ni temporales, merced a su capacidad de engendrar imágenes que se atesoran en el inconsciente colectivo de la humanidad para surgir, inspirar y dar su fruto en el momento justo. Es un poder que sería capaz de generar secretas cadenas de amistad dispuestas a hacerse de pronto evidentes.
El tercer texto es un comentario de Jung a un proverbio engañoso: Vox populi, vox dei, mayúscula trampa para quien aspire a aproximarse siquiera levemente a la verdad en cualquier orden de cosas.
No quiero ser para vosotros un redentor, ni un legislador, ni un educador. Pues ya no sois como niños.
C. G. Jung
En El Libro Rojo nos muestra Carl Gustav Jung como el espíritu de la profundidad le enseña a decir, en medio de su experiencia de profunda introspección psíquica: Yo soy el servidor de un niño. Así, afirma, aprende la humildad extrema cuando más la necesita. Pues su alma es un niño y mi Dios en mi alma es un niño. El espíritu de la profundidad le enseña que la vida está circundada por el niño divino. De su mano -asevera- me vino todo lo inesperado, todo lo viviente. Y continúa: Este niño es lo que siento como una juventud que brota eternamente en mí. El niño es futuro en potencia.
La imagen del niño importa humildad, inocencia, armonía y confianza. Proyecta una paz indescriptible. Es en ese sentido arquetipo del inconsciente y modelo para el hombre. También porque el niño ejercita activamente su imaginación y ama, en su pequeño mundo, hacer realidad sus fantasías. Es un aventurero potencial. Es pura espontaneidad. No se encuentra atado al mundo.
El niño es imagen de plenitud y apunta hacia el futuro, hacia la restauración definitiva de los tiempos, cuando los cielos y la tierra se renueven, y surja el hombre nuevo. No está atado al presente.
El niño tiene un inconsciente muy poderoso. Viene el niño emergiendo de la pura inconsciencia, repleto de imágenes que pugnan por darse a conocer. Siente entonces a su alma cercana. No ha sido aun alejado de ella por las apariencias y los convencionalismos de lo que llamamos el mundo real. La imagen del niño, estaría aludiendo, por lo tanto, a un estado en que la vida del hombre se desarrolla sin desconocer el aporte de la mente inconsciente. De esta se derrama el espíritu de la profundidad para enfrentarse con la superficialidad conformista del espíritu del tiempo, que espera sobre todo sumisión a lo establecido.
Fotografía por Bill Gekas
Pero no nos equivoquemos: Jung no postula el infantilismo como modelo. La imagen a que se refiere no debe ser relacionada ni con la falta de madurez, ni con la imprudencia, ni con la irresponsabilidad propias de la infancia. El hombre infantil es, según Jung, transitoriedad sin esperanza.
Este Libro no es uno fácil de entender. Es un libro sujeto a interpretaciones encontradas, como los libros que escriben los poetas, O como los libros proféticos. No son un producto de la razón ni de la lógica común. Por ello es que el texto de Jung abunda en paradojas, en ambigüedades, en símbolos e imágenes oscuras. Porque ha sido extraido desde la imprecisión del inconsciente psíquico.
Si sois seres adultos, que han engendrado o dado a luz, sea en el cuerpo o en espíritu, entonces vuestro Dios asciende desde una cuna resplandesciente hacia la inconmensurable altura del futuro, hacia la madurez y completitud del tiempo venidero.
Es el hombre maduro el que ha de hacerse servidor del niño divino que habita en su alma. El que sigue los pasos de ese niño es el hombre maduro que aspira a la plenitud; no solo tal vez a la plenitud personal sino también a la plenitud de la humanidad. Ese niño, ciertamente, no es un niño cualquiera.
Max Liebermann – Jesús en el templo a los 12 años
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El niño tiene el futuro a su disposición. En esto debería asemejarse a él el ser humano en su madurez. En el no tener un futuro constreñido. En ser libre como un niño. En no hallarse esclavizado por las ataduras sociales. En vivir, como afirma Jung, hacia el otro lado, esto es, hacia lo que está más allá de las palabras ya dichas, de los convencionalismos, de los destinos prefabricados, Y por cierto, más allá también de la superficie de la conciencia, es decir, en contacto permanente con el alma.
