Engalanada como una novia

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Luego vi un cielo nuevo y una nueva tierra… Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él… será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado
(Apocalipsis 21).

 

Jerusalén Celestial - Beato de Liébana, Apocalipsis de Silos, c.1100

Jerusalén Celestial – Beato de Liébana, Apocalipsis de Silos, c.1100


En el interior de una catedral gótica se nos hace comprensible el complejo juego de fuerzas que sostiene en su sitio a la elevada bóveda. Allí no existen muros compactos ni macizos pilares en parte alguna. El conjunto interior parece entretejido de flechas y vigas sutiles: su red cubre la bóveda y se desliza a lo largo de las paredes de la nave para ser recogida por los pilares que forman como haces de varillas de piedra. Hasta los ventanales están distribuidos en medio de esas líneas entrelazadas, conocidas con el nombre de tracería.

Las grandes catedrales, iglesias episcopales (cathedra: sede del obispo) de finales del siglo XII y principios del XIII, fueron concebidas en tan atrevida y magnificente escala que pocas, si es que hubo alguna, se concluyeron exactamente como habían sido planeadas. Mas con todo, y tras las muchas alteraciones que tuvieron que sufrir con el curso del tiempo, sigue proporcionando una experiencia inolvidable penetrar en estos vastos interiores cuyas dimensiones parecen empequeñecer todo lo simplemente humano y minúsculo. Apenas podemos imaginar la impresión que esos edificios debieron causar en quienes sólo habían conocido las pesadas e inflexibles estructuras del estilo románico. Esas iglesias más antiguas, en su solidez y en su fuerza, pudieron expresar algo de la Iglesia militante que ofrecía protección contra los ataques del mal. La nuevas catedrales proporcionaban a los creyentes un reflejo del otro mundo.

 

Santa María de Cracovia

Santa María de Cracovia


Habrían oído hablar en himnos y sermones de la Jerusalén celestial, con sus puertas de perlas, sus joyas inapreciables, sus calles de oro puro y vidrio transparente (Apocalipsis 21). Ahora esa visión descendió del cielo a la tierra. Las paredes de esos edificios no eran frías y cerradas. Se hallaban formadas de vidrios coloreados que brillaban como una piedra preciosa. Los pilares, nervios y tracerías se realzaban con oro. El fiel que se entregase a la contemplación de toda esta hermosura sentiría que casi había llegado a comprender los misterios de un reino más allá del alcance de la materia. 

 Hasta cuando se miran de lejos, estas construcciones maravillosas parecen proclamar las glorias del cielo. La fachada de Notre-Dame de París es, tal vez, la más perfecta de todas ellas. Tan diáfana y sin esfuerzo aparente es la distribución de pórticos y ventanales, tan flexible y gracioso el trazado de las galerías, que nos olvidamos del peso de este monte de piedra, pareciendo elevarse el conjunto de la estructura ante nuestros ojos como un espejismo.

 

Catedral de Amiens

Catedral de Amiens


Existe un sentimiento análogo de luminosidad e ingravidez en las esculturas que como huéspedes celestiales flanquean los pórticos… -y casi cada una de esas figuras- está claramente señalada con un emblema para que su sentido y su mensaje fueran comprendidos y meditados por el creyente. En conjunto, forman como una completa corporización de las enseñanzas de la Iglesia -aunque esta vez- el escultor gótico ha emprendido su tarea con un nuevo espíritu. Para él, esas estatuas no son sólo símbolos sagrados, solemnes evocaciones de una verdad moral, sino que cada una de ellas debió ser una figura válida por sí misma, distinta de su compañera en su actitud y tipo de belleza, para lo cual revistió a cada una de dignidad individual
 (E. H. Gombrich, La historia del Arte).

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El estilo gótico. Sus huellas arquitectónicas en el mundo europeo son múltiples y variadas. Desde el gótico primero, pasando por el  gótico florido, el gótico flamígero, y en Inglaterra, por el gótico decorado y el gótico perpendicular. Sus influencias. Pensar, por ejemplo, en la imponente cúpula de la florentina Santa María in Fiore, construida en la primera mitad del siglo XV por Brunelleschi, que no es posible sin el precedente de las técnicas de abovedamiento góticas.  

