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Tengo el sueño de un sueño,
es el sueño del siervo, mi señor,
que sólo si yo quisiera
podría llegar a ser.
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© Lino Althaner
2014
LO TENEMOS AL ALCANCE DE LA MANO
26/11/2014
Arte visual, Philosophia perennis, Poesía Arte, Carl Gustav Jung, Das Rote Buch, El Libro Rojo, Jesús de Nazaret, Lino Althaner, Literatura, Mística, Poesía, Poesía chilena, The Red Book 5 comentarios
28/10/2014
Lugares y gentes, Música, Poesía Antipoesía, Artefactos, Chile, Gentes, Humor, Lino Althaner, Literatura, Literatura chilena, Lugares, Música, Música chilena, Música folklórica, Nicanor Parra, Non-sense, Pablo de Rokha, Pablo Neruda, Poesía, Poesía chilena, Poesía del absurdo, Vicente Huidobro, Violeta Parra 11 comentarios
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Un recuerdo amoroso de mis padres.
Mi padre era un hombre de mucho humor. Le debo los primeros versos que aprendí:
Era de noche
y sin embargo
llovía.
Los hipopótamos revoloteaban
de rama en rama
de flor en flor.
El primer verso forma parte del acervo cultural hispánico, del folklore del absurdo, según he aprendido por Google y la Wikipedia. No así el segundo, que es fantástico como complemento del primero.
Mi madre no era seria. Por el contrario, se caracterizaba por su alegría. Sin embargo, carecía de humor, y sobre todo del tipo de humor que cultivaba mi padre, muy distinto al que se refleja en los versos anónimos de arriba, decididamente surrealistas. A su juicio, era ello producto de la formación extremadamente puritana y germana de mi progenitora, tan distante de la chispa y del doble sentido que impera en el humor iberoamericano. Por lo cual, había que evitar contarle algún chiste los sábados por la tarde: era muy posible, según él, que tras una noche de seria y analítica vigilia, mi madre lo llegara a comprender al día siguiente y se pusiera a reir en lo más solemne de la misa dominical. Pero mi madre era una mujer muy inteligente.
Yo heredé de ella el sentido del humor.
Pero volviendo a mi padre, ahora recuerdo otro de los poemitas que él me enseñó, y que yo tomaba para la chacota, cuando recién empezaba a tener uso de razón:
A la luz de un farol apagado
un ciego leía un libro cerrado.
Pues si se quiere encontrar a estos versos un sentido profundo, incluso uno metafísico, es posible hacerlo con fundamento.
Años más tarde, un gran poeta chileno, de vivo ingenio criollo, llevaría endecasílabos como el que sigue a una apoteosis antipoética de fama universal:
Nicanor Parra ha cumplido hace unas semanas cien años. Su hermana Violeta, que, tal como mis padres queridos, pasó hace años a mejor vida, todavía tiene fuerzas para rendirle este homenaje:
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© Lino Althaner
2014
27/10/2014
Philosophia perennis, Poesía Chile, De la roca solo arena, Elmgreen & Dragset, Lino Althaner, Literatura, Lyon, Plenitud, Poesía, Poesía chilena, Retrato, The weight of oneself 4 comentarios
Te encuentras de pronto contigo
sin maquillaje ni disfraz
luciendo todas tus fracturas
y todas tus mentiras y delirios.
Sin miedo te miras desnudo.
Puedes mostrarte como eres.
En toda tu indigencia deslumbrante
pleno en tu inacabamiento.
Dices basta a la amapola.
Recuperas los cristales.
Casi sin esforzarte
te pesas a tí mismo.
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© Lino Althaner
2014
26/10/2014
Poesía Chile, De la roca solo arena, El Melocotón, fotografía, jardín, Lino Althaner, Literatura, Literatura chilena, Lugares, Mística, Poesía, Poesía chilena, San José de Maipo 4 comentarios
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Como los muros de un baluarte
espeso de verdor
los árboles circundan el jardín
por los cuatro costados.