Tu seguir viviendo es vivir hacia el otro lado.
Viviendo hacia el otro lado, engendra el ser humano y da a luz lo venidero. Es fecundo.
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Para el lector interesado adjunto una nómina de las entradas publicadas acerca de Carl Gustav Jung y su Libro Rojo, sin incluir la presente:
Es bastante sabido que Carl Gustav Jung entiende al alma como una entidad sustancial y autónoma, distinta de la conciencia e inaccesible a la voluntad, en la cual se acumula de manera inconsciente la experiencia ancestral del ser humano. Es el alma, según él, una cantera inagotable de imágenes y de símbolos, que suele expresarse en la imaginación, en la visión, en el sueño. Es el ámbito en que habitan los arquetipos, motivos universales, frecuentemente expresados en la religión, en el mito, en la leyenda y en la poesía, que apuntan a la esencia común de la humanidad.
Aquí nos cuenta Jung cómo, después de haber perdido el contacto con su alma, en la enajenación mundana del reconocimiento y de la fama, ha llegado a reencontrarse con ella. Una buena estrella lo guía de regreso hacia ella, lo que Jung celebra, pues ha llegado a intuir que no en el mundo sino que en la soledad profunda de su alma, allí ha de encontrarse con la esencia de sí mismo, con su auténtica individualidad. Pues allí reside la sola posibilidad de realización plena. Dice entonces a su alma:
Dame tu mano, mi alma casi olvidada. Cuán cálida la alegría de volverte a ver, a tí, alma largamente negada. La vida me ha llevado nuevamente hacia tí. Queremos agradecerle a la vida, agradecerle todas las horas alegres y todas las horas tristes, agradecerle la alegría y el dolor. Alma mía, contigo he de continuar mi viaje. Contigo quiero ascender hacia mi soledad. (1)
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Pero ¿a quien encuentra Jung en lo más profundo de su alma? En el capítulo 2 (Alma & Dios) explica su descubrimiento de la imagen de Dios. ¿Y qué le muestra la imagen de Dios? La imagen de Dios es la de un niño. Se admira por cierto de esto y no puede sino preguntar:
¿Quién eres tú niño? Como niño, como niña, te han representado mis sueños; no sé nada de tu misterio. Disculpa si hablo como en sueños, como un borracho, ¿eres Dios? ¿Es Dios un niño, una niña? Perdona si hablo algo confuso. Nadie me oye. Hablo en voz baja contigo y tú sabes que no soy un borracho, un hombre confundido. … Qué asombroso me suena llamarte niño, tú que aun así sostienes infinitudes en tu mano. (2)
Dean White – Father & child
Lo que sigue es ya una alocución ejemplar de las que los hombres dirigen a Dios, cuando advierten su presencia en ellos mismos o en las circunstancias de la vida. Atisbamos una auténtica y profunda espiritualidad en estas hermosas palabras que Jung dirige a la imagen del niño que impera en su alma en forma de arquetipo, y que es un modelo para los seres humanos de todos los tiempos:
Yo andaba por el camino del día y tu ibas invisible conmigo juntando una parte y otra con sentido, y me dejaste ver en cada parte un todo. Quitaste allí donde yo pensaba retener, me diste donde nada esperaba, y una y otra vez causaste destinos desde flancos nuevos e inesperados. Donde sembraba, me robabas la cosecha, y donde no sembraba me dabas miles de frutos diversos. Y una y otra vez perdía el sendero para volver a encontrarlo. Allí donde nunca lo hubiera esperado. Sostuviste mi fe cuando me encontraba solo y cerca de la desesperación. Me permitiste, en todos los momentos decisivos, creer en mí mismo. (3)
Imagen policromada, Italia septentrional, segunda mitad s. XVIII
Parece evidente. La imagen de Dios es aquí para Jung la imagen de un niño. El que vive en la profundidad de nuestra alma, en su realidad. Un supremo arquetipo de nuestra mente inconsciente.
