El sueño que es mi sueño

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Carl Gustav Jung, El Libro Rojo


Tengo el sueño de un sueño,
es el sueño del siervo, mi señor,
que sólo si yo quisiera
podría llegar a ser.



© Lino Althaner

2014

Del anecdotario familiar

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Un recuerdo amoroso de mis padres.

Mi padre era un hombre de mucho humor. Le debo los primeros versos que aprendí:

Era de noche
y sin embargo
llovía.

Los hipopótamos revoloteaban
de rama en rama
de flor en flor.

El primer verso forma parte del acervo cultural hispánico, del folklore del absurdo, según he aprendido por Google y la Wikipedia. No así el segundo, que es fantástico como complemento del primero.


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Mi madre no era seria. Por el contrario, se caracterizaba por su alegría. Sin embargo, carecía de humor, y sobre todo del tipo de humor que cultivaba mi padre, muy distinto al que se refleja en los versos anónimos de arriba, decididamente surrealistas. A su juicio, era ello producto de la formación extremadamente puritana y germana de mi progenitora, tan distante de la chispa y del doble sentido que impera en el humor iberoamericano. Por lo cual, había que evitar contarle algún chiste los sábados por la tarde: era muy posible, según él, que tras una noche de seria y analítica vigilia, mi madre lo llegara a comprender al día siguiente y se pusiera a reir en lo más solemne de la misa dominical. Pero mi madre era una mujer muy inteligente.

Yo heredé de ella el sentido del humor.

Pero volviendo a mi padre, ahora recuerdo otro de los poemitas que él me enseñó, y que yo tomaba para la chacota, cuando recién empezaba a tener uso de razón:

A la luz de un farol apagado
un ciego leía un libro cerrado.

Pues si se quiere encontrar a estos versos un sentido profundo, incluso uno metafísico, es posible hacerlo con fundamento.

Años más tarde, un gran poeta chileno, de vivo ingenio criollo, llevaría endecasílabos como el que sigue a una apoteosis antipoética de fama universal: 

Nicanor Parra - Artefactos

Nicanor Parra – Artefactos


Nicanor Parra ha cumplido hace unas semanas cien años. Su hermana Violeta, que, tal como mis padres queridos, pasó hace años a mejor vida, todavía tiene fuerzas para rendirle este homenaje:

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© Lino Althaner
2014 

El peso de uno mismo

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Elmgreen & Dragset - El peso de uno mismo - Lyon

Elmgreen & Dragset – El peso de uno mismo – Lyon


Te encuentras de pronto contigo

sin maquillaje ni disfraz
luciendo todas tus fracturas
y todas tus mentiras y delirios.

Sin miedo te miras desnudo.
Puedes mostrarte como eres.
En toda tu indigencia deslumbrante
pleno en tu inacabamiento.

Dices basta a la amapola.
Recuperas los cristales.
Casi sin esforzarte
te pesas a tí mismo.


© Lino Althaner
2014 

El jardín que satisface cualquier ansia

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Como los muros de un baluarte

espeso de verdor
los árboles circundan el jardín
por los cuatro costados.

Aquí nacen las palabras
sin quererlas
sin pensarlas
y nacen tan solo para mí
las palabras que nadie podría refutar.
Pues son esas palabras lo que soy.

El cielo está ciego
u hoy día muy lejano.
Mas las flores de este mi jardín
satisfacen cualquier ansia.


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© 2014
Lino Althaner

De la roca solo arena

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. Esta imagen es de Feng Jiang, fotógrafo chino (tomada del blog Cuaderno de Retazos)

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Ayer todavía recordaba.

El rostro lo sentía iluminado
por el sol verdadero.
Pero el sol es hoy el mismo.
Solo mi vista ha cambiado.

Algo ayer  me elevó
que hasta ayer me acariciaba
cercano a lo que hoy día me vulnera
y quiere ensombrecerme y aplastarme.

