El punto Omega de la evolución

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Impulsados por el amor,
los fragmentos del mundo se buscan mutuamente,
de manera que el mundo pueda llegar a ser.
 Pierre Teilhard de Chardin

… os habéis revestido del hombre nuevo,
que se va renovando hasta alcanzar un conocimiento perfecto,
según la imagen de su Creador …
Col 3, 10

 

En medio de la inmensidad del universo misterioso, en el centro mismo de la contradicción permanente que palpita en la condición humana, extremada en la tensión entre sus bestiales imperfecciones y sus magníficas potencias, nada nos es más natural que plantearnos la pregunta acerca del fin de la existencia que nos ha sido regalada.

La ciencia y la religión no siempre se han esforzado por hacer confluir sus puntos de vista sobre una realidad tan alucinante y enigmática, lo que ha sido negativo para ambas y frustrante para una humanidad que debe conformarse con visiones parciales y a veces contradictorias sobre el origen, el desarrollo y el futuro del cosmos, de la vida y del hombre, cuando de lo que de verdad está sedienta es de un panorama integral conciliador. Particularmente interesante en este sentido es la propuesta formulada por el geólogo y paleontólogo Pierre Teilhard de Chardin (1881-1955), sacerdote jesuita.

Según Teilhard el universo se explica en términos de una transformación evolutiva que se inicia con la extrema simplicidad derivando hacia estructuras crecientemente complejas, en un proceso que da origen a la materia y al cosmos, a las especies  de la vida vegetal y animal, y más adelante al hombre consciente y pensante.  En esto se ajusta plenamente a las modernas teorías científicas. Pero la evoluteilhardción no es un proceso que sólo sea producto del azar. Lo anima una potencia superior, la cual hace posible su creciente diversificación y su maravillosa complejidad,  que llega a un momento decisivo con la aparición del hombre y el desarrollo progresivo de su mente y de su conciencia, que continúan creciendo en finura y profundidad, hasta convertirse en lo que ya hoy día podemos atisbar como el surgimiento de un alma, de una mente de la entera Humanidad y de una conciencia planetaria. Es que la misma potencia que ha llevado al universo a su expansión y a su multiplicidad, lo hace converger hacia una totalidad unitaria que es pleromática consumación. Tal es la base de la teoría del ilustre científico y místico francés.

Recapitulo: se impone a la observación una ley según la cual la trama cósmica, crecientemente compleja, se enrolla cada vez más estrechamente sobre sí misma, siguiendo un proceso de organización medido tanto por una creciente complejidad de las estructuras físicas y de las formas de vida, como también y sobre todo por un progresivo refinamiento de la potencia psíquica, que tiene un momento muy significativo en la mente del Hombre reflexivo, es decir, de aquel que a través de la introspección y del ejercicio espiritual ha llegado a ser capaz de concebirse a sí mismo, más que como un simple individuo, como parte de un todo destinado a realizarse en una armonía y una plenitud que son totalidad y unidad. Ahora bien, para que ello sea posible es preciso que, por encima del Hombre individual, la convergencia cósmica se manifieste también como fenómeno social y psicológico en la Humanidad inmersa en un colectivo proceso de reflexión, previo a la consumación en un centro trascendente de unificación, que es lo que Teilhard denomina el punto Omega.

La creación tiene un un punto Alfa (Α), que corresponde al principio -míticamente simplificado en el Génesis-, un desarrollo progresivo, y un punto Omega (), equivalente a la consumación final, alegóricamente expuesta en el Apocalipsis de Juan. De este libro, nada más apropiado que recordar las palabras de Jesucristo en su capítulo primero: Yo soy el A y la Ω, el Primero y el Último, el que es, que era y que ha de venir, el Todopoderoso (Apoc 1, 8.17).   La potencia creadora y reveladora de Cristo, que existe con anterioridad a todo (Col 1), opera al comienzo de los tiempos, ilumina a la creación entera atrayéndola hacia la plenitud, que alcanza su realización en la parusía, el advenimiento glorioso merced al cual el cosmos entero y la Humanidad alcanzan su plenitud unitaria en el mismo Mesías y con él en Dios.

Por cierto, Teilhard asocia tanto el punto A con el Ω con Cristo-Universal de la Revelación. Él es también la presencia permanente que impulsa al universo hacia su momento culminante. En su manifestación reflexiva sobre la conciencia humanaLa evolución entera, al verse llamada a un proceso de unión (de comunión) con Dios, se vuelve integralmente amante y amable en lo más íntimo y lo más terminal de nuestro desarrollo.En su manifestación reflexiva sobre la conciencia humana es la influencia de la gracia divina que conduce al ser humano a la redención.

