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La búsqueda de la verdad no es un divertimiento.
Es un enfrentarse implacable del hombre
con el mundo, con los hombres
y consigo mismo.
Un elegir entre dormirse en el engaño del espíritu del tiempo
o arder en el fuego del espíritu de la profundidad.
La verdad es fuego y decir la verdad significa alumbrar y arder.
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El cetro pertenece al que se humilla, la corona al que inclina la cabeza.
Es quien sirve el que reina.
El que abate los hitos que separan, el que nunca condena
ese habita en el reino de los cielos.
¿Es esta la experiencia tan difícil? Aquí mismo la tenemos.
Es la voz del espíritu profundo. No la voz del espíritu del tiempo.
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El espíritu de la profundidad -dice C. G. Jung al comienzo de su Libro Rojo- nos impele a conectarnos con el suprasentido en el que se unen el sentido y el contrasentido. El suprasentido nos muestra la imagen de Dios. La imagen de Dios nos hace escuchar su voz.
La voz del espíritu de la profundidad es la voz de Dios.