Lo que ayer era leve en su certeza
hoy es pura terrestre gravedad.
Ni siquiera unas huellas en la arena.
No más que materia desencantada.

Hoy día desperté sin recordar
lo que ayer me iluminaba.

En el camino de la búsqueda de pronto nos parece recordar. Pero luego olvidamos. No nos queda sino la nostalgia de una memoria perdida.

Sigo editando en este espacio algunos versos de mi poemario «De la roca solo arena».

© 2014
Lino Althaner

El autor de la fotografía es Feng Jiang. La he tomado del blog «Cuaderno de Retazos», que está repleto de pintura y fotográfía china, entre otras cosas hermosas (http://cuadernoderetazos.wordpress.com).

El poder del vacío

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Como a una partícula cualquiera
que atraviesa la mínima espesura.
A la cual el vacío interpela
y de pronto la inunda
la arrastra y la captura.

Que a su ámbito la arrastra
más allá de ilusiones que ensombrecen
o iluminan.
La arrebata y la pierde de sí misma.
La rescata.

Así suele arrastrar el vacío
al hombre que corre la necia maratón
por un premio homicida.
El vacío lo salva y lo remite
más allá de sí mismo.

Lo llena de una suerte de inconciencia
de una rara sinrazón
de una falta de urgencia
y de más que evangélica humildad.
Humildad en la locura.

Y en la profundidad.
El hombre que atraviesa la espesura
prisionero de pronto del vacío
recuerda que no es pura superficie.
Lo seduce la tierra prometida.
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Física. Mística. Pintura. Poesía.


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© Lino Althaner
2012

Hombre nuevo

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El hombre es una descendencia por llegar

Ángel por sabiduría y por iluminación
él no vive como la hierba
él no es posesión ajena como el trigo
pero él está vivo como su propia alma
poseedor cuya posesión abarca la tierra y a veces el cielo
su cabello es la vegetación
su cuerpo los climas
sus venas los ríos
sus manos    dos alas para caminar en el espacio
él, tierra en apariencia, mar en su fuero interno

Lávate para que pueda darte nombres nuevos

¡Sal a la tierra, oh niño!

Adonis
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Diseño para la Iglesia de Steinhof – Koloman Moser


Uno a uno desciende los peldaños

atraviesa las esferas
y accede a la humildad de mi morada.
Muy luego verás en el camino
mis huellas estampadas en la nieve.
Visita mi casa.
Todo en ella te espera.

Asegura el nuevo nombre.
Dale a mis manos tu fuerza.
Visita mi mente ¡oh Invitado!

No hacia el ruido.
Estoy vuelto hacia el silencio
y espero impaciente
junto al fuego y al agua de la fuente.
Así pues desciende.
Ven a verte a ti mismo.
A verte en mis arrugas
en mi pelo blanco.
A verte en mi silencio.
A verte en mi locura ¡oh Invitado!

Visita mi casa
y en nombre de la rosa enamorada
despierta la hermosa rebelión.
El día en que el nombre recupere
que me fuera arrebatado
o más bien que yo mismo abandoné.
Dale a mis manos la fuerza
que redima a la rosa purulenta
de la fácil potencia del gusano.
Y quédate en mi casa ¡oh Invitado!
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Veni Creator Spiritus

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La primera parte de está entrada proviene de los libros Singulares y Este es mi nombre, del gran poeta sirio Adonis (Ali Ahmad Said Esber, 1930).

La segunda corresponde a un proyecto mío, en proceso de elaboración.
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©  Lino Althaner
2012

Las alas del deseo

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De pronto me conmueve un ejemplo de buen cine. Difícil que sea parte de lo que están mostrando las salas santiaguinas, cuyas carteleras las copa casi completamente el cine comercial. Las gemas del séptimo arte me llegan generalmente en formato DVD, por intermedio de un amigo.