El pensamiento de Teilhard no ha dejado de seducirme desde aquellos lejanos tiempos universitarios en que por primera vez llegó a mis manos El fenómeno humano, que como las demás obras de este autor, no contaba precisamente con el beneplácito del Santo Oficio romano. En próximos artículos allegaré antecedentes y puntos de vista adicionales con el objeto de profundizar en los fundamentos científicos de su teoría como también en su eventual disconformidad -que por ahora no advierto- con la revelación cristiana. Habría que decir que para fundamentar la ortodoxia de la visión de Teilhard, se han invocado diversos pasajes de las epístolas paulinas, los cuales parecen ciertamente iluminadores de la cuestión.

cristorey

El que sigue, por ejemplo:

Él (Jesucristo) es imagen de Dios invisible,
Primogénito de toda la creación,
porque en él fueron hechas todas las cosas,
 en los cielos y en la tierra,
las visibles y las invisibles,
tronos, dominaciones, principados, potestades:
todo fue creado por él y para él,
él existe con anterioridad a todo,
y todo tiene en él su consistencia.
Él es el Principio,
el Primogénito de entre los muertos,
para que sea él el primero en todo,
pues Dios tuvo a bien hacer residir en él toda la plenitud,
y reconciliar por él y para él todas las cosas,
pacificando mediante la sangre de su cruz,
los seres de la tierra y de los cielos.

Col 1, 15-20

(Dios) nos ha dado a conocer el misterio de su voluntad
según el benévolo designio
que en él (esto es, en Cristo) se propuso de antemano,
para realizarlo en la plenitud de los tiempos:
hacer que todo tenga a Cristo por cabeza,
lo que está en los cielos y lo que está en la tierra
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Ef 1, 9-10

© Lino Althaner
2015

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Debe nacer en tí

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Si Cristo naciere mil veces en Belén,
y no en ti, seguirás perdido eternamente.»

(Wird Christus tausendmal in Betlehem geboren,/ und nicht in dir, du bleibst noch ewiglich verloren (1.61).

 

Filippo Lippi

Filippo Lippi


¡Oíd el milagro! Cristo es el cordero y también el pastor,

cuando Dios nace hombre en mi alma.

(Hört Wunder! Christus ist das Lamb und auch der Hirt,/ Wenn Gott in meiner Seel’ ein Mensch geboren wird (1,101).

 

Georges de la Tour

Georges de La Tour


¡De qué me sirve Gabriel, que saludes a María

si no tienes el mismo mensaje para mí!

(Was hilft michs Gabriel, dass du Mariam grüsst,/ Wenn du nicht auch bei mir derselbe Botte bist. (2,102).

Angelus Silesius, Cherubinischer Wandersman, El peregrino querubínico, 

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For unto us a Child is born,/ unto us a Son is given,/ and the government shall be upon his shoulder;/ and his name shall be called Wonderful,/ Counsellor, the Mighty God,/ the Everlasting Father, the Prince of Peace.


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Porque un niño nos ha nacido,

nos ha sido dado un hijo,
que tiene sobre su hombro el señorío
y llevará por nombre
maravilloso consejero, Dios fuerte,
Padre sempiterno, Príncipe de la paz.

(Isaías, 9,6)

 

© Lino Althaner
2014

Un villancico de Lope de Vega (reedición)

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Algo de lo más importante está por ocurrir. Lo vamos a celebrar. Tal vez conmemoraremos con una cena en familia, unos bellos ornamentos apropiados para la ocasión, un pino emperifollado o, mejor, un pesebre con el Niño, María y José, ángeles, pastores, magos venidos de oriente. Muchos animalitos que observan el acontecimento del nacimiento del Salvador. Quizás una música apropiada para la ocasión. Yo elegiría probablemente el hermoso concierto fatto per la notte di Natale, de Arcangelo Corelli (1653-1713). Si le tomaramos el peso a lo que todo ello representa, sería verdaderamente una enormidad. Si estuviéramos plenamente conscientes de lo que este Nacimiento significa, tendríamos motivos para exultar de gozo de manera indefinida. Sobre ello tendríamos que meditar.

B.E. Murillo – Virgen y Niño – wikipaintings.org


Pero sucede algo todavía más significativo. Para ello, claro, tendremos que preparar un rincón muy humilde en nuestros corazones y allí disponer un pesebre. Entonces sí que ocurrirá un portento. No la sola celebración y conmemoración sino un hecho actual: nacerá el Niño Dios en el sancta sanctorum de nuestra intimidad. Al centro del amor y de la paz que le hemos preparado, allí él se instalará y no más lo podremos olvidar.

Pero habremos de mantener una rigurosa disciplina, si queremos que permanezca a nuestro lado. No molestarlo con el ruido, con las disputas, con las pequeñeces que suelen hacer nuestro diario quebranto. Si estamos seguros de que está con nosotros ¿no seremos capaces de mantener la calma, de sosegar la ira, de avivar la llama del amor?

En el siguiente villancico, Lope de Vega (1562-1635) les pide a los ángeles que sujeten las ramas de las palmas de Belén, conmovidas por el viento, para que el Niño pueda dormir en su paz. Es la paz que tendremos que imponer a nuestras inquietudes y nuestros reclamos, al ruido sin sentido que se enseñorea de pronto de nosotros, hasta hacernos parecer enajenados. Si queremos no olvidarlo. Como los ángeles, aquietemos las palmas.


Pues andáis en las palmas,

ángeles santos,
que se duerme mi Niño,
tened los ramos.

