No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
Rumi
El místico conoce la suprema realidad por experiencia. Sabe que es nacido de la Luz, que su destino es el de girar en torno a la Luz, que su viaje terrenal terminará con un regreso a la Luz. Sabe, por si fuera poco, que su esencia es de alguna forma la misma Luz. Que es luz que no da sombra. Es luz que no se extingue. Que ciega a las mundanas apariencias. Que da luz al amor más elevado.
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Es un amor que se concibe, estoy convencido, más alla de los dogmas religiosos y de las fronteras culturales. Así se puede advertir en la forma encendida en que, por ejemplo, expresan su sentimiento amoroso tanto San Juan de la Cruz como Yalal al-Din Rumi. El primero, nacido en España a mediados del siglo XVI (1542) en un ambiente cristiano y católico. El segundo, nacido más de tres siglos antes (1207) en un poblado de lo que es actualmente Afganistán, en un entorno cultural netamente musulmán y específicamente sufí. Grandes figuras espirituales, las de ambos. Ambos, además, grandes poetas.
Un ejemplo excelso de la poesía amorosa de San Juan de la Cruz se halla en su magnífico Cántico Espiritual, transcrito integramente en una entrada anterior de esta bitácora. Es un poema que admite un millón de lecturas, una tras otra, sin que se vea mermada su inagotable fuente de hermosura.
Pero ahora quiero mostrarles un ejemplo de Rumi, que he encontrado entre los tantísimos poemas seleccionados en una bella recopilación de Poemas sufíes (Hiperión, Madrid 1993).
El hombre de Dios está borracho sin vino,
el hombre de Dios está saciado sin carne.
El hombre de Dios está aturdido y perplejo,
el hombre de Dios no tiene comida ni sueño.
El hombre de Dios es un rey bajo un manto de derviche,
el hombre de Dios es un tesoro en una ruina.
El hombre de Dios no es del aire ni de la tierra,
el hombre de Dios no es del fuego ni del agua.
El hombre de Dios es un mar ilimitado,
el hombre de Dios llueve perlas sin una nube.
El hombre de Dios tiene cien lunas y cielos,
el hombre de Dios tiene cien soles.
El hombre de Dios es sabio a través de la Verdad,
el hombre de Dios no aprende con libros.
El hombre de Dios cabalgó lejos del No-ser;
el hombre de Dios está gloriosamente atendido.
El hombre de Dios está oculto, Shamsi Din;
¡busca y encuentra al hombre de Dios!
El amor es para ellos más grande que cualquier límite establecido por el hombre y que cualquiera mundana apariencia de dualidad. Es por ello que entienden al Dios a que se hallan amorosamente encadenados por encima de tales relatividades, desprovistas para ellos de mayor sentido.
Su Dios no es, por lo tanto, uno que haya sido ideado, definido y limitado por el dogma. Es más bien un Dios del que hay que callar. Callar de él con la lengua, si ésta se empeña en querer dibujarlo. Callarlo con el apetito, si se pretende alcanzarlo no más que a costa de ganas o de livianos ejercicios, y no con una vida entera dedicada a su atención. Esto lo expresó claramente el santo patrono de los poetas en lengua española, el San Juan de los poetas:
‘La mayor necesidad que tenemos es de callar a este gran Dios con el apetito y con la lengua, cuyo lenguaje, que él oye sólo, es el callado del amor.’ Así lo dice en una carta dirigida a su discípula Ana de Jesús, datada el año 1587.
El hablar acerca de Dios surge del deseo de entenderlo. Pero suele devenir en impulso a describir sus rasgos y mostrar sus contornos; decir de sus cualidades, de sus potencias, de sus virtudes, de su forma de influir en la vida de los hombres. Es lo que hacen los dogmas, a veces con inconcebible minuciosidad. Por ese camino, no sólo limitan a Dios en su extensión tan inmensamente superior a todo concepto humano, también dividen a los hombres en grupos que se institucionalizan en torno a dogmas distintos. Y que hasta se asesinan entre sí con el pretexto de hacer prevalecer su concepto de Dios. El concepto de Dios -el dogma- se institucionaliza, la institución suele contaminarse con el mundo, Dios puede así convertirse en pretexto. Cuando Dios se convierte en pretexto, es que podemos estar a las puertas de las mayores injusticias y atrocidades.
