De Dios nada se puede afirmar, del Uno que todo lo trasciende, de aquel a quien no se puede ver ni nombrar. Pues se halla muy por encima de toda palabra, pensamiento o atributo que quisiera asignarle la razón. Sólo es posible conocerlo mediante la docta ignorancia o el saber no sabiendo propio de los místicos; sólo se lo puede hallar en la nube del desconocimiento. Si alguno, viendo a Dios, comprende lo que ve – afirma Dionisio Areopagita, quien tomó esta doctrina de los filósofos neoplatónicos – no es a Dios a quien ha visto, sino algo cognoscible de su entorno.
Él sobrepasa todo ser y conocer.
Pues Dios es inaccesible, inefable, indescriptible, inconmensurable, infinito. Dios es, pues, lo del todo distinto, lo Otro. En relación con el ser de las cosas del espacio y del tiempo , de los entes accesibles a nuestros sentidos y a nuestra inteligencia, Dios es la Nada. La idea es heredada por muchos místicos cristianos, Eckhart y San Juan de la Cruz, entre muchos otros.
Un poeta persa, Rumi, expresa esta idea a través de los labios de un hombre privado de fortuna, casi un mendigo. El cuento tiene el encanto de la paradoja con que frecuentemente se expresan las cosas importantes. Dice más o menos así:
Se celebra un gran banquete en el palacio real. Mientras se aguarda la llegada del rey, cada uno de los invitados se instala en el lugar apropiado a su rango. El mayordomo vigila que cada cual quede ubicado en el lugar que le corresponde. De pronto ingresa un hombre en la sala un hombre de lo más humilde, de pobrísima vestimenta, y se sienta en el sitio más importante.
Horrorizado por su desfachatez, se acerca a él el mayordomo: -¿Eres acaso un visir?
-Mucho más que un visir, replica el desconocido.
-¿Entonces, un primer ministro?
-Mi rango es muy superior.
-¿Acaso pretendes ser el rey, tú pobre desventurado?
-Estoy por encima de él.
-¿Estás loco que pretendes ser un profeta?
-Soy más que un profeta.
-¿No me digas que estás del todo enajenado y te crees Dios?
-Yo estoy sobre Dios.
-Sobre Dios sólo está la nada.
-Esa nada soy yo, le responde el mendigo, que es un sufi a no dudarlo, un místico consciente de su unión con la divinidad.
Este cuento no dice sólo acerca de la naturaleza inefable de Dios sino que también acerca de la esencia divina del hombre, que para traerla a la luz solo sabe de un camino: el del anonadamiento.
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Un enorme complemento: una excelente selección de música clásica persa basada en los versos de dos grandes poetas místicos de esa cultura: Rumi (1207-1273) y Hafiz (1325-1389). La excelente interpretación es de Mohammed Reza Lofti y Mohammed Ghavi-Helm. La grabación es de Kereshmeh Records (1996).
Música para la meditación y la elevación espiritual.
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© 2014
Lino Althaner