Palmas de Belén
que mueven airados
los furiosos vientos
que suenan tanto;
no le hagáis ruido,
corred más paso.
Que se duerme mi Niño,
tened los ramos.

El Niño divino
que está cansado
de llorar en la tierra
por su descanso,
sosegaros quiere un poco
del tierno llanto.
Que se duerme mi Niño,
tened los ramos.

Rigurosos hielos
le están cercando;
ya veis que no tengo
con qué guardarlo.
Ángeles divinos
que vais volando,
que se duerme mi Niño,
tened los ramos.


Este villancico lo conozco en tres versiones musicalizadas. Una es la española, flamenca, que interpretada por el cantante español Fernando Terremoto, suena muy emotiva y auténtica. Hermosa versión.

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La segunda es de  la madurez de Johannes Brahms (1833-1897), una obra maestra (opus 91, número 2) de este músico, basada en una adaptación de Lope por el poeta alemán Emanuel von Geibel. La versión que adjunto la interpreta la soprano estadounidense Jessye Norman.

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(Die ihr schwebet/ Um diese Palmen/ In Nacht und Wind,/ Ihr heilgen Engel,/ Stillet die Wipfel!/ Es schlummert mein Kind.// Ihr Palmen von Bethlehem/ Im Windesbrausen,/ Wie mögt ihr heute/ So zornig sausen!/ O rauscht nicht also!/ Schweiget, neiget/ Euch leis und lind;/ Stillet die Wipfel!/ Es schlummert mein Kind.//Der Himmelsknabe/ Duldet Beschwerde,/ Ach, wie so müd er ward/ Vom Leid der Erde./ Ach nun im Schlaf ihm/ Leise gesänftigt/ Die Qual zerrinnt,/ Stillet die Wipfel!/ Es schlummert mein Kind.// Grimmige Kälte/ Sauset hernieder,/ Womit nur deck ich/ Des Kindleins Glieder!/ O all ihr Engel,/ Die ihr geflügelt/ Wandelt im Wind,/ Stillet die Wipfel!/ Es schlummert mein Kind).

La tercera es la del músico austríaco de origen esloveno Hugo Wolf (1860-1903), basada también en el texto de Emanuel von Geibel. Aquí la interpreta la gran cantante alemana Elisabeth Schwarzkopf.

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Si no olvidamos a Corelli y a tantos otros músicos, muchos de ellos anónimos, que han creado música bella para la Navidad, tendremos desde ya la posibilidad de crear un ambiente sonoro propicio para celebrar a Jesús que vuelve a nacer en nuestros hogares y en nuestros corazones. Sin petardos ni gritos ni otras estridencias. Para protegerlo de los metafóricos hielos, que lo están cercando, que sirvan las bellas melodías navideñas y el fuego de nuestro amor.

Está entrada la he editado varias veces: la primera vez fue a fines de 2011. He debido hacerlo para poner de manifiesto los avances tecnológicos del blog, que ahora acepta los videos, y también para incluir el nuevo material concerniente a este villancico de Lope, que he ido descubriendo. En esta ocasión incorporé el video de Elisabeth Schwarzkopf interpretando la música de Hugo Wolf.

© Lino Althaner
2014

La peregrinación (A la huella, la huella)

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Albrecht Dürer

Albrecht Dürer


A la huella, a la huella

José y María,
por las pampas heladas
cardos y ortigas.

A la huella, a la huella
cortando campo,
no hay cobijo ni fondo
sigan andando.

Florecita del campo,
clavel del aire,
si ninguno te aloja
¿adónde naces?

¿Dónde naces, florecita,
que estás creciendo,
palomita asustada,
grillo sin sueño?

A la huella, a la huella
los peregrinos,
préstenme una tapera
para mi Niño.

A la huella, a la huella
soles y lunas,
los ojitos de almendra,
piel de aceituna.

¡Ay burrito del campo!
¡Ay buey barcino!
¡Que mi Niño ya viene,
háganle sitio!

Un ranchito de quincha,
sólo me ampara,
dos alientos amigos
la luna clara.

A la huella, a la huella
José y María
con un Dios escondido,
nadie sabía.

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De la Misa Criolla. Música: Ariel Ramírez. Letra: Félix Luna

Intérpretes: The King’s Singers

© Lino Althaner
2014

Y brotará una rosa…

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Ha brotado una rosa,

de una tierna raíz.
Decían los ancianos
que venía de Jesse.
Y surgió este capullo
en medio del invierno
justo a la medianoche.

De esta florecilla
profetizó Isaías.
Por la Virgen María,
por ella nos llegó.
Sin perder su pureza
dio ella a luz un niño
cuando Dios lo ordenó.

Jesús, mientras sigamos
en este triste valle
que tu guía nos lleve
a la eterna morada. 
Que en el reino del Padre
por siempre te alabemos 
permítenos, oh Dios.

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Es ist ein’ Ros’ entsprungen,

aus einer Wurzel zart.
Als uns die Alten sungen,
von Jesse war die Art.
Und hat ein Blüm’lein ‘bracht;
mitten im kalten Winter,
wohl zu der halben Nacht.