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(1) Gib mir deine Hand, meine fast vergessene Seele. Welche Wärme der Freude dich wiederzusehen, dich längst verleugnete Seele. Das Leben hat mich dir wieder zugeführt. Wir wollen das Leben danken, dass ich gelebt habe, für alle heiteren und für alle traurigen Stunden, für jegliche Freude und jeglichen Schmerz. Meine Seele, mit dir soll meine Reise weitergehen. Mit dir will ich wandern und aufsteigen zu meiner Einsamkeit.
(2) Wer bist du, Kind? Als Kind, als Mädchen, haben meine Träume dich dargestellt; ich weiss nichts von deinem Geheimnis. Verzeih, weil ich wie im Träume rede, wie ein Trunkener. Bist du Gott? Ist Gott ein Kind, ein Mädchen?. Vergieb, wenn ich verwirrtes rede. Niemand hört mich. Ich rede still mit dir, und du weisst dass ich nicht ein Trunkener, kein Verwirrter bin… Wie wunderlich klingt es mir dich Kind zu nennen, wenn du Unendlichkeiten in deiner Hand hältst.
(3) Ich ging auf dem Wege des Tages und du gingst unsichtbar mit mir, sinvoll Stück zum Stücke fügend, und liessest mich in jedem ein ganzes sehen. Du nahmst wo ich festzuhalten gedachte und du gabst mir wo ich nichts entwartete; und immer wieder von neu und unerwarteten Seiten führtest du Schicksale herbei. Wo ich säete raubtest du mir die Ernte, und wo ich nicht säete gabst du mir hundertfältige Frucht.
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El cetro pertenece al que se humilla, la corona al que inclina la cabeza.
Es quien sirve el que reina.
El que abate los hitos que separan, el que nunca condena
ese habita en el reino de los cielos.
¿Es esta la experiencia tan difícil? Aquí mismo la tenemos.
Es la voz del espíritu profundo. No la voz del espíritu del tiempo.
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El espíritu de la profundidad -dice C. G. Jung al comienzo de su Libro Rojo- nos impele a conectarnos con el suprasentido en el que se unen el sentido y el contrasentido. El suprasentido nos muestra la imagen de Dios. La imagen de Dios nos hace escuchar su voz.
La voz del espíritu de la profundidad es la voz de Dios.
. Comprender una cosa es puente y posibilidad de retorno a la vía. Explicar una cosa es, sin embargo, capricho y hasta incluso asesinato. ¿Has contado los asesinos entre los eruditos? Carl Gustav Jung, El Libro Rojo
Nadie puede ni debe evitar el sacrificio. El sacrificio no es destrucción. El sacrificio es la piedra fundamental de lo venidero. ¿Acaso no habéis tenido monasterios? ¿No han ido incontables millares al desierto? Debéis llevar monasterios en vosotros mismos. El desierto está en vosotros. El desierto os llama y os trae de vuelta, y si estuviérais forjados con acero al mundo de este tiempo, el llamado del desierto rompería todas las cadenas. Verdaderamente, os preparo para la soledad.
Luego mi humanidad calló. Algo le sucedió a mi espiritualidad que podría llamar gracia.
Carl Gustav Jung, El Libro Rojo, Liber Primus, folio 1 verso.
Niemand kann oder soll Opfer hindern. Opfer ist nicht Zerstörung. Opfer ist der Grundstein des Kommenden. Habt ihr nicht Klöster gehabt? Sind nicht ungezählte Tausende in die Wüste gegangen? Ihr sollt Klöster in euch selbst tragen. Die Wüste ist in euch. Die Wüste ruf euch und zieht euch zurück, und wenn ihr mit Eisen in die Welt dieser Zeit geschmiedet wäret, der Ruf der Wüste bricht alle Ketten. Wahrlich, ich bereite euch vor auf Einsamkeit.