Aquí nacen las palabras
sin quererlas
sin pensarlas
y nacen tan solo para mí
las palabras que nadie podría refutar.
Pues son esas palabras lo que soy.
El cielo está ciego
u hoy día muy lejano.
Mas las flores de este mi jardín
satisfacen cualquier ansia.
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© 2014
Lino Althaner
02/07/2014
Arte visual, Lugares y gentes, Poesía Arte, Chile, China, De la roca solo arena, Feng Jiang, fotografía, Imágenes, Libros, Lino Althaner, Literatura, Literatura chilena, Mística, Poesía, Poesía chilena, Religión 10 comentarios
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Ayer todavía recordaba.
El rostro lo sentía iluminado
por el sol verdadero.
Pero el sol es hoy el mismo.
Solo mi vista ha cambiado.
Algo ayer me elevó
que hasta ayer me acariciaba
cercano a lo que hoy día me vulnera
y quiere ensombrecerme y aplastarme.
Lo que ayer era leve en su certeza
hoy es pura terrestre gravedad.
Ni siquiera unas huellas en la arena.
No más que materia desencantada.
Hoy día desperté sin recordar
lo que ayer me iluminaba.
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En el camino de la búsqueda de pronto nos parece recordar. Pero luego olvidamos. No nos queda sino la nostalgia de una memoria perdida.
Sigo editando en este espacio algunos versos de mi poemario «De la roca solo arena».
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© 2014
Lino Althaner
El autor de la fotografía es Feng Jiang. La he tomado del blog «Cuaderno de Retazos», que está repleto de pintura y fotográfía china, entre otras cosas hermosas (http://cuadernoderetazos.wordpress.com).
24/11/2012
Arte visual, Philosophia perennis, Poesía Arte, Física, Lino Althaner, Literatura, Literatura chilena, Mística, Pintura, Poesía, Poesía chilena, R. Valluzzi, Taoismo 1 comentario
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Como a una partícula cualquiera
que atraviesa la mínima espesura.
A la cual el vacío interpela
y de pronto la inunda
la arrastra y la captura.
Que a su ámbito la arrastra
más allá de ilusiones que ensombrecen
o iluminan.
La arrebata y la pierde de sí misma.
La rescata.
Así suele arrastrar el vacío
al hombre que corre la necia maratón
por un premio homicida.
El vacío lo salva y lo remite
más allá de sí mismo.
Lo llena de una suerte de inconciencia
de una rara sinrazón
de una falta de urgencia
y de más que evangélica humildad.
Humildad en la locura.
Y en la profundidad.
El hombre que atraviesa la espesura
prisionero de pronto del vacío
recuerda que no es pura superficie.
Lo seduce la tierra prometida.
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Física. Mística. Pintura. Poesía.
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© Lino Althaner
2012
15/11/2012
Philosophia perennis, Poesía Adonis, Ali Ahmad Said Esber, Este es mi nombre, Koloman Moser, Lino Althaner, Literatura, Literatura chilena, Mística, Poesía, Poesía chilena, Religión, Singulares, Steinhof, Veni Creator Spiritus 6 comentarios
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El hombre es una descendencia por llegar
Ángel por sabiduría y por iluminación
él no vive como la hierba
él no es posesión ajena como el trigo
pero él está vivo como su propia alma
poseedor cuya posesión abarca la tierra y a veces el cielo
su cabello es la vegetación
su cuerpo los climas
sus venas los ríos
sus manos dos alas para caminar en el espacio
él, tierra en apariencia, mar en su fuero interno
Lávate para que pueda darte nombres nuevos
¡Sal a la tierra, oh niño!
Adonis
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Uno a uno desciende los peldaños
atraviesa las esferas
y accede a la humildad de mi morada.
Muy luego verás en el camino
mis huellas estampadas en la nieve.
Visita mi casa.
Todo en ella te espera.
Asegura el nuevo nombre.
Dale a mis manos tu fuerza.
Visita mi mente ¡oh Invitado!
No hacia el ruido.