Das Röslein, das ich meine,
davon Jesaia sagt,
hat uns gebracht alleine
Marie die reine Magd.
Aus Gottes ew’gem Rat,
hat sie ein Kind geboren,
welches uns selig macht.

O Jesu, bis zum scheiden
aus diesem Jammertal
lass dein Hilf uns geleiten
hin in den Freudensaal.
In deines Vaters Reich
Da wir Dich ewig loben.
O Gott, uns das verleih.

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Cantoral de Speyer

Cantoral de Speyer


Esta canción navideña, una de las más hermosas que conozco, fue compuesta en el siglo XVI. Aparece ya en el Cantoral de Speyer, impreso en Colonia en 1599. Fue luego armonizada por Michael Praetorius (1571-1621) en 1609, alcanzando así la forma en que hoy día se la conoce. La letra, que tiene muchas variantes, es de autor desconocido.  Es cantada tanto en la liturgia católica como en la protestante. 

La versión que arriba presente es de The King’s Singers (Los cantores del Rey), un conjunto inglés merecedor de su nombre. Enseguida adjunto la del Ensemble Amarcord, con sede en Leipzig.

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La melodía fue usada por Johannes Brahms (1833-1897) como base para su preludio coral para órgano, transcrito luego para orquesta por Erich Leinsdorf. También por Hugo Distler (1908-1942) en su oratorio Die Weinachtsgeschichte (La historia de Navidad), y por el músico sueco Jan Sandström (1954) para una composición para dos coros a capella. 

© Lino Althaner
2014

Sugerencias para Navidad

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Comenzamos diciembre, el mejor mes del año.

Lo que en diciembre se celebra, su sentido, cada vez se nos vuelve menos claro. Prontos estamos, en cambio, para morder el anzuelo que nos tienden los comerciantes, que ya desde fines de octubre comienzan a preparar su propia celebración a costa nuestra. Cosa que hacen con gran generosidad, abriendo ampliamente las puertas al consumo y al endeudamiento (¡miel sobre hojuelas!), al pago diferido (mientras más diferido, más suculento para el comerciante y más oneroso y usurario para su cliente).

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Albrecht Durer – Cervus lucanus (wikipaintings.org)


Bueno, la verdad es que los comerciantes no celebran la gran fiesta del mes de diciembre. Lo de ellos es más bien una gran contracelebración, que repetida año tras año, ha terminado por hacer que nos olvidemos de la verdadera fiesta. Ella no es la llegada del Viejo Pascuero ni el pino iluminado por ampolletitas intermitentes, rodeado de regalos con que engañamos a los niños y nos hacemos lesos a nosotros mismos. No es esta la fiesta de la competencia y de la ostentación, éste no es un evento farandulero. Es esta la fiesta del Nacimiento, del Renacimiento, de la Redención. Es la fiesta del tiempo que se renueva, que algún día se renovará completamente. Es por ello propicio que se halle tan cercana al Año Nuevo. 

Si celebramoas, hagámoslo como es debido. Celebremos con sentido. Sabiendo lo que estamos celebrando. Tratando de recuperar esta fiesta para nosotros, arrebatándola de las manos de quienes la han disminuido y desnaturalizado,  y multiplicado para su intereses. No es esta la fiesta del mercado, no es la fiesta del comercio, de los bancos, de los supermercados. Es esta la fiesta del hombre, del niño, es esta la gran fiesta de la familia, que es el lugar en que se encuentran el hombre, la mujer, el niño y el anciano, que debieran juntarse especialmente en esta ocasión, para recordar y festejar lo que se celebra de verdad.

No es este el mes de las urgencias. Aunque a veces parece que lo fuera. En el ciego afán de cumplir con los roles que el mercado liberal nos ha asignado, corremos como nunca este mes. Como consecuencia de lo cual aumentan los tropezones, los pisotones, los codazos y los choques. Aumentan los clientes de las postas de urgencia y de la morgue. Crece el descontrol, la agresividad, está la ira a flor de piel. El entorno presiona a las personas hasta lo insoportable, obligándolas a comportarse contrariando su naturaleza. Urgiéndose sin sentido plausible. Ocurre mucho en diciembre. Aumentan los síntomas de enfermedades que aparecen porque es demasiada la presión: delirios, alucinaciones, manías (las típicas «enfermedades de la cabeza» de Kant) y nuestras conocidas depresiones. En este mes de diciembre, en que celebramos al Hombre que nace, tengámonos respeto, acordémonos que somos nada menos que hijos de Dios. Este no es el mes del ajetreo y de la prisa, sino el del retiro, la meditación y la calma, la paz. Así me lo enseñaron quienes sabían lo que en ese ambiente había que festejar.

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Albrecht Durer – Joven liebre (wikipaintings.org)


El espíritu profundo de este mes nos dice, en cambio, que no nos apuremos. O que nos apuremos sin prisa. Festina lente reza el lema.  Caminad lentamente si queréis llegar más pronto a un trabajo bien hecho. Una vez más se los recuerdo, pues resulta especialmente válido para el mes de Navidad. El oro del mundo, que nos llega a raudales este mes, se pierde en la prisa.