Danach schwieg mein Menschliches. Meinem Geistlichen aber geschah etwas dass ich die Gnade nennen muss.
Das Rote Buch
No one can or should halt sacrifice. Sacrifice is not destruction, sacrifice is the foundation stone of what is to come. Have you not had monasteries? Have not countless thousands gone into the desert? You should carry the monastery in yourself The desert is within you. The desert calls you and draws you back, and if you were fettered to the world of this time with iron, the call of the desert would break all chains. Truly; I prepare you for solitude.
After this, my humanity remained silent. Something happened to my spirit, however, which I must call mercy.
Mi lengua es imperfecta. Hablo en imágenes, no porque quiera lucirme con palabras sino por la incapacidad para encontrar aquellas palabras. Pues no puedo pronunciar las palabras de la profundidad de otra manera.
Carl Gustav Jung, El Libro Rojo (Das Rote Buch), folio 1 recto.
(Meine Sprache ist unvollkommen. Nicht weil ich mit Worten glänzen will, sondern aus Unvermögen jene Worte zu finden, rede ich in Bildern. Denn nicht anders vermag ich die Worte der Tiefe auszusprechen). .
Muy expresivas son las palabras de Jung para describir el experimento que emprendió consigo mismo con el fin de atender al intensísimo flujo visionario e imaginativo por él experimentado a partir de los meses inmediatamente anteriores al comienzo de la primera guerra mundial y hasta por lo menos el año 1930. Ya tendremos ocasión de fijarnos en ellas con mayor atención.
Este proceso introspectivo, que comienza desarrollándose en paralelo a un estado anímico de gran inseguridad y angustia, y a partir de una voluntad que no es la suya consciente, es el que queda plasmado en el manuscrito que denominó el Libro Rojo. En este texto, el psicólogo suizo dejó constancia de la serie de fantasías propias de su imaginación activa, como asimismo de los productos de su actividad onírica y de sus recuerdos de infancia, hilvanado todo ello en un conjunto expositivo y narrativo, riquísimo en símbolos y en figuras mitológicas, con frecuencia expresadas en la forma de polícromas ilustraciones.
La experiencia, que significa para él ahondar en lo más profundo de sus luces y de sus tinieblas, es tan fuerte que lo pone en el límite de la normalidad mental. Se suceden las alucinaciones y las imágenes catastrofistas, que luego adquirirán carácter premonitorio. Jung no sabe qué le pasa ni cuál es el origen de todo ese ejército de increíbles y vivísimas visiones. Pero trata con esfuerzo de poner orden en su mente hasta que de pronto adquiere consciencia de la relación de su actividad con sus ideas sobre el inconsciente psíquico del ser humano, concepción en torno a la cual ya adivina tal vez que habrán de girar sus futuras investigaciones científicas y sus preclaras teorías.
Comienza el libro explicando lo esencial de la experiencia vivida. Tal como se comentó en el artículo anterior dedicado al Libro Rojo, dice Jung de la fuerza poderosa que hizo presa de él para escribir este libro, la que le permitió imponerse al espíritu del tiempo, que le decía de su inutilidad. Dice, entonces, del espíritu de la profundidad, que no cambia con las generaciones como el espíritu del tiempo, el cual le dio su fuerza y le permitió renunciar a su soberbia científica para bajar a las cosas más simples y primitivas del ser humano. Continúa diciendo:
El espíritu de la profundidad tomó mi entendimiento y todos mis conocimientos, y los puso al servicio de lo inexplicable y de lo contrario al sentido. Me robó el habla y la escritura para todo lo que no estuviera al servicio de esto, es decir, de la fusión mutua de sentido y contrasentido, que da por resultado el contrasentido.
(Der Geist der Tiefe nahm meinen Verstand und alle meine Kenntnisse und stellte sie in den Dienst des Unerklärbaren und des Widersinnigen. Er raubte mir Sprache und Schrift, für alles das nich im Dienste dieses eines stand, nähmlich, der ineinander Schmelzung von Sinn und Widersinn welche den Übersinn ergibt).
