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De la mano de Georges Duby, retorno a la época de las catedrales.

Siglo XIII. Mientras en Francia se construyen catedrales, se emprenden cruzadas y se conquistan territorios meridionales, limpiándolos despiadadamente de la influencia cátara, Italia prosigue su empresa constructora de naves. Más que caballeros cruzados, aquí proliferan los aventureros de los mares. Los navíos italianos ya habían alcanzado las riberas del Mediterráneo oriental, donde habrían de acceder a unos puertos importantes y a mercados repletos de exquisitos productos.

 

Sitio de Jerusalén por los cruzados - Manuscrito del siglo XIII

Sitio de Jerusalén por los cruzados – Manuscrito del siglo XIII


Ya dos centurias antes, desde que en el occidente cristiano se despierta el interés por Jerusalén, esas naves habían servido también para conducir, por cierto que no gratuitamente, a los peregrinos a Tierra Santa. Y si bien los ejércitos cruzados hacen principalmente su trayecto por vía terrestre, las embarcaciones pisanas, genovesas y venecianas, ayudan también a la conquista de Palestina. En el siglo XIII es importante el número de  caballeros que hacen el trayecto por mar. Muchos son también los que quedan fuertemente endeudados con los armadores y marinos comerciantes y que deben negociar a favor de éstos la concesión de factorías y franquicias aduaneras en los puertos comerciales de Levante que han pasado a manos cristianas. Como resultado del asalto de Constantinopla, maquinado según Georges Duby por los venecianos, manos occidentales se ubican en la inmediatez del enorme tesoro bizantino.

 

Llegada de navíos occidentales a Constantinopla - Paris, Biblioteca Nacional, s. XIV

Llegada de navíos occidentales a Constantinopla – Paris, Biblioteca Nacional, s. XIV


Por si fuera poco, los lombardos compiten en Francia con los judíos en el negocio de prestar dinero a interés. Los príncipes caen en sus manos y empiezan a encargarse de las finanzas reales. Tanto estos banqueros italianos como los navieros y comerciantes ultramarinos amasan inmensas fortunas, que retornan a la tierra de los Apeninos para contribuir en ella más adelante al florecimiento renacentista.  No hay que olvidar la importancia que tiene también para los efectos de este desarrollo el contacto con Bizancio, que facilitaría el acceso del mundo ilustrado occidental a muchos monumentos de la filosofía y de la ciencia de los antiguos griegos.  

Las naves se hacen cada vez más sólidas. Se aventuran más lejos. En 1251, una nave genovesa transporta a Túnez doscientos pasajeros y doscientos cincuenta toneladas de mercaderías. Otra, en 1277, bordea por primera vez la España atlántica y arriba a Flandes, inaugurando un nueva ruta comercial, nada de ventajosa en definitiva para la prosperidad de Francia. Se empieza a preparar así el ambiente para la época de los grandes descubrimientos, uno de cuyos principales protagonistas será también un genovés.

Mientras tanto, Marco Polo se interna por la famosa ruta de la seda para atravesar el Asia Central y llegar hasta la China de Kublai Khan.  Actualiza de este modo otro importante itinerario mercantil y cultural.

A mediados del siglo XIII, los mercaderes italianos estaban a la cabeza de la economía mundial. Los resortes de la creación cultural empiezan a dirigirse hacia ellos. El santo más importante de la época es el hijo de un comerciante: Francisco de Asís. La fascinación que ejerce en su época y en todo tiempo se debe, sin embargo, a que es un «poverello», un pobrecillo de Dios.

 

El puerto de Génova en 1481

El puerto de Génova en 1481


Por aquellos años, en los puertos del Mediterráneo, los hijos de los comerciantes solían aprender árabe.  Algunos llegaron a saber lo suficiente como para estudiar algunos tratados de aritmética escritos en esa lengua. En 1202, Leonardo de Pisa, llamado Fibonacci, conocido también por la secuencia numérica que lleva su nombre y su relación con la proporción áurea, escribe un Liber abaci en el cual da a conocer al mundo occidental la riqueza del álgebra musulmana, en la cual están incorporados los números árabigos, que por su funcionalidad matemática, empiezan a ser usados en reemplazo de los números romanos, bastante incómodos para efectuar operaciones de cierta complejidad.  

Quienes primero aprovechan las ventajas de la nueva notación numérica no son, claro está, ni científicos, ni artistas, ni constructores de catedrales. Son los tenedores de libros de los grandes hombres de negocios -comerciantes y prestamistas, principalmente- los que usan con entusiasmo el nuevo instrumento para calcular usuras, determinar márgenes de utilidad, y precisar ganancias con mayor exactitud.

 

Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci

Leonardo de Pisa, conocido como Fibonacci


El dinero se multiplica en las arcas de nobles y de burgueses. Su prosperidad abrirá caminos, hechos nuevamente y como siempre de luces y tinieblas.

© Lino Althaner
2014