El título de este filme -o mejor dicho, su traducción al español y al inglés como Las alas del deseo o Wings of Desire– habrá inducido a más de alguna decepción. El original, menos vendedor por cierto, es El cielo sobre Berlín (Der Himmel über Berlin). El cielo no es el visible sino el metafísico o teológico, en el cual moran los ángeles en la cercanía de Dios. La película fue dirigida por Wim Wenders y le cupo importante participación en el libreto al escritor austríaco Peter Handke. La historia que cuenta esta obra cinematográfica (1987) es una de ángeles, de ángeles cercanos a los hombres. De dos ángeles que visitan la actual capital de Alemania después de la Segunda Guerra y antes de la caída del muro.
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Lo que ven son las huellas del enfrentamiento bélico, además de lo que, sobre esos restos, han construido los sobrevivientes y sus sucesores. Los ángeles observan a los hombres. Que son, por una parte, los hombres ocupados, preocupados, sufrientes, a quienes contemplan compasivamente, tratando de confortarlos, de proveerlos de fuerza espiritual, pues no tienen poder para solucionar sus problemas. Aunque, por otra parte, también los envidian, por ejemplo, en su capacidad para gozar de las cosas más bien simples, incluso un poco sórdidas a veces, de que se han ido rodeando para pasar la vida. Desearían también ellos, un poco cansados de la vida eterna en el puro ser espiritual, ser capaces de entretenerse como los hombres o de experimentar el placer de beber un café o fumar un cigarrillo. Los fascinan los humanos pasatiempos y los humanos afectos.

Los niños atraen toda su atención. Se sienten con ellos identificados. Los fascina el mundo del circo, en el cual ven tal vez una vida más real que el de las fábricas y las oficinas. Pero, más que nada, se sienten atraídos por el amor de los enamorados. Esa magia, ellos quisieran vivirla.

Es tanta la curiosidad y tanto el encantamiento que uno de los dos ángeles decide renunciar a su puro ser espiritual para hacerse de un cuerpo y de una idoneidad para sentir, percibir, desear y gozar. El amor humano que ya había intuido, termina entonces por concretarse, y el ángel se enamora de una trapecista del circo. Se enamora y se compromete. Pero el compromiso de los enamorados no es uno cualquiera. Ellos quisieran comprometer con su amor a todos los hombres, para que estos pudieran por fin advertir que en el amor reside la única vía de redención.
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El filme pareciera tener connotaciones gnósticas. La caída del espíritu que se siente fascinado por la naturaleza, por el mundo, para luego pasar a tener la condición de prisionero de sus ataduras materiales y corporales, está presente, con variantes, en el mito de los gnósticos antiguos, que suele imaginar la redención como empresa divina cuyo fin es la liberación del espíritu humano de su cárcel terrena, para permitirle retornar a su pureza y plenitud originales. Enfrentado a esta concepción, una duda podría ser la siguiente: ¿el ángel de Wenders y de Handke es un ángel caído, que confirma al hombre en su oscuridad, en su limitación, o es un ángel redentor?

La respuesta es evidente, aún antes de releer y entender enteramente el poema de Peter Handke, que acompaña al desarrollo argumental de principio a fin, leído por un anciano Homero redivivo, rapsoda eterno.

Canción de la infancia

Cuando el niño era niño
caminaba balanceando los brazos,
quería que el arroyo fuera un río,
que el río fuese un torrente
y que ese charco fuera el mar.

Cuando el niño era niño
no sabía que era niño,
para él todo estaba animado
y todas las almas eran una.

Cuando el niño era niño
no tenía una opinión de nada,
no tenía costumbres,
se sentaba a menudo con las piernas cruzadas
o salía corriendo,
tenía un remolino en el pelo
y no hacía caras cuando lo fotografiaban.

Cuando el niño era niño
era el tiempo de preguntar:
¿Por qué soy yo y no tú?
¿Por qué estoy aquí y no allá?
¿Cuándo comenzó el tiempo y dónde termina el espacio?
¿La vida bajo el sol no es sólo un sueño?
Lo que veo, oigo y huelo ¿no es acaso
una ilusión del mundo ante el mundo?
¿Existen realmente el mal
y la gente mala de verdad?