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La síntesis de los contrarios -sentido y contrasentido- nos recuerda el ideal gnóstico. Es la que se lleva a cabo en el suprasentido, que es «es la vía, el camino y el puente hacia lo venidero» (Der Übersinn ist die Bahn, der Weg und die Brücke zum Kommenden). Es también el suprasentido, ya lo dirá Jung, la vía hacia Dios, el camino del conocimiento de la imagen de Dios.
Luego seguiremos comentando lo que sigue del texto.
. No seamos lo que la política quiere que seamos: cifras necesarias para hacer el número de votos necesario para manipularnos. .
. No seamos lo que el mercado quiere que seamos: consumidores obedientes, compradores disciplinados de lo innecesario, necesitados siempre de alguna propaganda mentirosa o de algún crédito usurario.
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No seamos lo que las institucionalidad religiosa -no las religiones mismas ni las auténticas espiritualidades- suele querer que seamos: esclavos de este dogma o de aquel al que Dios pareciera estar encadenado.
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No seamos lo que la civilización quiere que seamos: si es la que han diseñado la política, la burocracia y el mercado para florecer a su amparo.
. No seamos lo que creemos que somos, creyendo estar despiertos, mientras dormimos y soñamos.
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Para ser lo que somos de verdad
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debemos ser iluminados. Es preciso que abramos los ojos a la realidad.
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Este artículo es reedición de uno anterior: No seamos lo que quieren que seamos.
Las pinturas son del artista chino Bai Guowen. (ArtKoo.net).
Cuando las cuerdas que lo retenían estuvieron devoradas por el fuego, llevó las manos ante sí y las elevó para rezar y bendecir a la multitud. «Es un crimen quemar a tan buen cristiano», bramaba la gente. (Ejecución de Raimond de la Coste, Registre Fournier, siglo XIV)
Pero no dejemos que la luz de las catedrales nos enceguezca. O que las voces del coro con sus sones angelicales nos ensordezca. El contacto con la belleza, la más sublime, no produce un cambio en la humanidad. Esta sigue siendo un conjunto de individuos habitados por el ángel y la bestia. El ángel y la bestia que conviven también en las instituciones. Sobre todo en ellas.
Asistimos a un desconcertante espectáculo. Al mismo ser humano que un día planifica obras de sublime belleza o se conmueve en la contemplación espiritual, lo encontramos al siguiente regocijándose en el sufrimiento ajeno, en el incendio, en la tortura, en el derramamiento de sangre. Y así ocurre también con las instituciones, y señaladamente con los gobernantes y hasta con los representantes de Dios en la tierra.
Catedral de Beauvais (siglo XIII)
He seguido avanzando en la lectura del libro de Georges Duby «La época de las catedrales», con una lentitud autoimpuesta, matizada ciertamente por lecturas paralelas relacionadas, tan importantes para verificar contradiciones o confirmaciones. En el paso del siglo XII al XIII me encuentro con San Francisco de Asís y su predicación de pobreza y de renuncia, de amor a los hombres y de amor a la creación. Contemplo como continua la febril empresa de arquitectura sagrada, que en Francia evoluciona hacia el estilo gótico radiante que se impone en Francia y que tiene en la Sainte Chapelle una de sus más brillantes manifestaciones. Pero también hallo al poder espiritual confabulado con el poder temporal para desplegarse en feroces carnicerías en contra de los infieles y de los herejes. La época de las catedrales es también la de las cruzadas.
Parece haber tiempos históricos en que el contraste entre la luz y las tinieblas se hace más marcado. Esta sería una de ellas. Al monumento ligero y luminoso de las catedrales se opone la siniestra empresa guerrera que se organiza desde la cátedra de Pedro, pensada para colaborar con Jesús de Nazaret, el Mesías cristiano, en la redención de la humanidad. Unos pontífices ofuscados por la soberbia, enceguecidos por el poder, inconscientes tal vez de la grandísima traición que están perpetrando, son el supuesto instrumento de la ira de Dios.
