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He aquí una perspectiva distinta de la cultura china, de la que nos hemos prendado en estas páginas a través de su arte, de su poesía, de su sabiduría. Es la visión particular que nos procura el viajero veneciano Marco Polo (1254-1324), que en su famoso libro nos dice de su viaje hacia Cathay -nombre que se daba antiguamente a China- y de las impresiones que recibe, tanto de los pueblos que viven en su camino hacia esas tierras, como de los mismos chinos, entonces gobernados por los mongoles de Kublai Khan, cuyo antepasado fuera el gran Genghis Khan, que hizo de su imperio, según me parece, el más extenso de que da cuenta la historia conocida de la humanidad.
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Painting by Chen Mantian – Rights reserved

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No es mi interés hacer un análisis en profundidad del libro de Marco Polo ni de las tantas opiniones que se han vertido con respecto a él. Tan solo quisiera detenerme en esta oportunidad, a modo de liviano divertimento, en algunos párrafos del libro en que el aventurero veneciano se refiere a las mujeres de China de hace siete centurias.

Pareciera, desde luego, que gran parte de la impresión que le producen las mujeres chinas, se debe a que tiene en mente a sus equivalentes venecianas, que al parecer no se caracterizaban ni por su recato ni por sus buenos modales. Así nos dice que, por el contrario,

‘las doncellas -chinas- son harto recatadas. Por cierto que no saltan ni danzan ni son fáciles a los ardores de la pasión. No se asoman a la ventana escudriñando el rostro de los viandantes o mostrando el propio. No prestan oído propicio a las conversaciones inconvenientes y no frecuentan las fiestas y saraos.
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Painting by Chen Mantian – Rights reserved

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Y si acontece que van a cualquier lugar decoroso, tal como los templos de los ídolos o de visita a las casas de sus parientes o deudos, lo hacen acompañadas de sus madres, sin mirar con descaro a las gentes, sino usando como tocado unos hermosos sombreros que les impiden levantar la vista,  obligándolas a caminar con los ojos fijos en el suelo ante sus pies. Por cierto que siempre permanecen con gran modestia frente a los mayores y jamás hablan vanamente.

‘Y por cierto que nadie regatea palabras -de elogio- cuando se les pregunta acerca de ellas. Permanecen en sus habitaciones entregadas a sus labores y rara vez se muestran a la vista de sus padres, hermanos o mayores en el hogar.

Y no prestan atención a los galanteadores’.

Especialmente agraciadas se muestran a los ojos de Marco Polo las mujeres de Hangzhou, que califica de ‘los más delicados y angélicos seres’, que ‘se yerguen grácilmente, con gran delicadeza, y lucen adornos de sedas y  joyas cuyo valor no puede ser calculado’. Comenta, además, que ‘cada barrio de la ciudad puede considerarse’, a causa del respeto y la sana familiaridad imperantes, ‘como un solo barrio’. Por ello, ‘no abrigan celos ni sospechas de sus mujeres, hacia las cuales muestran el mayor respeto. Considerarían persona muy infame a la que osara dirigir palabras impropias a una mujer casada’.

También impresionan especialmente a Marco Polo las mujeres de Suzhou, afamadas como las más bellas de toda china. Digamos de pasada que, de ellas se dice que suelen trastornar a las personas que experimentan su influjo encantador. Tal como nos dice esta Canción del botero, del poeta Chang Min Piao:

‘Un bote pasa,
avanza hacia el este.
Otro se aproxima,
navega hacia el oeste.
Los remeros
no se miran;
sólo tiene ojos
para las muchachas de la ribera’.
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Painting by Chen Mantian – image from http://www.cuaderno de retazos.wordpress.com

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Aunque pareciera que estas ‘muchachas de la ribera’ pertenecen a otro mundo. Ellas viven en las ‘casas del farol rojo’, ‘en tal número que no me atrevo a calcularlo’, recuerda Marco Polo. Y viven ‘con ostentación, con muchos perfumes y gran número de servidoras, en sus casas bien alhajadas. Estas mujeres son muy inteligentes, saben halagar y lisonjear con prontas palabras y se adaptan a toda clase de personas de manera tal que los extranjeros que han participado una sola vez de sus favores permanecen en una especie de éxtasis y tan prendados quedan con sus dulzuras y encantos que jamás pueden olvidarlas. Y por ello acontece que cuando regresan a sus hogares dicen que han estado en Quinsai, esto es la Ciudad del Paraíso, y no pueden aguardar la hora del retorno’.

Parece que, en la comparación que hace Marco Polo, incluso ellas salen excelentemente paradas en contraste con su contrapartida, las ‘donne da partido’ , parece que menos delicadas cortesanas venecianas.

No más que un divertimento, como les anuncié. Para lograrlo han colaborado Henry H. Hart, de cuyo libro El veneciano aventurero – Vida y tiempos de Marco Polo (Librería Hachette, Buenos Aires, 1944) he sacado tanto las citas del viajero veneciano como el poema transcrito, y el blog Cuaderno de Retazos, cuya riqueza no cesa de aumentar.
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© Lino Althaner
2012

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© 2012 Lino Althaner