 

Santa Maria del Fiore - Cúpula de Brunelleschi

Santa Maria del Fiore – Cúpula de Brunelleschi


Nos trasladamos al siglo XX y allí apreciamos, por ejemplo, la influencia gótica en la obra genial de Gaudí. También en la utopía mística y arquitectónica de las casas y ciudades de cristal imaginadas por Bruno Taut y Paul Scheerbart. Este de las relaciones del gótico con otros estilos y de las influencias ejercidas por él a lo largo del tiempo, es un tema en el que sin duda habrá que profundizar.

Los misterios que circundan al estilo gótico. Fulcanelli, por ejemplo, un escritor esotérico del siglo veinte, se empeña en darle al templo gótico el carácter de un código cifrado, en que no faltan las referencias a la alquimia, a la cábala, a saberes mitológicos y paganos, corriendo paralelas a su significado cristiano.  Carezco de fuentes confiables sobre la materia.

Es que, además, una época tan lejana y distinta a la nuestra, y tan desfigurada tanto por sus defensores como por sus detractores, es apta para generar preguntas como también  para dar lugar generoso a la imaginación en la fundamentación de una respuesta, sobre todo en materias en que no se dispone de fuentes documentales suficientes.

 

© 2014
Lino Althaner

El cristal en la piedra

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Preguntas a las que hubo que responder técnicamente a la hora de contruir una iglesia gótica.

Primera: Cómo dar a estos impresionantes edificios una techumbre apropiada.

Hoy día se pensaría en el hierro para soportar estructuras similares. Pero entonces no se disponía del hierro apropiado para tal efecto. Y la madera era descartada: no era considerado el complemento digno de tan magníficas estructuras pétreas; además, facilitaba los incendios. El arte romano de abovedar requería de conocimientos y de cálculos que, en gran medida, se habían perdido. Por tal motivo, como explica E. H. Gombrich en su Historia del Arte,

«los siglos XI y XII se convirtieron en un periodo de innovaciones incesantes. No era asunto de poca monta cubrir todo el vano de la nave principal con una bóveda. La solución más sencilla se diría que consistía en salvar la distancia a la manera de un puente sobre un río. Se construían enormes pilares a ambos lados para sostener las vigas (pétreas) de esos puentes. Pero pronto se vio claro que una bóveda de esa suerte tenía que quedar firmemente unida si no se quería que se hundiese, ya que el peso de las piedras era extremadamente grande. Para soportar esos pesos enormes, las paredes y los pilares tenían que ser construidos más fuertes y macizos todavía.»

 

boveda_de_cruceria

Bóveda de crucero

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La arquitectura normanda supuso un importante avance en procura de una solución. Y la catedral de Durham, finalizada en 1128, es un modelo que lo ilustra. Los arquitectos normandos descubrieron la forma de alivianar el techo, hermoseando al mismo tiempo la apariencia, «pues bastaba con tener un cierto número de sólidas vigas que cubriesen la distancia para rellenar luego los intersticios con materiales ligeros. Se advirtió que el mejor método para proceder así era extender las vigas o nervios cruzados entre los pilares, rellenando después los intersticios triangulares resultantes.» Para ello era por cierto, indispensable, contar con unos muy sólidos pilares capaces de sostener tan pesada estructura. Esta idea revolucionaría los procedimientos de contrucción de grandes edificios, catedrales o castillos.