No solamente los musulmanes supieron de los extremos a que puede llegar la crueldad en manos de hombres belicosos y de instituciones desviadas de su misión espiritual. Del inconcebible despliegue de violencia supieron los mismos cristianos, que lo eran los cátaros, los también llamados albigenses. Contra ellos precisamente, por constituir un obstáculo para imponer el poder temporal del rey de Francia en la región meridional de Languedoc y por atreverse a pensar en contra del dogma religioso, la furia se desplegó multiplicada, con pretensiones de aniquilamiento total.
Conques, en el Languedoc, el país de los cátaros – Iglesia de la abadía de Saint Foy
Una de las características de la doctrina cátara, típica de las tendencias religiosas gnósticas, es el dualismo, que afirma la radical oposición entre el bien y el mal, entre el espíritu y la materia. Esta idea es llevada al extremo de afirmar que el mundo material no es creación de Dios, el Padre de Jesucristo, sino del demiurgo, tenido como una especie de ángel caído, confinado a la tierra.
¿Se le ocurriría a alguno de los promotores y ejecutores de la siniestra cruzada, pensar que con su acción la más impía, la más cruel, la más contraria al pensamiento de Jesús de Nazaret, estaban de algún modo dando razón a la doctrina de quienes eran objeto de tan implacable persecución? ¿No confirmaban acaso con su acción que la luz y las tinieblas no sólo se oponen en el cosmos y en la tierra, sino que también en el bipolar comportamiento de los hombres?
¿Eran los cátaros unos seres perversos, apóstoles acaso de Satanás?
Carcasonne
Acerca de los miembros de un movimiento germano similar al de los cátaros albigenses, análogamente también disciplinado, informaba el abad Evervin de Steinfeld en 1143 a Bernardo de Claraval, de la Orden del Cister:
Entraron a las llamas y soportaron su suplicio no sólo con paciencia, sino incluso con regocijo. ¿Cómo explicar que estos hijos del Diablo encuentren en su herejía coraje similar a la fuerza que la fe en Cristo inspira a los verdaderos religiosos?… Defendían su herejía con las palabras de Cristo y los apóstoles.
Dicen de sí mismos: Nosotros, pobres de Cristo, errantes, huyendo de ciudad en ciudad (Mt 10:23), como las ovejas en medio de lobos (Mt 10:16), sufrimos la persecución con los apóstoles y los mártires; sin embargo, llevamos una vida muy santa y muy estricta en ayunos y abstinencias, dedicando noche y día a rezar y a trabajar, sin pretender obtener de este trabajo más de lo necesario para vivir.
Soportamos todo esto porque no somos del mundo; pero vos, que amáis el mundo, estáis en paz con el mundo porque sois del mundo (Jn 15:19). Para distinguirnos los unos de los otros, Cristo ha dicho: Por sus frutos los conoceréis (Mt 7, 16). Nuestros frutos son las huellas de Cristo.
Un capítulo oscuro de la historia humana y de la historia eclesiástica, que no es posible silenciar, Tampoco escribiré mucho más sobre el particular, porque la verdad es que me produce una desazón muy profunda, que amenaza con convertirse en depresión.
Una ilustración más de la grandeza y de la miseria de la condición humana.
Debe haber sonado así la música sagrada de los cátaros de Occitania.
Una nota adicional sobre el ascenso del alma a la morada del Padre, según se explica en el Poimandres.
El gnóstico dedica toda su vida a prepararse para el viaje ascensional por la ruta de la siete esferas. Si se conoce a sí mismo, sabe que el Padre Dios es Luz y Vida y que, como heredero remoto del divino Hombre Primordial, él mismo es, en lo profundo de su ser, una chispa de Luz y Vida. A través de este conocimiento volverá plenamente a la Vida. Preparado como está, debe abjurar de los sentidos antes de entregar su cuerpo a la muerte. El Supremo Intelecto lo ayuda en la tarea.