El místico prefiere callar. Sólo conoce la ley del amor, que lo lleva a entregarse, con entera confianza, a la divinidad que intuye en la naturaleza y en sí mismo. Que lo lleva a dejarse penetrar por el influjo misterioso de lo sublime. Por lo demás, él se reconoce un ignorante. En su amor y en su ignorancia se anonada. Pero en su anonadamiento supera todo condicionamiento, todo convencionalismo humano, toda contradicción. Se vuelve el ser humano por excelencia, que a todos los hombres abraza, que en todos se reconoce, pues en todos adivina la misma chispa que se esconde. La esencia que a todos los hombres vincula íntimamente con lo mismo, con el Uno.
Con el Uno. Con el Todo. Con la Nada. Con lo inconcebible.
Escuchemos a Rumi:
‘¿Qué puedo hacer musulmanes? Pues no me reconozco a mí mismo.
No soy cristiano, ni judío, ni mago, ni musulmán.
No soy de Oriente, ni de Occidente, ni de la tierra, ni del mar.
No soy de la mina de la Naturaleza, ni de los cielos giratorios.
No soy de la tierra, ni del agua, ni del aire, ni del fuego.
No soy del empíreo, ni del polvo, ni de la existencia, ni de la entidad.
No soy de India, ni de China, ni de Bulgaria, ni de Grecia.
No soy del reino de Irak, ni del país de Khorasan.
No soy de este mundo, ni del próximo, ni del Paraíso, ni del Infierno.
No soy de Adán, ni de Eva, ni del Edén, ni Rizwan.
Mi lugar es el Sinlugar, mi señal es la Sinseñal.
No tengo cuerpo ni alma, pues pertenezco al alma del Amado.
He desechado la dualidad, he visto que los dos mundos son uno.
Uno busco, Uno conozco, Uno veo, Uno llamo.’
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Soñemos un poco en el hombre de futuro. Del hombre que ama a Dios, que lo ama en su tierra, en su contexto cultural, en su religión, pero que es capaz de sentirse, en su relación con Dios, más que un hombre de su tierra, de su cultura, de su religión: como un hombre, simplemente. Tal es el hombre -cristiano, judío o musulmán- que sabe que por sobre tales denominaciones está la común raigambre espiritual, la esencia compartida, que debería juntarlos a todos en el mismo amor por el Dios inefable. A todos los que, sea cual sea su nación, su civilización o su credo, aman a Dios sinceramente y de buena voluntad. ¿Y qué es un hombre de buena voluntad? Tal es el que no permite que Dios sea usado como pretexto para el enfrentamiento, para la injusticia, para la iniquidad. Como suele ocurrir todavía. Y demasiado.
Qué tremenda exigencia, entonces, la de ser un hombre de buena voluntad.
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Jul 28, 2012 @ 22:46:58
Es verdad, es un gran esfuerzo ser justo sin juzgar, clasificar sin etiquetar, hablar en silencio…
El humano del futuro no entenderá a dios como el todo, porque sólo lo entenderá siendo el todo. Esta vida es un ensayo, una escuelita para aprender sobre la materia y nada más.
En el momento debido, ni antes ni después, todos entenderemos que nada hay para entender, cada uno a su tiempo, por separado, con uno mismo, dentro.
Tu artículo me dio muchas ganas de escribir con poesía, con el corazón.
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Jul 30, 2012 @ 09:57:28
El deseo de alcanzar la Totalidad, el estado de armonía y conocimiento absoluto, encuentra una de sus máximas expresiones durante el período romántico, aunque no exclusivamente. Hay en su literatura una nostalgia por el estado antiguo y primordial. Hay muchas similitudes con la corriente sufí del Islam. De allí las imágenes que remiten a los recuerdos. De allí, por ejemplo, la importancia de la «noche», el espacio de tiempo humanamente medible y visible que hace desaparecer las interferencias y todas las distracciones. Lo invisible asoma cuando se oculta la luz que encandila, porque es una luz falsa. El tiempo al que remiten los románticos es un arquetipo humano, que aflora cuando lo conocido se vuelve nada. Novalis, el romántico alemán, compuso sus famosos «Himnos a la Noche», y resume gran parte de su pensamiento sacándonos del mundo, para ir allá donde todo es más claro:
Ved,el amor ha sido liberado,
Ya no hay separación.
