Unas ansias muy especiales nos perturban. Ellas son, precisamente, las de alcanzar la imperturbabilidad. Ya en varias ocasiones ha estado presente en este blog la reflexión acerca del anhelo referido, casi nunca del todo satisfecho. Recientemente, en la entrada sobre Chuang Tse, el maestro taoísta, y su recomendación, paralela a la de Séneca, el filósofo estoico: No dejarse peturbar.
Un anhelo del hombre de todos los tiempos. Más que nunca tal vez, unas ansias del hombre actual: las de planear sobre los vaivenes de la existencia, en soberana quietud.
Los cambios que nos asedian, cada vez con mayor intensidad, ponen a prueba nuestra capacidad de adaptación. Las transformaciones tecnológicas se empeñan en hacernos funcionar como robots, en circunstancias de que no somos autómatas. Las mareas de la vida nos agotan. Nos aburren los contratiempos, con frecuencia minúsculos o necios, que tienen con todo el poder de molestarnos. Buscamos un espacio que aniquile las preocupaciones y las prisas que nos mueven, a pesar de que tantas veces hemos podido comprobar su carácter ilusorio, su carencia de sentido.
Recuerdo a propósito a Mark Twain: ‘Soy un hombre con sus años a cuestas y he conocido muchos y grandes problemas -decía. Pero la mayoría de ellos nunca existió’.
Pues, claro, la presbicie o la miopía de nuestras visiones, si no el estrabismo, el astigmatismo o la simple ceguera, nos hacen también ver problemas donde no los hay. Y suele ocurrir que inventamos problemas para justificar burocracias y jerarquías, ocupaciones y vicios, usuras y ganancias, homicidios a escala individual, nacional o internacional (por cierto, para asegurar la paz). También de ello hemos discurrido en los espacios de Todo el oro del mundo.
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Quizás nadie haya sido tan expresivo y dramático para expresar someramente, en lenguaje poético, la aflicción del hombre, agitado por las olas de la vida, como el poeta romántico Friedrich Hölderlin. En su obra Hiperión, o el eremita en Grecia, se contiene ese poderoso y sublime poema que conocemos como la Canción del Destino, en el cual traza un magnífico paralelo entre la vida de los seres celestiales, que es pura espiritualidad imperturbable, y la existencia de los hombres, una y otra vez maltratados por la vida azarosa, enfrentados una y otra vez a un destino desconocido.
¡Camináis las alturas luminosas,
genios bienaventurados, sobre un suelo muy leve!
Las brisas divinas, espléndidas,
apenas os rozan,
tal como los dedos de la artista
rozan apenas las cuerdas sagradas.
Como un niño que duerme,
inconsciente del destino,
respiran los seres celestiales;
con pureza inmaculada
en humilde capullo, eternamente,
florece en ellos el espíritu,
y sus ojos bienaventurados
contemplan en serena y eterna claridad.
En cambio a nosotros se nos niega
sitio alguno en el cual reposar;
se desvanecen y desploman
los hombres sufrientes, ciegamente,
hora tras hora,
como el agua que se precipita
de roca en roca,
ininterrumpidamente en lo desconocido.
(¡Ihr wandelt droben im Licht/ Auf weichem Boden, selige Genien!/ Glänzende Götterlüfte/ Rühren euch leicht,/ Wie die Finger der Künstlerin/ Heilige Seiten.// Schicksallos, wie der schlafende/ Säugling, atmen die Himmlischen;/ Keusch bewahrt/ In bescheidener Knospe,/ Blühet ewig Ihnen der Geist,/ Und die seligen Augen/ Blicken in stiller/ Ewiger Klarheit.// Doch uns ist gegeben,/ Auf keiner Stätte zu ruhn,/ Es schwinden, es fallen/ Die leidenden Menschen/ Blindlings von einer/ Stunde zur andern,/ Wie Wasser von Klippe/ Zu Klippe geworfen,/ Jahrlang ins Ungewisse hinab.)
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Este maravilloso poema fue objeto de una admirable musicalización por otro gran artista alemán, cuya obra se ubica en la cumbre del romanticismo musical. Me refiero a Johannes Brahms.
Su música ilustra apropiadamente la contraposición señalada en el texto, reforzando ciertamente la palabra poética. Empieza la Canción del Destino con una majestuosa serenidad, marcada por el contenido timbal, en un modo musical que con bellos matices se despliega a través de las dos primeras estrofas, que describen la vida celestial. Pero luego, en la tercera, que dice de la existencia humana, se produce vigorosamente el cambio tremendo hacia un lenguaje musical que marca de manera crecientemente expresionista la desesperante incertidumbre de la vida de los hombres, que se desploman, de roca en roca, como el torrente de una cascada, hacia su incierto destino.