Estoy vuelto hacia el silencio
y espero impaciente
junto al fuego y al agua de la fuente.
Así pues desciende.
Ven a verte a ti mismo.
A verte en mis arrugas
en mi pelo blanco.
A verte en mi silencio.
A verte en mi locura ¡oh Invitado!
Visita mi casa
y en nombre de la rosa enamorada
despierta la hermosa rebelión.
El día en que el nombre recupere
que me fuera arrebatado
o más bien que yo mismo abandoné.
Dale a mis manos la fuerza
que redima a la rosa purulenta
de la fácil potencia del gusano.
Y quédate en mi casa ¡oh Invitado!
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La primera parte de está entrada proviene de los libros Singulares y Este es mi nombre, del gran poeta sirio Adonis (Ali Ahmad Said Esber, 1930).
La segunda corresponde a un proyecto mío, en proceso de elaboración.
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© Lino Althaner
2012
08/07/2012
Arte visual, Miscelánea, Poesía Adonis, Alberto Durero, Alemania, Berlín, Bruno Ganz, Canción de la infancia, Cine, El cielo sobre Berlín, Las alas del deseo, Lied vom Kindsein, Literatura, Peter Handke, Poesía, Poesía chilena, Sandra Toro, Wim Wenders 22 comentarios
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De pronto me conmueve un ejemplo de buen cine. Difícil que sea parte de lo que están mostrando las salas santiaguinas, cuyas carteleras las copa casi completamente el cine comercial. Las gemas del séptimo arte me llegan generalmente en formato DVD, por intermedio de un amigo.
El título de este filme -o mejor dicho, su traducción al español y al inglés como Las alas del deseo o Wings of Desire– habrá inducido a más de alguna decepción. El original, menos vendedor por cierto, es El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin). El cielo no es el visible sino el metafísico o teológico, en el cual moran los ángeles en la cercanía de Dios. La película fue dirigida por Wim Wenders y le cupo importante participación en el libreto al escritor austríaco Peter Handke. La historia que cuenta esta obra cinematográfica (1987) es una de ángeles, de ángeles cercanos a los hombres. De dos ángeles que visitan la actual capital de Alemania después de la Segunda Guerra y antes de la caída del muro.
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Lo que ven son las huellas del enfrentamiento bélico, además de lo que, sobre esos restos, han construido los sobrevivientes y sus sucesores. Los ángeles observan a los hombres. Que son, por una parte, los hombres ocupados, preocupados, sufrientes, a quienes contemplan compasivamente, tratando de confortarlos, de proveerlos de fuerza espiritual, pues no tienen poder para solucionar sus problemas. Aunque, por otra parte, también los envidian, por ejemplo, en su capacidad para gozar de las cosas más bien simples, incluso un poco sórdidas a veces, de que se han ido rodeando para pasar la vida. Desearían también ellos, un poco cansados de la vida eterna en el puro ser espiritual, ser capaces de entretenerse como los hombres o de experimentar el placer de beber un café o fumar un cigarrillo. Los fascinan los humanos pasatiempos y los humanos afectos.
Los niños atraen toda su atención. Se sienten con ellos identificados. Los fascina el mundo del circo, en el cual ven tal vez una vida más real que el de las fábricas y las oficinas. Pero, más que nada, se sienten atraídos por el amor de los enamorados. Esa magia, ellos quisieran vivirla.
Es tanta la curiosidad y tanto el encantamiento que uno de los dos ángeles decide renunciar a su puro ser espiritual para hacerse de un cuerpo y de una idoneidad para sentir, percibir, desear y gozar. El amor humano que ya había intuido, termina entonces por concretarse, y el ángel se enamora de una trapecista del circo. Se enamora y se compromete. Pero el compromiso de los enamorados no es uno cualquiera. Ellos quisieran comprometer con su amor a todos los hombres, para que estos pudieran por fin advertir que en el amor reside la única vía de redención.