La vida es un océano infinito,
Eternas son sus olas.
Una sola es la noche del deleite
Y uno solo y eterno es el poema,
Y nuestro sol, el único
Es la alta faz de Dios.
Ha desaparecido el sol que conocemos y se ha transformado en un rostro de luz que no da sombras y es cálido y es eterno. No se oculta porque es espíritu puro.
Busqué un poema mío, muy influenciado por los romáticos, especialmente por quien tú sabes (Blake), que me remite a tiempos de otras vidas, arquetípicas y más cercanas a la divinidad:
Un recuerdo, como pasto marchito bajo el polvo,
refresca heridas y devuelve algún pensamiento
con el que me aproximé a la hondura traslúcida,
en esta hora nueva,
en la que caen deformados todos los pesos.
Luego comencé a construir otro, aún en etapa primaria, por lo que no sé cómo terminará, por eso te pido disculpas por las imperfecciones, pero es que hablas de Rumi, que se negó en su personalidad; él sabía que no se puede encontrar a Dios en el mundo, las religiones formales no han entendido eso, y mientras no cambie, seguiremos dominados por los fuegos que encandilan.
Eres el Dios ajeno,
quien dice conocerte y no se ha negado, miente
tu nombre no cabe sino callarlo
junto a tí el ser humano queda solo
su voz pareciera no ser escuchada
su voz queda postrada bajo el peso de todas las voces
todos pretenden hacerte parte de sus vidas
influir en ellas como si lo que esas vidas esperan
fuese importante
no entienden que lo que importa al ser humano
nada importa para ti
y lo que lo es para ti
para nosostros es sólo un asomo más
de la acostumbrada normalidad
¿y si faltara un día la aparente normalidad?
entonces nuestras importancias desaparecerían
y los motivos de Dios recobrarían su fuerza
en nuestras mentes dominadas por falsos días
y por eternos fuegos,
sería el ojo para las nuevas conciencias
para alcanzar a Dios
sólo cabe desaparecer.
Un abrazo en XTO.
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Jul 30, 2012 @ 19:45:40
Gracias, Carlos, por tan enriquecedora entrada. Aprovecho de recordarte que en estos días este espacio cumple un año. Mañana publicaré algo a propósito. En todo caso, habrá que celebrar. Felicidades.
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Ago 21, 2012 @ 14:05:38
Reblogged this on EL FARO DEL FIN DEL MUNDO.
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Ago 21, 2012 @ 14:15:23
Estimado Lino. Me he permitido ‘rebloguear’ este magnífico texto –todos los tuyos lo son– en ‘El faro del fin del mundo’. De nuevo quiero expresarte mi más sincera felicitación por tu excelente bitácora.
Un fuerte abrazo desde Chile
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Ago 21, 2012 @ 16:55:03
Me enaltece la replica en tu bitácora de buen porteño. Te agradezco. Ya tengo unos cuantos visitantes que han llego por intermedio de tu espacio en la red. Felicidades. Recibe mi cordial saludo.
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Ago 21, 2012 @ 14:27:04
Quise decir desde Valparaíso…
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Ago 21, 2012 @ 16:27:45
Felicidades. Gracias. Llegué desde el Faro de Luis Irles. Saludos
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Ago 21, 2012 @ 16:57:10
Bienvenida tu visita. Que se repita. Te invito a que te suscribas. Felicidades. Saludos
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Jul 25, 2015 @ 17:05:10
¡Magistral Lino, sublimemente magistral!, así es como se » siente», así de sencillo es como » se designa sin signo alguno» así es como «se considera», así es » como se muestra en su día a día», nadando en la dificultad más grandiosa del fácil vivir para los demás, así de » callado se encuentra ensimismado con él».
¡No es fácil, no es fácil pero te llena y no te sientes solo nunca!, ¡ qué mejor compañía que estar con uno mismo y con el Padre!, expresándonos en el silencio hablador, en la habitación del amor conversador de inexplicables sentires pero confortables. » Se calla porque se ama y paseamos por el bosque de los sentidos elevados».
No sé porqué el Padre otorgó ese ropaje tan dificultoso de vestir siendo una simple y sencilla vestimenta exterior.
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Jul 25, 2015 @ 17:10:38
Magnífico el interrogante del señor Hassen: » ¿y si faltara un día la aparente normalidad?
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