El poder de la mente

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El hombre puro, sentado en su casa y pensando los rectos pensamientos, será oído a mil millas de distancia.

Proverbio chino

Christopher Beikmann

Christopher Beikmann


No importa cuan alejado estés y cuan solitario te sientas; si realizas tu trabajo a conciencia y verdaderamente, amigos desconocidos te buscarán y llegarán a tí.

Proverbio alquímico

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Solamente aquellos que han aprendido el arte de retirar sus ojos de la luz cegadora de las opiniones corrientes y que cierran sus oídos a los slogan efímeros, pueden recobrar lo esencial.

Carl Gustav Jung

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Los textos seleccionados corresponden a una carta de Carl Gustav Jung al escritor, poeta y diplomático chileno Miguel Serrano, entonces embajador en la India. Está fechada el 14 de septiembre de 1960, ocho meses antes del fallecimiento del psiquiatra y psicólogo suizo, y se incluye, junto con otros interesantísimos documentos, en el libro de Serrano El círculo hermético (Editorial Kier, Buenos Aires 2004), en que relata su experiencia de amistad con Jung y Hermann Hesse, unidos los tres por su su empeño en preguntarse acerca de los misterios insondables del alma humana y del eventual poder de la filosofía oriental como instrumento para enriquecer la civilización cristiana de occidente.
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Los traigo a colación por su relación con la lectura del Libro Rojo, de Jung, que he comenzado recientemente.

Los dos primeros proverbios dicen, a mi entender, del supuesto poder de la mente profunda del hombre iluminado para proyectarse hacia otras mentes sin límites espaciales ni temporales, merced a su capacidad de engendrar imágenes que se atesoran en el inconsciente colectivo de la humanidad para surgir, inspirar y dar su fruto en el momento justo. Es un poder que sería capaz de generar secretas cadenas de amistad dispuestas a hacerse de pronto evidentes.   

El tercer texto es un comentario de Jung a un proverbio engañoso: Vox populi, vox dei, mayúscula trampa para quien aspire a aproximarse siquiera levemente a la verdad en cualquier orden de cosas.



© Lino Althaner

2014

Engalanada como una novia

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Luego vi un cielo nuevo y una nueva tierra… Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia para su esposo. Y oí una fuerte voz que decía desde el trono: «Esta es la morada de Dios con los hombres. Pondrá su morada entre ellos y ellos serán su pueblo y él… será su Dios. Y enjugará toda lágrima de sus ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo ha pasado
(Apocalipsis 21).

 

Jerusalén Celestial - Beato de Liébana, Apocalipsis de Silos, c.1100

Jerusalén Celestial – Beato de Liébana, Apocalipsis de Silos, c.1100


En el interior de una catedral gótica se nos hace comprensible el complejo juego de fuerzas que sostiene en su sitio a la elevada bóveda. Allí no existen muros compactos ni macizos pilares en parte alguna. El conjunto interior parece entretejido de flechas y vigas sutiles: su red cubre la bóveda y se desliza a lo largo de las paredes de la nave para ser recogida por los pilares que forman como haces de varillas de piedra. Hasta los ventanales están distribuidos en medio de esas líneas entrelazadas, conocidas con el nombre de tracería.

Las grandes catedrales, iglesias episcopales (cathedra: sede del obispo) de finales del siglo XII y principios del XIII, fueron concebidas en tan atrevida y magnificente escala que pocas, si es que hubo alguna, se concluyeron exactamente como habían sido planeadas. Mas con todo, y tras las muchas alteraciones que tuvieron que sufrir con el curso del tiempo, sigue proporcionando una experiencia inolvidable penetrar en estos vastos interiores cuyas dimensiones parecen empequeñecer todo lo simplemente humano y minúsculo. Apenas podemos imaginar la impresión que esos edificios debieron causar en quienes sólo habían conocido las pesadas e inflexibles estructuras del estilo románico. Esas iglesias más antiguas, en su solidez y en su fuerza, pudieron expresar algo de la Iglesia militante que ofrecía protección contra los ataques del mal. La nuevas catedrales proporcionaban a los creyentes un reflejo del otro mundo.