Pues no es tarea fácil. Los arcontes -gobernadores planetarios al servicio del demiurgo- le impedirán por todos los medios a su alcance escapar del ámbito material. Será puesto a prueba en su fe, en su amor, en su conocimiento. Su senda estará llena de trampas.
. Al producirse la disolución del cuerpo, rinde al demonio su naturaleza sensual. Sus sentidos corporales vuelven a su lugar original entre los elementos. Y el hombre se lanza hacia lo alto:
Si tiene éxito, rendírá en la primera esfera el poder para crecer y decrecer; en la segunda, habrá de triunfar sobre las maquinaciones del astuto mal, que se vuelven impotentes; en la tercera esfera, renunciará a todo el artificio de la concupiscencia y, en la cuarta, a la arrogancia de la dominación y a la ambición. Si supera la quinta esfera, se sentirá libre de toda audacia impía y de toda acción imprudente e impulsiva. Dejará atrás los apetitos malignos de la riqueza en la sexta esfera. Y, por fin, en la séptima, deberá esforzarse por vencer a la mentira que aprisiona.
Para vencer estos obstáculos es que se ha adiestrado con tanta dedicación.
Entra entonces en la naturaleza de la octava esfera, la de las estrellas fijas, llamada la Ogdóada, ahora en posesión de su propio poder, y con los que allí se encuentran exalta al Padre. Entra con ellos en procesión y se entrega a sus Poderes. Habiéndolo hecho, adquiere esos mismos Poderes. Más bien, se convierte en ellos. Entra en la divinidad. Se hace igual a Cristo.
Pues tal es el fin de aquellos que han conquistado la gnosis (el conocimiento) definitivo: convertirse en Dios.
Así lo promete el Pastor de los Hombres.
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Este hermoso mito no es, a mi entender, incompatible con el cristianismo. Por el contrario. ¿No es la misma Ascensión de Jesús el Mesías un motivo religioso que ilustra significativamente la influencia gnóstica en el cristianismo? ¿No es posible entender que con su propia Ascensión quiso Jesús el Resucitado establecer un modelo a seguir por el resto de los hombres? ¿No podría entenderse también que su propio atravesar con éxito las difíciles esferas, ha servido para despejar significativamente el camino, haciéndolo menos difícil para sus seguidores?
El acontecimiento ascensional suele ser descrito, en forma bastante gráfica, con una senda que cruza las esferas planetarias del mundo ptolomaico (Luna, Mercurio, Venus, Sol, Marte, Júpiter y Saturno), de acuerdo con un modelo geocéntrico hace tiempo superado. Sin embargo, esto no debeía inducir a confusión. No es posible olvidar que se trata de símbolos de realidades distintas, marcadamente espirituales y místicas, que no pueden expresarse adecuadamente con palabras. De allí que halla que recurrir a figuras accesibles al intelecto, para representar en alguna medida lo que se esconde detrás de la ilustración gráfica. Lo imposible de explicar con palabras.
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Fuente Hans Jonas, La religión gnóstica (El mensaje del Dios extraño y los orígenes del cristianismo), Siruela 1991.
. Pero es nuestro deber decirles lo bueno que es volar. Enseñarles a volar. Convencerlos de que también despeguen. Pues solo en las alturas, embriagados de silencio y de buen aire, en la sola buena compañía, alcanzamos la plenitud de nuestro divino centelleo. Desde allá arriba, qué insignificantes se ven quienes siguen con los pies pegados a la tierra, agobiados muchas veces por urgencias sin sentido, enajenados de sí mismos en un país ajeno, que es patria de violencia, de usura y de mentira. Sobrevolando las más altas cimas, solamente entonces somos capaces de adivinar la grandeza inaudita a que estamos destinados. Y de allí en adelante ningún dolor, ninguna pena, ninguna violencia, nos debería pesar de verdad.
La imagen con la cita de Federico Nietzsche la obtuve en el blog amigo, El Ático del Alma. .