Rainer Maria Rilke, el poeta bohemio, comenta sobre el particular en sus Sonetos de Orfeo (XXII):

Wir sind die Treibenden.
Aber den Schritt der Zeit,
nehmt ihn als Kleinigkeit
im immer Bleibenden.

Alles das Eilende
wird schon vorüber sein;
denn das Verweilende
erst weiht uns ein.

Knaben, o werft den Mut
nicht in die Schnelligkeit,
nicht in den Flugversuch.

Alles ist ausgeruht:
Dunkel und Helligkeit,
Blume und Buch.

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Albrecht Durer – Retrato de un joven (wikipaintings.org)


Lo que en español debería sonar más o menos así:


Somos hombres inquietos.

Pero el paso del tiempo
no es  más que pequeñez
en lo eternamente perdurable.

Todo lo que apremia
pronto habrá pasado;
pues sólo es capaz de consagrarnos
lo que permanece.

Oh, no pongáis, muchachos,
el valor en la urgencia
ni en el querer volar.

Está todo en reposo:
la sombra y también la claridad,
la escritura y la flor.


Para finalizar esta entrega, resumo estas pequeñas sugerencias para el mes de diciembre:

no agitarse comprando,
no endeudarse,
no participar en la competencia que el mercado nos impone,
no hacer ostentación,
no dejarse llevar por la urgencia .

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Albrecht Durer – Manos en oración (wikipaintings.org)


y todo posponerlo para acordarse de lo que hay que celebrar.

Para ponerse en sintonía con la fiesta, que sirva este concierto de Arcangello Corelli, fatto per la notte di Natale. La pastoral maravillosa con que termina, ¡qué manera de impregnarnos del espíritu de la Navidad!
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Esta entrada es reedición de una anterior.

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© Lino Althaner
2014

Dos mujeres

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Nuestra colega y amiga Rosa de los Vientos, a propósito de la penúltima entrada de este blog, comentaba apesadumbrada acerca de la prejuiciosa tradición que suele asociar no pocos males a la  belleza seductora de la mujer. Y yo le contestaba con una obviedad: recordándole la relación de ese tópico con la historia veterotestamentaria según la cual la seducción del primer hombre por su mujer, que indujo a este a gustar del fruto prohibido, desobedeciendo así el mandato divino, que significó nada menos que la pérdida del paraíso para la humanidad y la entrada de ésta en el ámbito del pecado y la imperfección.

Michelangelo Buonarroti

Michelangelo Buonarroti

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Tanto Adán como Eva tratan de disculparse ante Dios, en un estilo demasiado humano (Gen, 4,15). Adán: La mujer que me diste por compañera me dio del árbol y comí. O sea, no fui yo el culpable. Fue la mujer, y la que tú me diste. Eva: La serpiente me sedujo, y comí. Según la psicología junguiana, esta serpiente no representaría sino la sombra de la misma Eva, es decir, una parte de su inconsciente que se rebela contra la prohibición y muerde su propio anzuelo, haciendo que Adán también lo muerda.

Las consecuencias de esta historía, producto por cierto de una sociedad extremadamente machista, impregnan fuertemente a las religiones monoteístas. Y no pueden sino manifestarse en lugares comunes acerca de la condición de la mujer. A pesar de que los libros sagrados y la historia están llenos de mujeres que sobresalen por su fidelidad, por su carácter heroico, por su generosidad, por su compromiso con la comunidad, por su entrega al Altísimo. El ejemplo de éstas debería borrar de una vez por todas el efecto de aquel mito original.

El supremo modelo de mujer, el verdadero, lo conocemos. A partir de él, el modelo de Eva ha quedado obsoleto..

murilloinmaculada-concepción

Bartolomé E. Murillo – La Inmaculada Concepción

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El más perfecto es el de María, la madre de Jesús de Nazaret. Suma de perfecciones. De humildad, de inocencia y de pureza, de perfecta sintonía con la providencia divina, de perfecta sumisión y obediencia, por lo tanto, de amor y de entrega ilimitada. Así como la Eva del Génesis hace paladear a la humanidad el venenoso encanto del fruto prohibido, María la restaura con el fruto bendito de su vientre, el Mesías anunciado por los profetas, el Redentor. En otros artículos de de Todo el Oro del Mundo he destacado el reconocimiento que a esta mujer sublime y Reina de los Cielos han dedicado poetas de la estatura de Dante, Goethe o  T.S. Eliot. Por favor, ganen unos minutos en leerlos, pues dicen de una verdad que nace en lo profundo del alma humana.

Vergine madre, figlia del tuo figlio/ umile e alta più che creatura,/ termine fisso d’eterno consiglio/ tu se’ colei che l’umana natura/ nobilitasti si… (Virgen Madre, hija de tu hijo/ la más humilde y alta de las creaturas/ término fijo de la eterna voluntad/ tú eres quien la humana naturaleza ennobleciste…)  Así se dirige a ella Dante Alighieri en el Canto XXXIII del Paraíso. Y Goethe, en la escena final de su Fausto: Höchste Herrscherin der Welt,/ lasse mich im blauen,/ Ausgespannten Himmelszelt/ Dein Geheimniss schauen! (¡Sublime Señora del mundo,/ deja que contemple tu misterio/ en el fondo azul del cielo!). El misterio a que alude Goethe es el de la eterna femineidad de María.

