Profunda meditación acerca del tiempo y de la trascendencia, Cuatro cuartetos es uno de los grandes poemas de T.S. Eliot (1888- 1965). La tercera parte de él lleva por título The Dry Salvages, alusión a un pequeño grupo de rocas, con un faro, en la costa de Massachussets. El poeta medita en torno a los ríos y al mar, al mar que todos llevamos dentro, a nuestra esencia de viajeros, navegantes del mar de la vida. A nosotros nos interesa particularmente su cuarta sección:
Señora, cuyo altar se yergue
sobre el promontorio, ruega por todos
los que navegan, por aquéllos
cuyo afán es la pesca, por todos
los ocupados en lícito comercio
y por los que a éstos conducen.
Reza también una oración
por las mujeres que a sus hijos
o a sus maridos vieron
partir y no volver:
Figlia del tuo figlio,
reina de los cielos.
Y ruega asimismo por los que en barcos
navegaban y acabaron viaje
sobre la arena, en los labios del mar,
o en la garganta oscura que no ha de rechazarlos
o allí adonde no llega el angelus
perpetuo de la campana del mar.
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En el original inglés:
Lady, whose shrine stands on the promontory,
Pray for all those who are in ships, those
Whose business has to do with fish, and
Those concerned with every lawful traffic
And those who conduct them.
Repeat a prayer also on behalf of
Women who have seen their sons or husbands
setting forth, and not returning:
Figlia del tuo figlio,
Queen of Heaven.
Also pray for those who were in ships, and
Ended their voyage on the sand, in the sea’s lips
Or in the dark throat which will not reject them
Or wherever cannot reach them the sound of the sea bell’s
Perpetual angelus.
Esta sección de The Dry Salvages se inicia evocando la visión de un santuario de la Virgen, ubicado en el promontorio rocoso frente al mar, desde el cual es posible extender la mirada hasta el horizonte. El poeta se dirige a la Señora pidiéndole que interceda por ‘todos los que navegan’, porque tienen un trabajo relacionado con el medio marítimo, la pesca o el comercio, por ejemplo.
En la segunda estrofa le pide también por ‘por las madres que a sus hijos/ o a sus maridos vieron partir/ y no volvieron’. Ocasión en que, a modo de encendida alabanza, inserta el apelativo con que Bernardo de Clareval inicia su himno a la Madre de Dios en el canto XXXIII del Paradiso de Dante: ‘Figlia del tuo figlio’ (hija de tu hijo), alabanza paradojal sólo comprensible como parte del misterio cristiano, a la que Eliot agrega: ‘Queen of Heaven’ (reina del cielo).
En la tercera estrofa, la plegaria por los muertos en el mar, estos es, por quienes terminaron el viaje en sus labios arenosos o en su garganta profunda, y por todos aquellos a quienes, en la hora de la muerte, no les ha alcanzado la palabra salvadora del ‘angelus perpetuo’.
Pero el mar es imagen de la vida. En definitiva, la plegaria a la ‘Vergine Madre’ es por todos los viajeros de la vida, por toda la humanidad. Que en el sentir del poeta solo halla la salvación en el motivo del Angelus, la oración que gira en torno a la Anunciación y a la Encarnación de Cristo.
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En el viaje de la vida, el hombre solo no es capaz. Una ayuda le es precisa. Por ello, la plegaria de la Virgen por todos aquellos que afrontan el azaroso periplo, está siempre vigente.
Precisa el hombre de una estrella que lo guíe en la travesía.
Figlia del tuo figlio.
Queen of Heaven.
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Este artículo es reedición aumentada de uno anterior, de fecha 30.1.12: La versión de T.S. Eliot del eterno femenino.
La traducción al español de los versos de T.S. Eliot es de Esteban Pujals Gesalí (Cátedra, Madrid 2008).
La versión del «Ave Maris Stella» de Edward Grieg es el Coro del St. John’s College de Cambridge.
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© 2014
Lino Althaner