 

Santa María de Cracovia

Santa María de Cracovia


Habrían oído hablar en himnos y sermones de la Jerusalén celestial, con sus puertas de perlas, sus joyas inapreciables, sus calles de oro puro y vidrio transparente (Apocalipsis 21). Ahora esa visión descendió del cielo a la tierra. Las paredes de esos edificios no eran frías y cerradas. Se hallaban formadas de vidrios coloreados que brillaban como una piedra preciosa. Los pilares, nervios y tracerías se realzaban con oro. El fiel que se entregase a la contemplación de toda esta hermosura sentiría que casi había llegado a comprender los misterios de un reino más allá del alcance de la materia. 

 Hasta cuando se miran de lejos, estas construcciones maravillosas parecen proclamar las glorias del cielo. La fachada de Notre-Dame de París es, tal vez, la más perfecta de todas ellas. Tan diáfana y sin esfuerzo aparente es la distribución de pórticos y ventanales, tan flexible y gracioso el trazado de las galerías, que nos olvidamos del peso de este monte de piedra, pareciendo elevarse el conjunto de la estructura ante nuestros ojos como un espejismo.

 

Catedral de Amiens

Catedral de Amiens


Existe un sentimiento análogo de luminosidad e ingravidez en las esculturas que como huéspedes celestiales flanquean los pórticos… -y casi cada una de esas figuras- está claramente señalada con un emblema para que su sentido y su mensaje fueran comprendidos y meditados por el creyente. En conjunto, forman como una completa corporización de las enseñanzas de la Iglesia -aunque esta vez- el escultor gótico ha emprendido su tarea con un nuevo espíritu. Para él, esas estatuas no son sólo símbolos sagrados, solemnes evocaciones de una verdad moral, sino que cada una de ellas debió ser una figura válida por sí misma, distinta de su compañera en su actitud y tipo de belleza, para lo cual revistió a cada una de dignidad individual
 (E. H. Gombrich, La historia del Arte).

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El estilo gótico. Sus huellas arquitectónicas en el mundo europeo son múltiples y variadas. Desde el gótico primero, pasando por el  gótico florido, el gótico flamígero, y en Inglaterra, por el gótico decorado y el gótico perpendicular. Sus influencias. Pensar, por ejemplo, en la imponente cúpula de la florentina Santa María in Fiore, construida en la primera mitad del siglo XV por Brunelleschi, que no es posible sin el precedente de las técnicas de abovedamiento góticas.  

 

Santa Maria del Fiore - Cúpula de Brunelleschi

Santa Maria del Fiore – Cúpula de Brunelleschi


Nos trasladamos al siglo XX y allí apreciamos, por ejemplo, la influencia gótica en la obra genial de Gaudí. También en la utopía mística y arquitectónica de las casas y ciudades de cristal imaginadas por Bruno Taut y Paul Scheerbart. Este de las relaciones del gótico con otros estilos y de las influencias ejercidas por él a lo largo del tiempo, es un tema en el que sin duda habrá que profundizar.

Los misterios que circundan al estilo gótico. Fulcanelli, por ejemplo, un escritor esotérico del siglo veinte, se empeña en darle al templo gótico el carácter de un código cifrado, en que no faltan las referencias a la alquimia, a la cábala, a saberes mitológicos y paganos, corriendo paralelas a su significado cristiano.  Carezco de fuentes confiables sobre la materia.

Es que, además, una época tan lejana y distinta a la nuestra, y tan desfigurada tanto por sus defensores como por sus detractores, es apta para generar preguntas como también  para dar lugar generoso a la imaginación en la fundamentación de una respuesta, sobre todo en materias en que no se dispone de fuentes documentales suficientes.

 

© 2014
Lino Althaner

Alquimia

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'St._Paul_the_Hermit_Fed_by_the_Raven',_after_Il_Guercino,_Dayton_Art_Institute


Una choza de bambú.

Una casa de fango
de yeso o de cartón.
Metro cuadrado de sol o de sombra.

Una cueva en el acantilado.
O solo una columna.
Medio vaso de agua.
Un pedazo de pan negro.


images

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Imágenes
San Pablo el Ermitaño: según El Guercino (1591-1666).
Robert Fludd: Utriusque cosmi Historia.

 
© 2014
Lino Althaner

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