Klimt_-_Nuda_Veritas_-_1899


No puedes agradar a todos

con tu quehacer y con tu arte.
Gusta mejor a unos pocos.
Es malo agradar a muchos.

Friedrich Schiller


Quien sabe algo de la obra pictórica de Gustav Klimt, entenderá por qué no era muy del agrado de la mayoría de la burguesía vienesa de fines del siglo XIX. Un arte tan expresivamente sensual y tan explícita para mostrar la belleza del cuerpo humano desnudo, no podía sino chocar a una sociedad de la hipócrita apariencia. Muchos fueron, entonces, quienes rechazaron sus pinturas, que hasta calificaron en ocasiones de pornográficas. A los tales está dirigida esta «Nuda veritas», para nada preocupada por ocultar su sexualidad, ni su parentesco con la mitológica serpiente. La cara del espejo que muestra la figura parece querer reflejar el vacío de las cabezas que la miran con horror.

Por esos días, Sigmund Freud se ocupaba en sacar a luz las culpas, dobleces y traumas sexuales de los vieneses del «fin du siècle».

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Las palabras de Schiller (1759-1805) le añaden pimienta a la pintura. A mí me recuerdan los versos de otro gran poeta alemán, Friedrich Hölderlin (1770-1843):

La multitud prefiere lo que se valora en el mercado,
las almas serviles respetan sólo lo violento.
Solamente creen en lo divino,
quienes lo son ellos mismos.

(Ach! der Menge gefällt, was auf den Marktplatz taugt,/Und es ehret der Knecht nur den Gewaltsamen;/ An das Göttliche glauben/Die allein, die es selber sind). 

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Más adelante Klimt pintaría una versión morigerada de la Nuda veritas, que mostré en el anterior artículo del blog. El sexo aparece menos explícito. Las palabras son distintas.

© Lino Althaner
2014