He elegido como enlace de video la versión de la Orquesta Promúsica, dirigida por Daniele Georgi, y el importantísimo acompañamiento del Coro Harmonia Cantata di Firenze, conducido por Raffaele Puccianti. La versión, captada en el Teatro Manzoni de Pistoia, es de marzo de 2012: http://www.youtube.com/watch?v=3nBt2uJ4H5A .
Disfrútenla sin apuro, escúchenla una y otra vez, con el texto a la vista. Les aseguro que es una obra maestra.
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Volviendo a nuestro tema, el de la imperturbabilidad, parece difícil, pero no imposible. Nos es dado acercarnos, con rigurosa autodisciplina. Es más fácil, por cierto, en el entorno adecuado, en un cierto retiro del mundo. Mucho más difícil en medio de la vanidad de los negocios humanos, llenando registros, calculando intereses, comprando y vendiendo.
De como alcanzar la imperturbabilidad nos dicen, por ejemplo, el taoísmo y el budismo. (Lean, a propósito, las entradas sobre el Tao Te King, que ya deben sumar como una cincuentena.) También nos enseña la filosofía estoica, de Séneca y Marco Aurelio. Como asimismo los monjes, cenobitas, eremitas y místicos de todas las espiritualidades.
Séneca es muy inspirador. Él no era un hombre muy consecuente con lo que predicaba. Era un amante del lujo. Asesoraba a Nerón. Hasta que perdió su confianza, instante en que debió decidirse a tomar un baño en su propia sangre. Pero era un escritor maravilloso. Estoy seguro que, si no lo han leído, su pequeño tratado De la serenidad del alma los seducirá.
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Jun 21, 2012 @ 09:17:57
También recomiendo de Séneca su ensayo sobre «la Brevedad de la Vida» que asimismo se puede encontrar en sus «Tratados Morales». Lo recomiendo especialmente en el contexto de esta entrada y para buscar una relación con Hölderlin a propósito del poema que transcribes. La vida encarnada – o la que se conocer como ‘la’ vida – termina muchas veces, para dar paso a la plenitud del espíritu, y eso hasta que el espíritu ya esté en condiciones de fluir por la eternidad, en la celestialidad de los ángeles que intuye Hölderlin. La brevedad de la vida no es para hacer, y ninguna se justifica sino es para la evolución del espíritu que siempre está en el Padre. El problema es que pocos confían en eso, y hasta las iglesias formales se afanan por mantener vivo al mundo y no instan a hacer las grandes renuncias. Por eso la vida se nos presenta como el más tremendo de los tedios y miramos a través de barrotes inexpugnables el espacio del espíritu, donde está la vida eterna. Nos empeñamos en el cuerpo que es nuestra limitación; a las moradas prometidas no se llega con esta carne, si el mismo Maestro no pudo ser reconocido por sus discípulos cuando se presentó en la playa luego de resucitado. Era el cuerpo del espíritu, sutilmente materializado, que no está limitado.
Si Hölderlin atisbó el espacio infinito, es porque salió de sí mismo y volvió sobre SÍ MISMO.
Un abrazo en XTO. y especiales saludos para nuestro amigo peruano.
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Jun 21, 2012 @ 13:54:27
En el comentario sobre la musicalización de Brahms me faltó un detalle importante. Es verdad, la obra comienza con una gran serenidad hasta completarse la segunda estrofa. Allí empieza en ‘crescendo’ la descripción de la existiencia humana, que termina con el agua que cae violentamente, de roca en roca, hacia el incierto destino. Pero al final -esto es lo que faltaba-, cuando las palabras poéticas se han agotado, el clima musical retorna al del comienzo, a la serenidad inmensa de la vida inmersa en el espíritu eterno. Esto marca una gran diferencia entre poema y obra musical. Hölderlin termina en la aparente desazón, en la incertidumbre del destino, mientras que Brahms espera en un retorno del hombre a lo absoluto. Es lo que importaba agregar a esta entrada.
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Jun 24, 2012 @ 15:25:35
Para no perturbarnos debemos dejar de juzgar, dejar fluir y aceptar todo como es (en realidad todo esto es Aceptación, uno de los pocos deberes que tenemos en esta vida… los demás deberes son ficticios, como las certezas).
Pero la Canción del Destino sí perturba por su pasión; nos dice que todo es un ciclo -que todo está ya escrito-, obteniendo, como mensaje, el vivir el momento lo mejor que podamos porque todo se repite (pero si lo vivimos bien, no se repetirá).
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Jun 29, 2012 @ 00:10:08
Enseñanza del señor Buda
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