Luego de haberle sido anunciado por el ángel que iba a ser madre del Salvador, en presencia de su prima Isabel, elevó al cielo un himno hermosísimo, conocido como el Magnificat, por la palabra inicial de su texto en la Vulgata latina.

Esta versión es en hebreo. La inscripción del himno que se muestra al principio se encuentra en la iglesia de la Visitación de Ain Karim, pequeña población cercana a Jerusalén en la cual, según la tradición, habría tenido lugar el encuentro entre María y su prima Isabel, la madre de Juan el Bautista.

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Alaba mi alma la grandeza del Señor/ y mi espíritu se alegra en Dios mi salvador/ porque ha puesto los ojos en la pequeñez de su esclava;/ por eso desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada,/ porque ha hecho en mi favor cosas grandes el Poderoso, Santo su nombre,/ y su misericordia alcanza de generación en generación a los que le temen./ Desplegó la fuerza de su brazo, dispersó a los de corazón altanero./ Derribó a los potentados de sus tronos y exaltó a los humildes./ A los hambrientos colmó de bienes y despidió a los ricos con las manos vacías./ Acogió a Israel, su siervo,/ acordándose de la misericordia/ -como había anunciado a nuestros padres- en favor de Abrahán y de su linaje por los siglos
(Lc 1, 46-56).

Este himno ha sido empleado muchas veces por los grandes compositores para elevar su propio canto de alabanza a la Reina de los cielos. Monteverdi, Buxtehude, Pachelbel, Charpentier, Bach y Vivaldi, entre los clásicos, Penderecki, Gorecki y Pärt, entre los modernos, han ideado músicas maravillosas para estos conmovedores versículos, que los cristianos hacemos nuestra oración para dirigirnos al Padre Eterno.

He elegido el Magnificat RV 611, de Antonio Vivaldi, para adicional ilustración musical de este artículo.

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(Magnificat anima mea Dominum,/ et exultavit spiritus meus in Deo salutari meo,/ quia respexit humilitatem ancillae suae./ Ecce enim ex hoc beatam me dicent/ omnes generationes, quia fecit mihi magna/ qui potens est, et sanctum nomen eius,/ et misericordia eius/ a progenie in progenies timentibus eum./ Fecit potentiam in brachio suo,/ dispersit superbos mente cordis sui,/ deposuit potentes de sede,/ et exaltavit humiles,/ esurientes implevit bonis,/ et divites dimisit inanes./ Suscepit Israel puerum suum/ recordatus misericordiae suae,/ sicut locutus est/ ad patres nostros/ Abraham et semini eius in saecula.

Hoy día se celebra el día de la Inmaculada Concepción de María. Es el motivo de este artículo. Es la ocasión de repetir su himno con nuestros labios y con nuestros corazones, y de clamar desde nuestra más honda intimidad:

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Maria

ora pro nobis.

© Lino Althaner
2014

El poder de la mente

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El hombre puro, sentado en su casa y pensando los rectos pensamientos, será oído a mil millas de distancia.

Proverbio chino

Christopher Beikmann

Christopher Beikmann


No importa cuan alejado estés y cuan solitario te sientas; si realizas tu trabajo a conciencia y verdaderamente, amigos desconocidos te buscarán y llegarán a tí.

Proverbio alquímico

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Solamente aquellos que han aprendido el arte de retirar sus ojos de la luz cegadora de las opiniones corrientes y que cierran sus oídos a los slogan efímeros, pueden recobrar lo esencial.

Carl Gustav Jung

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Los textos seleccionados corresponden a una carta de Carl Gustav Jung al escritor, poeta y diplomático chileno Miguel Serrano, entonces embajador en la India. Está fechada el 14 de septiembre de 1960, ocho meses antes del fallecimiento del psiquiatra y psicólogo suizo, y se incluye, junto con otros interesantísimos documentos, en el libro de Serrano El círculo hermético (Editorial Kier, Buenos Aires 2004), en que relata su experiencia de amistad con Jung y Hermann Hesse, unidos los tres por su su empeño en preguntarse acerca de los misterios insondables del alma humana y del eventual poder de la filosofía oriental como instrumento para enriquecer la civilización cristiana de occidente.
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Los traigo a colación por su relación con la lectura del Libro Rojo, de Jung, que he comenzado recientemente.

Los dos primeros proverbios dicen, a mi entender, del supuesto poder de la mente profunda del hombre iluminado para proyectarse hacia otras mentes sin límites espaciales ni temporales, merced a su capacidad de engendrar imágenes que se atesoran en el inconsciente colectivo de la humanidad para surgir, inspirar y dar su fruto en el momento justo. Es un poder que sería capaz de generar secretas cadenas de amistad dispuestas a hacerse de pronto evidentes.   

El tercer texto es un comentario de Jung a un proverbio engañoso: Vox populi, vox dei, mayúscula trampa para quien aspire a aproximarse siquiera levemente a la verdad en cualquier orden de cosas.