 

Detalle de la bóveda de la  catedral de Durham

Detalle de la bóveda de la catedral de Durham

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Esta concepción arquitectónica es uno de los principales elementos que allana el paso del estilo románico al gótico, que nace en el norte de Francia. El gran descubrimiento de los constructores góticos fue, según Gombrich,

«que el método de abovedar las iglesias por medio de vigas cruzadas podía ser desarrollado mucho más consecuentemente y con más amplios propósitos que los imaginados por los arquitectos normandos. Si era cierto que los pilares bastaban para sostener las vigas de la bóveda, entre las cuales las piedras restantes eran simple relleno, entonces los muros macizos existentes entre pilar y pilar eran en verdad superfluos. Era posible levantar una especie de andamiaje pétreo que mantuviera unido el conjunto del edificio. Lo único que se necesitaba eran delgados (aunque poderosísimos) pilares y estrechos (pero sólidos) nervios… No se necesitaban pesados muros de piedra; en desmedro de ellos podían colocarse amplios ventanales».


Sainte-Chapelle-Interior

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Así, «el ideal de los arquitectos se convirtió en edificar iglesias casi a la manera en que se construyen los invernaderos. Solamente que carecían de estructura de hierro y de vigas de acero, y por lo tanto, tenían que hacerlas de piedra, lo que requería», por cierto, de una técnica refinadísima y de unos cuidadosos cálculos. Vueltos la técnica y el cálculo instrumentos de la idea arquitectónica global, del gusto refinado, de la maestria artesanal casi sobrehumana, se avanzaba hacia la posibilidad de construir una iglesia nunca antes siquiera imaginada, monumental joya de piedra y de cristal.

 

Arcos góticos y bóvedas de crucero

Arcos ojivales y bóvedas de crucero

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Segunda: ¿Cómo facilitar el paso masivo de la luz a través de los muros inmensos?

Otro invento sin duda importante fue el arco u ojival, cuyo diseño delgado y terminado en punta, permitió construir muros más elevados que los que permitía el arco redondeado, propio de la arquitectura románica. Además, tenía este tipo de arco la flexibilidad necesaria para hacerlos más o menos puntiagudos, de acuerdo a las exigencias del proyecto. Permitiendo que dos segmentos del arco se juntaran en un punto y cubriéndolos de vitrales multicolores, a la vez que la importancia de la luz se intensificaba, se hacía más acentuada la ligereza de los muros, cuya función no descansaba primordialmente, según ya se ha dicho, en soportar el peso de la bóveda, Ejemplos señeros de este tipo de arcos son los de la Sainte Chapelle de París (1248). ¡Cómo ejercen en ella su influencia los magníficos vitrales ojivales? 

 

Vitral de la Catedral de Estrasburgo

Vitral de la Catedral de Estrasburgo

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Tercera: ¿Cómo agregar al soporte de los pilares interiores una firmeza proveniente del exterior?

Esta es la tercera y gran novedad necesaria para hacer posible la alada maravilla de la catedral gótica. Pues las pesadas piedras de la bóveda no presionan solamente de arriba hacia abajo sino que también hacia los lados. Para soportar esta presión lateral no bastaban los pilares. Preciso era agregar sólidos contrafuertes adosados a la parte exterior del templo. Como los contrafuertes entonces utilizados no eran siempre compatibles con la estructura de la iglesia gótica, se idearon para tal efecto los arbotantes como estructuras exteriores en forma de medio arco que recogen la presión en el arranque de la bóveda y la transmiten a un contrafuerte adosado al muro de una nave lateral. Contribuyeron también a otorgar a los edificios góticos su estructura tan especial, como se hace patente, por ejemplo, en la catedral de Nuestra Señora de París.

 

Nuestra Señora de París

Nuestra Señora de París

Estos son los elementos principales. Hay todavía muchos otros, ingenieriles y arquitectónicos, artísticos y ornamentales. Pero sobre todo ello, hay una idea que guía al conjunto en su vía a concretarse materialmente. Hay un fin que está por encima de los elementos aisladamente considerados. Al servicio de ese fin debe subordinarse cada uno de los elementos de la impresionante estructura.

Ese fin es doble, ya lo he dicho anteriormente: cantar la gloria de Dios que desciende a los hombres en formas luminosas y servir a estos de escala para acercarse al reino de los cielos. 

Material existe para seguir reflexionando sobre estas maravillas de la esfera terrestre.

© 2014
Lino Althaner

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