… si de verdad es merecedor del nombre de homo sapiens que le ha atribuido cierta ciencia. Y el mismo tiene el valor de responderse, hay que reconocer que con cierta ecuanimidad:

La armonía de cierta passacaglia,
los iluminados muros
de una capilla paduana,
los tercetos no menos luminosos
cantados a la dama incomparable
en la cual se sustenta toda espera,
dirían por cierto que sí,
pues dirían de imagen verdadera
y de real semejanza.

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Wu Hufan – ‘Celebremos la explosión de nuestra gloriosa bomba atómica’

Sin embargo mis pasos mañosos
en la rutina implacable,
en medio de la urgencia y el estruendo;
más que mis dichos, mis hechos,
y los juegos de niños
jugados con armas verdaderas,
claman con fuerza que no.
Que soy no más que un proyecto.
Y me veo de pronto tan pequeño
como un niño en el trance de nacer.

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Acerca de la pintura, su autor es el artista chino Wu Hufan (1894-1968). La temática del cuadro, cuyo carácter panegírico parece determinado -podría ser que con cierta ironía- por su título –Celebremos la explosión de nuestra gloriosa bomba atómica– llama la atención en un autor conocido por la delicadeza de sus motivos, asociados casi siempre a la naturaleza y al paisajismo en el estilo tradicional de la gran pintura china.

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Según he podido investigar someramente, el gobierno de Mao Zedong habría presionado reiteradamente a Wu Hufan para que se volcara a un estilo y una temática más compatibles con el servicio del estado y de la revolución. Nada mejor, entonces, que la ‘gloriosa celebración’ de la primera bomba china en 1964, que se concreta pictóricamente un año después y se produce en un ambiente de creciente hostilidad entre los dos gigantes comunistas. La propaganda del gran triunfo tecnológico chino es necesaria: la posesión del siniestro poder atómico es un motivo más para que la república popular no se sienta menos que su rival soviético. Quizás sería preciso considerar asimismo, para entender el vuelco en el delicado de arte de Wu Hufan, que China vivía entonces en vísperas de la no menos siniestra Revolución Cultural (1967-1976), que tan sangrientas consecuencias tendría, precisamente, para la cultura china, para los intelectuales, los artistas y el pueblo en general, y que por cierto constituye un hito de gran relevancia en la memoria del Gran Depredador.

Desde el punto de vista puramente artístico, la pintura no merece reproches, al parecer. En su importante estudio sobre la relación entre la pintura y la política en China, Julia F. Andrews recalca que la ‘pintura del hongo nuclear es una de las muestras pictóricas más hermosas que se pueden encontrar de ese período’. Destaca especialmente sus ‘pinceladas despreocupadas y vivas, y los tonos sutilmente variados de la tinta’.

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© 
Lino Althaner
2017

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