© Lino Althaner

2014

El niño dentro de nosotros (3)

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No quiero ser para vosotros un redentor, ni un legislador,
ni un educador. Pues ya no sois como niños.

C. G. Jung

En El Libro Rojo nos muestra Carl Gustav Jung como el espíritu de la profundidad le enseña a  decir, en medio de su experiencia de profunda introspección psíquica: Yo soy el servidor de un niño. Así, afirma, aprende la humildad extrema cuando más la necesita. Pues su alma es un niño y mi Dios en mi alma es un niño. El espíritu de la profundidad le enseña que la vida está circundada por el niño divino. De su mano -asevera- me vino todo lo inesperado, todo lo viviente. Y continúa: Este niño es lo que siento como una juventud que brota eternamente en mí. El niño es futuro en potencia.


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La imagen del niño importa humildad, inocencia, armonía y confianza. Proyecta una paz indescriptible. Es en ese sentido arquetipo del inconsciente y modelo para el hombre. También porque el niño ejercita activamente su imaginación y ama, en su pequeño mundo, hacer realidad sus fantasías.  Es un aventurero potencial.  Es pura espontaneidad.  No se encuentra atado al mundo.

El niño es imagen de plenitud y apunta hacia el futuro, hacia la restauración definitiva de los tiempos, cuando los  cielos y la tierra se renueven, y surja el hombre nuevo.  No está atado al presente.

El niño tiene un inconsciente muy poderoso. Viene el niño emergiendo de la pura inconsciencia, repleto de imágenes que pugnan por darse a conocer. Siente entonces a su alma cercana. No ha sido aun alejado de ella por las apariencias y los convencionalismos de lo que llamamos el mundo real. La imagen del niño, estaría aludiendo, por lo tanto, a un estado en que la vida del hombre se desarrolla sin desconocer el aporte de la mente inconsciente. De esta se derrama el espíritu de la profundidad para enfrentarse con la superficialidad conformista del espíritu del tiempo, que espera sobre todo sumisión a lo establecido. 

 

Fotografía por Bill Gekas

Fotografía por Bill Gekas


Pero no nos equivoquemos: Jung no postula el infantilismo como modelo. La imagen a que se refiere no debe ser relacionada ni con la falta de madurez, ni con la imprudencia, ni con la irresponsabilidad propias de la infancia. El hombre infantil es, según Jung, transitoriedad sin esperanza.

Este Libro no es uno fácil de entender. Es un libro sujeto a interpretaciones encontradas, como los libros que escriben los poetas, O como los libros proféticos. No son un producto de la razón ni de la lógica común.  Por ello es que el texto de Jung abunda en paradojas, en ambigüedades, en símbolos e imágenes oscuras. Porque ha sido extraido desde la imprecisión del inconsciente psíquico.

Si sois seres adultos, que han engendrado o dado a luz, sea en el cuerpo o en espíritu, entonces vuestro Dios asciende desde una cuna resplandesciente hacia la inconmensurable  altura del futuro, hacia la madurez y completitud del tiempo venidero.

Es el hombre maduro el que ha de hacerse servidor del niño divino que habita en su alma. El que sigue los pasos de ese niño es el hombre maduro que aspira a la plenitud; no solo tal vez a la plenitud personal sino también a la plenitud de la humanidad. Ese niño, ciertamente, no es un niño cualquiera.

 

19 LIEBERMANN JESUS AU TEMPLE A L AGE DE 12 A

Max Liebermann – Jesús en el templo a los 12 años

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El niño tiene el futuro a su disposición. En esto debería asemejarse a él el ser humano en su madurez. En el no tener un futuro constreñido. En ser libre como un niño. En no hallarse esclavizado por las ataduras sociales. En vivir, como afirma Jung, hacia el otro lado, esto es, hacia lo que está más allá de las palabras ya dichas, de los convencionalismos, de los destinos prefabricados, Y por cierto, más allá también de la superficie de la conciencia, es decir, en contacto permanente con el alma.

Tu seguir viviendo es vivir hacia el otro lado.

Viviendo hacia el otro lado, engendra el ser humano  y da a luz lo venidero. Es fecundo. 

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Para el lector interesado adjunto una nómina de las entradas publicadas acerca de Carl Gustav Jung y su Libro Rojo, sin incluir la presente:

15.11.  El Libro Rojo – Das Rote Buch – The Red Book 
20.11. Las palabras de la profundidad
22.11. El sacrificio y la soledad
23.11. No es la voz del espíritu del tiempo
26.11. El sueño que es mi sueño
30.11. El niño dentro de nosotros
1.12.   El niño dentro de nosotros (2)

Todos no más que ejercicios de interpretación.

© Lino Althaner
2014

El niño dentro de nosotros (2)

4 comentarios


Un libro es capaz de empujar al mundo

en otra dirección, cuando está escrito con sangre y fuego.
(Cary Baines, sobre El Libro Rojo, de C. G. Jung)


Algo más acerca de nuestro niño interior, conforme a la psicología junguiana.

