El cielo da, la tierra recibe y hace crecer, el hombre lleva a cabo.
Dong Zhongshu
Sólo el hombre perfectamente acorde consigo mismo,
perfectamente sincero, puede llevar a cabo su naturaleza…
Llevar a cabo la naturaleza de los seres y de las cosas es unirse
como tercero a la acción creadora y transformadora del cielo
y de la tierra.
Zhong Yong (El libro del Justo Medio)
Hemos visto, en este recorrido del libro Vacío y Plenitud, de Francois Cheng, en la parte dedicada a la obra y a la teoría pictórica de Shitao, cómo la reflexión acerca del arte lo conduce a pensar en el mundo y en el hombre, vistos en la pintura china como una ‘totalidad: totalidad del hombre y totalidad el universo, solidarios, y siendo, en verdad, una sola cosa’. En tal forma, Shitao expresa unas ideas muy presentes en la filosofía china, inspirándose al hacerlo tanto en el taoísmo y en la espiritualidad del budismo chan -que los japoneses llamarían zen- como en elementos valiosos del confucianismo.
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La reflexión siguiente de Shitao, referida específicamente a la actividad pictórica, podría relacionarse tal vez con cualquiera otra actividad:
‘El cielo confiere al hombre la regla, mas no puede conferirle su cumplimiento; el cielo confiere al hombre la pintura, más no puede conferirle la creación pictórica. Si el hombre descuida la regla para ocuparse solamente de conquistar su realización, si el hombre descuida el principio de la pintura para dedicarse inmediatamente a crear, entonces el cielo ya no está con él; por mucho que caligrafíe y pinte, su obra no cuajará’ (Palabras sobre la pintura, capítulo XVII).
La idea es que la actividad del hombre tiene una meta mucho más alta que la del propio lucimiento, la cual debe alcanzarse por medios dignos de sí mismo y del arte u oficio que emprende. Para llegar a ser un creador, antes debe conocerse a sí mismo y conocer las reglas de su arte; cultivarse para alcanzar el auténtico equilibrio.
El arte, recién entonces empezará a mostrársele como poder humano capaz de formar y dar vida.
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Shitao – Paisaje (www.wenshuan.com)
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‘Pues si los montes, los ríos y lo infinito de las criaturas pueden revelar su alma al hombre es porque el hombre detenta el poder de formación y de vida; si no, ¿cómo sería posible sacar del pincel y de la tinta una realidad que tenga carne y hueso, expansión y unísono, sustancia y función, forma y dinamismo, inclinación y aplomo, recogimiento y salto, palpitación secreta y brote, elevación altiva, surgimiento abrupto, altura aguda, escarpadura fantástica y desplome vertiginoso, que expresa en cada detalle la totalidad de su alma y la plenitud de su espíritu’ (idem, capítulo V).
Tal es la relación del hombre con la naturaleza, que para ser capaz de mostrarla en toda su verdad debe internarse en la naturaleza de los seres y de las cosas. Sólo así le estará permitido mostrar plenamente cómo la naturaleza se realiza en su pintura. Para internarse en la naturaleza de las cosas, la vía por excelencia, según Shitao, es la práctica de la pintura. Y más que un medio de expresión y de conocimiento, la pintura es una manera de ser, un camino de realización humana. La actividad pictórica y la plena realización del hombre se están retroalimentando permanentemente.
Se trata de un camino que exige receptividad. Una receptividad que no le es dada a cualquiera. Una receptividad que es apertura vocacional, anterior a todo conocimiento.
‘En lo que se refiere a la receptividad y al conocimiento, la receptividad precede y el conocimiento sigue; la receptividad que sea posterior al conocimiento no es verdadera receptividad. Desde la antigüedad hasta nuestros días, las mentes superiores siempre han empleado sus conocimientos para expresar sus percepciones, y se han esforzado por la intelección de sus percepciones para desarrollar sus conocimientos.’.
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Shitao – Paisaje (www.wenshuancn.com).
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No basta con lograr, a través de la debida percepción, una aptitud, un conocimiento parcial del arte.
‘Cuando una aptitud tan sólo puede aplicarse a un problema particular es porque aún sólo se fundamenta en una receptividad restringida y un conocimiento limitado; es importante, pues, que éstos se amplíen y se desarrollen antes de poder comprender el significado de la pincelada única. Porque la pincelada única, en efecto, abarca la universalidad de los seres; la pintura resulta de la recepción de la tinta; la tinta de la recepción del pincel; el pincel de la recepción de la mano; la mano de la recepción del espíritu: al igual que el proceso en que el cielo genera lo que la tierra luego lleva a cabo, todo es fruto de una recepción.’
Para que el hombre sea capaz de recibir plenamente el espíritu que conducirá a su mano en la pincelada, debe estar abierto al mundo en actitud de veneración.
‘Así, lo más importante para el hombre es saber venerar: pues aquel que no sea capaz de venerar los dones de sus percepciones se desperdicia a sí mismo sin provecho alguno, y, asimismo, quien ha recibido el don de la pintura, pero omite recrear, se reduce a la impotencia. ¡Oh, receptividad! Venéresela y consérvesela en la pintura, y hágasela obrar con todas sus fuerzas, sin falla y sin tregua. Como dice el Libro de las mutaciones: «imagen y semejanza de la marcha rigurosa y regular del cosmos, el hombre de bien obra por sí solo y sin descanso», y así se honrará verdaderamente la receptividad’ (idem, capítulo IV).
Absorbiéndose en su obra, alcanzándose y superándose en ella a sí mismo, el pintor participa en el perfeccionamiento del devenir. Si es que el espíritu se ha asentado con firmeza en la tinta, se puede esperar que la vida surja de la punta del pincel. Tendrá entonces lugar la metamorfosis. En el seno del caos se habrá instalado y brotado la luz. A partir de lo Uno surgirá la multiplicidad, susceptible de ser dominada. A partir de la multiplicidad, se revelará lo Uno. Tal como enseña el taoísmo.
Adquiere así el pintor su máxima dignidad. La adquiere también el hombre, cualquiera que sea su ocupación, siempre que sus actos se ajusten a una disciplina de la autencidad y conduzcan a una meta que encuentre en sí misma su fundamento y su sustancia.
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Con la ayuda de Francois Cheng hemos examinado sucintamente algunos aspectos de la teoría de la pintura, contenida en la obra del pintor paisajista Shitao (1642-1707). Los artículos han sido ilustrados con pinturas del mismo Shitao, quien desarrolló su arte a principios de la dinastía Qing (1644-1911).
Francois Cheng, el autor de Vacío y plenitud (Siruela, Madrid 2005) es especialista en poesía y pintura china. Nació en China en 1929 y es miembro de la Academia francesa de 2002. Otra obra suya, importante, es La escritura poética china (Pre-Textos, Valencia 2007), que incluye interesantes reflexiones acerca de la relación de la pintura con la poesía y la caligrafía, como asimismo una estupenda antología de poesía china de la época Tang.
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© 2012 Lino Althaner
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