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El filme pareciera tener connotaciones gnósticas. La caída del espíritu que se siente fascinado por la naturaleza, por el mundo, para luego pasar a tener la condición de prisionero de sus ataduras materiales y corporales, está presente, con variantes, en el mito de los gnósticos antiguos, que suele imaginar la redención como empresa divina cuyo fin es la liberación del espíritu humano de su cárcel terrena, para permitirle retornar a su pureza y plenitud originales. Enfrentado a esta concepción, una duda podría ser la siguiente: ¿el ángel de Wenders y de Handke es un ángel caído, que confirma al hombre en su oscuridad, en su limitación, o es un ángel redentor?
La respuesta es evidente, aún antes de releer y entender enteramente el poema de Peter Handke, que acompaña al desarrollo argumental de principio a fin, leído por un anciano Homero redivivo, rapsoda eterno.
Canción de la infancia
Cuando el niño era niño
caminaba balanceando los brazos,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuese un torrente
y que ese charco fuera el mar.
Cuando el niño era niño
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado
y todas las almas eran una.
Cuando el niño era niño
no tenía una opinión de nada,
no tenía costumbres,
se sentaba a menudo con las piernas cruzadas
o salía corriendo,
tenía un remolino en el pelo
y no hacía caras cuando lo fotografiaban.
Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntar:
¿Por qué soy yo y no tú?
¿Por qué estoy aquí y no allá?
¿Cuándo comenzó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿La vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo, oigo y huelo ¿no es acaso
una ilusión del mundo ante el mundo?
¿Existen realmente el mal
y la gente mala de verdad?
La traducción del poema es de Sandra Toro .
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11/03/2012
Philosophia perennis, Poesía Alberto Durero, Albrecht Dürer, Arte, Estado del tiempo, Lino Althaner, Literatura, Poesía, Poesía chilena, RIL Editores 7 comentarios
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Apresura tus pasos lentamente
sé audaz con prudencia
y no sirvas al señor equivocado
mantente encadenado a la belleza
huye de los signos de los tiempos
que no te cautiven las baratijas
y recuerda que eres barro iluminado
no te dejes domar como una bestia
a los perros no intentes entenderlos
no te inquietes por el barro de los puercos
abre las ventanas y las puertas
y déjalas abiertas
y no dejes de volar
si alguien te ofreciera una corona
quién está sobre ella verifica
y quien está detrás
y comprueba también si la corona
es de aquellas que no se marchitan.
(Del libro Estado del tiempo, RIL, Santiago 2010)
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© Lino Althaner
2012
20/12/2011
Arte visual, Poesía Arte, La hora violeta, Lino Althaner, Literatura, Poesía, Poesía chilena, Víctor Vasnetsov 7 comentarios
Son aladas las manos
y gustan los pies de alzar el vuelo.
No aman los ojos las fronteras
y el oído es un santuario.
Se han cansado las manos
de seguir su destino prefijado
de rutinas aprendidas de malos maestros.
Ansían un desvío a la aventura
y sueñan en lugares peligrosos
donde lucir sus alas.
Los pies están hastiados
de prestarse a estos pasos pequeños
por senda reiterada.
A las selvas oscuras no exploradas
quisieran escaparse
más allá de los caminos.
Son aladas las manos
y gustan los pies de alzar el vuelo.
Y los ojos también se desconsuelan
y penan con las pobres perspectivas
enfermas de mala luz.
Es que añoran el mar ilimitado
y el cielo promisorio de las islas
de especias añoradas.
Al oído bien dispuesto
para sones amigados
lo hiere el aullido de la bestia.
Ansía el regreso de la lira:
a Orfeo se imagina
restaurando el imperio del sonido.
No aman los ojos las fronteras
y el oído es un santuario.
Son aladas las manos
y gustan los pies de alzar el vuelo.
Tienen aliados comunes
y en conjunto preparan la revuelta.
Este poema pertenece al libro La hora violeta (Festina Lente, 2009).
Las imágenes son del artísta ruso Víctor Vasnetsov (1848-1926).
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© Lino Althaner
2011
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