Es bastante sabido que Carl Gustav Jung entiende al alma como una entidad sustancial y autónoma, distinta de la conciencia e inaccesible a la voluntad, en la cual se acumula de manera inconsciente la experiencia ancestral del ser humano. Es el alma, según él, una cantera inagotable de imágenes y de símbolos, que suele expresarse en la imaginación, en la visión, en el sueño. Es el ámbito en que habitan los arquetipos, motivos universales, frecuentemente expresados en la religión, en el mito, en la leyenda y en la poesía, que apuntan a la esencia común de la humanidad.  

Aquí nos cuenta Jung cómo, después de haber perdido el contacto con su alma, en la enajenación mundana del reconocimiento y de la fama, ha llegado a reencontrarse con ella. Una buena estrella lo guía de regreso hacia ella, lo que Jung celebra, pues ha llegado a intuir que no en el mundo sino que en la soledad profunda de su alma, allí ha de encontrarse con la esencia de sí mismo, con su auténtica individualidad.  Pues allí reside la sola posibilidad de realización plena. Dice entonces a su alma:

Dame tu mano, mi alma casi olvidada. Cuán cálida la alegría de volverte a ver, a tí, alma largamente negada. La vida me ha llevado nuevamente hacia tí. Queremos agradecerle a la vida, agradecerle todas las horas alegres y todas las horas tristes, agradecerle la alegría y el dolor. Alma mía, contigo he de continuar mi viaje. Contigo quiero ascender hacia mi soledad. (1)


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Pero ¿a quien encuentra Jung en lo más profundo de su alma? En el capítulo 2 (Alma & Dios) explica su descubrimiento de la imagen de Dios. ¿Y qué le muestra la imagen de Dios? La imagen de Dios es la de un niño. Se admira por cierto de esto y no puede sino preguntar:

¿Quién eres tú niño? Como niño, como niña, te han representado mis sueños; no sé nada de tu misterio. Disculpa si hablo como en sueños, como un borracho, ¿eres Dios? ¿Es Dios un niño, una niña? Perdona si hablo algo confuso. Nadie me oye. Hablo en voz baja contigo y tú sabes que no soy un borracho, un hombre confundido. … Qué asombroso me suena llamarte niño, tú que aun así sostienes infinitudes en tu mano. (2)

Dean White - Father & child

Dean White – Father & child


Lo que sigue es ya una alocución ejemplar de las que los hombres dirigen a Dios, cuando advierten su presencia en ellos mismos o en las circunstancias de la vida. Atisbamos una auténtica y profunda espiritualidad en estas hermosas palabras que Jung dirige a la imagen del niño que impera en su alma en forma de arquetipo, y que es un modelo para los seres humanos de todos los tiempos:

Yo andaba por el camino del día y tu ibas invisible conmigo juntando una parte y otra con sentido, y me dejaste ver en cada parte un todo. Quitaste allí donde yo pensaba retener, me diste donde nada esperaba, y una y otra vez causaste destinos desde flancos nuevos e inesperados. Donde sembraba, me robabas la cosecha, y donde no sembraba me dabas miles de frutos diversos. Y una y otra vez perdía el sendero para volver a encontrarlo. Allí donde nunca lo hubiera esperado. Sostuviste mi fe cuando me encontraba solo y cerca de la desesperación. Me permitiste, en todos los momentos decisivos, creer en mí mismo. (3)

Imagen policromada, Italia septentrional, segunda mitad s. XVIII

Imagen policromada, Italia septentrional, segunda mitad s. XVIII


Parece evidente. La imagen de Dios es aquí para Jung la imagen de un niño. El que vive en la profundidad de nuestra alma, en su realidad. Un supremo arquetipo de nuestra mente inconsciente.

(1) Gib mir deine Hand, meine fast vergessene Seele. Welche Wärme der Freude dich wiederzusehen, dich längst verleugnete Seele. Das Leben hat mich dir wieder zugeführt. Wir wollen das Leben danken, dass ich gelebt habe, für alle heiteren und für alle traurigen Stunden, für jegliche Freude und jeglichen Schmerz. Meine Seele, mit dir soll meine Reise weitergehen. Mit dir will ich wandern und aufsteigen zu meiner Einsamkeit.

(2) Wer bist du, Kind? Als Kind, als Mädchen, haben meine Träume dich dargestellt; ich weiss nichts von deinem Geheimnis. Verzeih, weil ich wie im Träume rede, wie ein Trunkener. Bist du Gott? Ist Gott ein Kind, ein Mädchen?. Vergieb, wenn ich verwirrtes rede. Niemand hört mich. Ich rede still mit dir, und du weisst dass ich nicht ein Trunkener, kein Verwirrter bin… Wie wunderlich klingt es mir dich Kind zu nennen, wenn du Unendlichkeiten in deiner Hand hältst.

(3) Ich ging auf dem Wege des Tages und du gingst unsichtbar mit mir, sinvoll Stück zum Stücke fügend, und liessest mich in jedem ein ganzes sehen. Du nahmst wo ich festzuhalten gedachte und du gabst mir wo ich nichts entwartete; und immer wieder von neu und unerwarteten Seiten führtest du Schicksale herbei. Wo ich säete raubtest du mir die Ernte, und wo ich nicht säete gabst du mir hundertfältige Frucht.



© Lino Althaner

2014

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