¿Cómo es posible que yo, el que soy,
no existiera antes de nacer
y que un día yo, el que soy,
no seré más este que soy?
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Cuando el niño era niño,
no pasaba las espinacas, las arvejas,
el arroz con leche, la coliflor,
ahora come todo eso, y no sólo porque debe.
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 Cuando el niño era niño
una vez despertó en una cama desconocida,
y ahora lo hace una y otra vez.
Entonces mucha gente le parecía hermosa,
ahora sólo unos pocos, y con suerte.
Tenía una imagen clara del Paraíso,
ahora, a lo sumo puede adivinar,
no concebía la nada,
y hoy tiembla ante la sola idea.
 
Cuando el niño era niño
jugaba con entusiasmo,
y ahora se emociona como entonces
pero sólo con el trabajo.
 
Cuando el niño era niño
era suficiente comer una manzana, …pan.
Y aún ahora lo es.
 
Cuando el niño era niño
las moras le caían en las manos
como sólo las moras pueden hacerlo,
y así es hasta hoy.
Las nueces le ponían áspera la lengua
y aún lo hacen,
tenía, en cada montaña,
el anhelo de una montaña más alta
y en cada ciudad,
el anhelo de una ciudad mayor,
y todavía es así,
arrancaba las cerezas de las ramas más altas
con una euforia que siente todavía,
tenía cierta aversión a los extraños
que todavía conserva
y esperaba la primera nevada
como la espera hoy.
 
Cuando el niño era niño
arrojó un palo contra un árbol como una lanza
y allí está temblando todavía.
*
Sigue el original alemán:

Lied Vom Kindsein
Als das Kind Kind war, /  ging es mit hängenden Armen, / wollte der Bach sei ein Fluß, /  der Fluß sei ein Strom, / und diese Pfütze das Meer. // Als das Kind Kind war, / wußte es nicht, daß es Kind war, / alles war ihm beseelt, /  und alle Seelen waren eins. // Als das Kind Kind war, / hatte es von nichts eine Meinung, / hatte keine Gewohnheit, / saß oft im Schneidersitz, / lief aus dem Stand, / hatte einen Wirbel im Haar / und machte kein Gesicht beim fotografieren. // Als das Kind Kind war, / war es die Zeit der folgenden Fragen: / Warum bin ich ich und warum nicht du? / Warum bin ich hier und warum nicht dort? / Wann begann die Zeit und wo endet der Raum?  // Ist das Leben unter der Sonne nicht bloß ein Traum? / Ist was ich sehe und höre und rieche / nicht bloß der Schein einer Welt vor der Welt? / Gibt es tatsächlich das Böse und Leute, / die wirklich die Bösen sind? / Wie kann es sein, daß ich, der ich bin, / bevor ich wurde, nicht war, / und daß einmal ich, der ich bin, / nicht mehr der ich bin, sein werde? // Als das Kind Kind war, / würgte es am Spinat, / an den Erbsen, / am Milchreis, / und am gedünsteten Blumenkohl / und ißt jetzt das alles und nicht nur zur Not. // Als das Kind Kind war, / erwachte es einmal in einem fremden Bett / und jetzt immer wieder, / erschienen ihm viele Menschen schön / und jetzt nur noch im Glücksfall, / stellte es sich klar ein Paradies vor / und kann es jetzt höchstens ahnen, / konnte es sich Nichts nicht denken / und schaudert heute davor. // Als das Kind Kind war, / spielte es mit Begeisterung und jetzt, so ganz bei der Sache wie damals, nur noch, / wenn diese Sache seine Arbeit ist. // Als das Kind Kind war, / genügten ihm als Nahrung Apfel, Brot, / und so ist es immer noch. // Als das Kind Kind war, / fielen ihm die Beeren wie nur Beeren in die Hand / und jetzt immer noch, / machten ihm die frischen Walnüsse eine rauhe Zunge / und jetzt immer noch, / hatte es auf jedem Berg / die Sehnsucht nach dem immer höheren Berg, / und in jeden Stadt / die Sehnsucht nach der noch größeren Stadt, / und das ist immer noch so, / griff im Wipfel eines Baums nach dem Kirschen in einem Hochgefühl / wie auch heute noch, / eine Scheu vor jedem Fremden / und hat sie immer noch, / wartete es auf den ersten Schnee, / und wartet so immer noch. // Als das Kind Kind war, / warf es einen Stock als Lanze gegen den Baum, / und sie zittert da heute noch.
. 
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Porque la película de Wim Wenders contiene una palabra de amor. Pero también una de inocencia.  Lo que nos quiere decir el poema de Handke, incluido completo en el guión, es que cuidemos a los niños, que cautelemos su inocencia, que seamos como ellos, que miremos el mundo como ellos, extasiados por su hermosura y su misterio. Que no solo trabajemos. Que juguemos, con el entusiasmo de los niños. Que seamos capaces de imaginarnos un Paraíso. Si así lo hacemos, nos asegura, el mundo será, para todos los hombres, como el de un niño. Las frutas caerán en nuestras manos sin hacer mayor esfuerzo. Seremos capaces de arrancar las cerezas de las ramas más altas. Y esperaremos con ansias la primera nevazón. Y en todo hallaremos encantamiento.Pues el encanto del mundo y de la vida deriva del saber mirarlo como un niño. El hechizo sigue estando presente, pues

Cuando el niño era niño
arrojó un palo contra un árbol como si fuera una lanza
y allí sigue temblando todavía.
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Un bello poema para una película magistral. Ojalá pudieran verla o verla nuevamente, este filme brillante con un guión que es buena literatura y poesía. 
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La traducción del poema es de Sandra Toro .
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© Lino Althaner
2012 

Consejo

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Apresura tus pasos lentamente
sé audaz con prudencia

y no sirvas al señor equivocado
mantente encadenado a la belleza

huye de los signos de los tiempos
que no te cautiven las baratijas

y recuerda que eres barro iluminado
no te dejes domar como una bestia

a los perros no intentes entenderlos
no te inquietes por el barro de los puercos

abre las ventanas y las puertas
y déjalas abiertas

y no dejes de volar

si alguien te ofreciera una corona
quién está sobre ella verifica

y quien está detrás

y comprueba también si la corona
es de aquellas que no se marchitan.

(Del libro Estado del tiempo, RIL, Santiago 2010)
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©  Lino Althaner
2012

Alas en las manos

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Son aladas las manos

y gustan los pies de alzar el vuelo.
No aman los ojos las fronteras
y el oído es un santuario.

Se han cansado las manos
de seguir su destino prefijado
de rutinas aprendidas de malos maestros.
Ansían un desvío a la aventura
y sueñan en lugares peligrosos
donde lucir sus alas.

Los pies están hastiados
de prestarse a estos pasos pequeños
por senda reiterada.
A las selvas oscuras no exploradas
quisieran escaparse
más allá de los caminos.

Son aladas las manos
y gustan los pies de alzar el vuelo.



Y los ojos también se desconsuelan

y penan con las pobres perspectivas
enfermas de mala luz.
Es que añoran el mar ilimitado
y el cielo promisorio de las islas
de especias añoradas.

Al oído bien dispuesto
para sones amigados
lo hiere el aullido de la bestia.
Ansía el regreso de la lira:
a Orfeo se imagina
restaurando el imperio del sonido.

No aman los ojos las fronteras
y el oído es un santuario.
Son aladas las manos
y gustan los pies de alzar el vuelo.

Tienen aliados comunes
y en conjunto preparan la revuelta.



Este poema pertenece al libro La hora violeta (Festina Lente, 2009).
Las imágenes son del artísta ruso Víctor Vasnetsov (1848-1926).



© Lino Althaner
2011

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